28.12.09

Quemar antes de leer

[Aquí lo tenemos, rebosando satisfacción por sus ideacas]

Todavía estoy elaborando mi lista de mejores y peores libros leídos este año, no tanto influída por la profusión de rankings que aparecen estas semanas como por el cabreo que tengo por haber comprado (y terminado) El Cerebro de Kennedy, de Henning Mankell. La culpa es mía por perseverar. Si después de las cincuenta primeras y soporíferas páginas lo hubiera lanzado por el balcón ahora no estaría rabiando. Pero no, tenía que darle la oportunidad a este bodrio autocomplaciente.

Todos los libros suecos que he leído tienen el mismo tufillo en menor o mayor grado. Una socialdemocracia con dinero y coberturas sociales que en otros países ni soñamos les ha infundido seguridad en sus posibilidades. El problema es que esa seguridad crea ridículos superhéroes en literatura: si los americanos ya tienen tendencia a hacer de cada personaje un pequeño genio (no hay más que ver las series de televisión) en el caso de los suecos ya sobrepasa cualquier límite. Tenemos a Lisbeth Salander (y mira que Lisbeth me cae bien) qu es la mejor hacker del planeta, además de omnisexual, y resistente al dolor y el daño físico como si estuviera hecha de adamantium.

Y ahora también tenemos a Louise Cantor, señora de cincuenta y pico, y su hijito, que nos van a descubrir la verdad sobre las farmacéuticas (lo peor es que no es ella, es Mankell, que sin inmutarse y sin aportar ni una sola prueba deja caer que esto del SIDA es un arma de exterminio en manos de occidente). No es sólo que no hay quien se trague que gente aparentemente normal se ponga a investigar y logre tirar del hilo tras entrevistarse con cuatro indocumentados (una portera barcelonesa, una camarera/prostituta de Maputo, un pintor polígamo del antiguo Congo belga, por ejemplo). Bendita suerte la de Louise, todo el mundo habla inglés para ella - hasta los españoles.

Lo más triste, o lo más cabreante, es que encima el libro ni resuelve ni aclara absolutamente nada. Se insinúan cosas, muere gente, se nos dan 4 datos en las 5 últimas páginas, hay muchos personajes pero ninguno sirve para nada en la trama, y hasta los malos están impregandos de buenísmo. ¿Cómo se puede escribir semejante sarta de superficialidades? Lo único que logra dibujar con precisión esta novela es el retrato de una sueca con prejuicios que vuela por todo el mundo como pollo sin cabeza, se emborracha en hoteles y sólo saca en claro que su hijo ha sido asesinado. Hijo que, probablemente, sacó todos sus millones de chantajear a un pobre chico que terminó suicidándose, que mentía a todo el mundo, se acostaba con niñas en Maputo y contagió de SIDA a una pobre chica. 340 páginas de investigación Madre Coraje por esa joya.

Alguien debería decirle a Mankel que no se debe escribir libros desde la rabia; en su caso es obvio que le ha transtornado la capacidad literaria y crítica. Espero que la próxima vez que quiera denunciar algo lo construya con argumentos, en lugar de lanzar a la imprensa este kleenex impregnado de sangre, mocos y lágrimas de cocodrilo.

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