28.10.12

The 400-pages-book I was about to kick out of a window and make disappear

[La portada me engañó, es demasiado buena para el contenido]

Lo cogí de un montón en La Casa del Libro siguiendo uno impulso, y no debí hacerlo. Llevo un mes con él, y es que es uno de esos libros que consiguen equilibrar aburrimiento e interés en el lector disciplinado, de manera que no quieres seguir pero no lo quieres dejar... y sólo el lastre de ser un lector semiprofesional te permite terminarlo. La ventaja de estos libros es que ayudan a dormir bastante mejor que los buenos, son el narcótico perfecto. Me da igual lo que digan las reseñas, la literatura sueca a mí no me engancha, no la que he leído. Ni me hace reir, digan lo que digan las reseñas. Yo no soy sueca. Esto es algo que ya sé hace tiempo. Tengo de sueca lo justo para apreciar las ventajas decorativas de Ikea. De lo demás, poco. Y en literatura nada.
NO es un mal libro, entiéndaseme. Es entretenido siempre que Karl habla de su vida pasada, las alusiones históricas tienen su gracia. Pero ¿hasta que punto no está jugando el autor la carta más vieja de todas, los guiños velados a la audiencia cejaalta? Me imagino a los críticos en su sillón de orejas, esos señores aún más gafotas que yo, sosteniendo el libro en la mano derecha y mordiendo para ahogar la risa un pañuelo que sujetan con la izquierda cada vez que reconocen una referencia cruzada. Es difícil sustraerse a esas trampas de los escritores, por experiencia propia. Se siente uno tan listo cuando tiene la sensación de estar en la pomada... No recomendaría comprarlo excepto por la parte del gato Molotov y un apéndice de mi edición en el que el autor dice un par de cosas interesantes cuando le preguntan por su objetivo al escribir la novela:

Maybe I'll go on n tours to schools or colleges to make teenagers understand that life is an adventure, very much worth living (and that they ain't seen nothing yet!)"

[...] I think a lot of people really should consider the possibility of climbing out of their window. My perspective is that we live only once, I cannot be sure but that is what I believe. I think that if you've once asked yourself: 'Should I...' then the answer should be: 'Yes!' Otherwise, how would you ever get to know that you shouldn't?

[Jonas JONASSON 2012 The Hundred-Year-Old Man who Climbed out of the Window and Disappeared. London: Hesperus Press Limited. Pg. 394]

Del horno

 [Alguna empanadilla se rompió durante el proceso, pero el sabor era excelente]

Desde que dejé de tener terraza apenas toco las plantas, pero sólo cambia el hobbie, no la necesidad de tenerlo. ¿Por qué es importante tener las manos ocupadas? No parece una reminiscencia del mono arborícola, más bien parece un atavismo del mono analógico y mecánico, algo que empieza a resultar extraño al mono digital (al menos a esta mona que teclea). Manos y piernas. La cabeza tiende a adelanterse o retrasarse, en estos tiempos  manos y piernas son lo único que hace la espera tolerable, lo único que permite mantener contacto con el aquí, con el ahora.

Así que mientras encuentro un momento para comprar tierra y plantar unos bulbos de tulipán que espero ver florecer en primavera, me ha dado por cocinar. He descubierto eso a lo que llaman horno - creo que sólo tiene unos cuantos miles de años, pero bueno, nunca es tarde. Aparte de haberme iniciado en el mundo de la pizza casera el viernes noche, ayer con el frío y la nevera llena me volví un poco loca y preparé empanadillas de atún primero (ver foto superior) y luego una quiche de puerros, champiñones y salmón (foto inferior). Lo más emocionante no fue sólo que el resultado fuera bueno y comestible. Lo más emocionante fue comprobar cómo se despliegan los instintos para la cocina, cómo mientras se prepara una receta se va pensando en la siguiente, o en las combinaciones que un sabor puede tener para otras ocasiones.

Menos mal que salgo a correr los domingos, porque esta creciente tendencia gourmet mía me va a costar un disgusto el día que deje de hacer ejercicio. Debería ceñirme más a los límites de unos y ceros de Matrix, en lugar de dejarme llevar por los sentidos.

[No se ve muy bien la foto, pero tenía la consistencia ideal. Firme pero esponjosa.]

21.10.12

Leading the life of Ramsey

"Oh no! We lost the mango man!"

Crisis de los 35, un paso más. Y si no, ¿cómo se puede llamar a esa urgencia de cocinar ALGO una tarde de domingo? Media hora después la tarta de mango salía humeante del horno.Y no es que la idea surgiera de repente, porque no tengo la costumbre tener frutas tropicales rodando por la casa, y menos aún de hacer repostería. No. Los engranajes de mi cabeza han debido estar girando desde hace semanas al respecto.

La receta es muy sencilla en realidad, se la he pedido prestada a la mujer del chef Ramsay, y está sacada de uno de esos recetarios cool que publica la revista Hola! de vez en cuando. Yo usé masa quebrada (aunque debe quedar mejor con una masa dulce casera) que es sencilla de encontrar en el supermercado. Se desenrolla sin quitarle el papel y queda como una base de pizza. El mango, que había pelado y cortado en trocitos antes en un bol (para que no se perdiera el zumo), lo coloqué en el centro. De mi cosecha son las pasas, y le habría puesto también unas nueces, pero se me ocurrió tarde, lástima. El horno tiene que estar precalentado unos 10 minutos a 200 grados. Antes de meterla en el horno se sella con leche (no tengo muy claro si lo hice bien, vertí un poco de leche por encima y no quedó mal) y por último espolvoreé el azucar (moreno en la receta original) por encima. Y ya está. Se toma caliente con una bola de helado de vainilla al lado. Pero sobre todo hay que sacarle una foto sobre el mantelito bordado que te ha dado tu madre, reminiscencia de la dote.

Un invento lo del horno; nunca se me había ocurrido que fuera tan rápido y útil, en general mi cocina se reduce a platos que no llevan más de media hora, no aguanto mucho más a los fogones. Pero en un par de días he hecho empanadillas y la tarta, creo que el frío me da hambre y me anima a cocinar. Mi siguiente reto: tarta de manzana, mi favorita.

PD: Se me olvidaba, cuando se distribuye el mango hay que dejar como 5 cms. de distancia entre el "nucleo" de fruta y el borde de la masa, por que los bordes van plegados como en la foto. Explicar un receta no es tan sencillo, requiere una mente lógica, distinta de la mía.

19.10.12

Dictadura de barbados


[Esto es lo máximo que conseguí atisbar, rodeada de Tachenkos como estaba]

Hace un mes apenas me contaron una anécdota que refleja bastante bien cierto elitismo cultural que existe en nuestro país. No sé si siempre ha estado ahí (lo supongo, es un elitismo multiforme, adaptativo), pero que ahora nos infesta, seguro. Caminando hacia el concierto de Love of Lesbian de las fiestas de Alcorcón una chica de mi trabajo escuchó a sus espaldas: "espero que toquen "incendios de nieve" y la gente no se ponga a silbar, porque lo que hay que hacer es tararear ". Esas gentes de barbacas rabínicas, de gafas de pasta que parecen salidas de La Bola de Cristal, que se peinan a puñetazos y han dejado de comer (por motivos que escapan a mi imaginación la nutrición es incompatible con la vanguardia) se están viniendo arriba hasta un punto absurdo, casi a la altura de los blogueros de moda - con los que, vistos en perspectiva, parecen compartir muchos rasgos. ¿A qué viene mi arrebato de bilis? A que durante al menos media hora sentí que querían robarme este concierto.

El pasado martes fui a ver tocar a un grupo que hace años estaba esperando: Wilco volvía a Madrid, y después de estar un año arrepintiéndome por no haber comprado las entradas para verlos en el Price, no podía dejarlo pasar. Esta vez había que descender hasta los últimos confines sur de Madrid (yo vivo en los confines norte) a lomos de la línea 5: El Palacio de Vistalegre es un sitio que siempre me ha parecido raro, una plaza de toros cubierta y encajonada en Usera que lo mismo te sirve para un concierto que para un partido de baloncesto. Inusual como poco. Pero un coso es un coso, y esperaba verlo lleno. Por eso me sorprendí mucho cuando vi cómo lo había organizado: sólo unas pocas localidades de grada (si es que había alguna a la venta) y el resto, todo pista. Una tela circundándonos recogía un poco el ambiente. Se hicieron un poco de rogar, sí,  pero no demasiado, todo auguraba una gran noche. Mis problemas empezaron al mismo tiempo que el concierto: la pista no es lugar para hobitts, y sólo veía cabezas delante de mí hasta que un joven recién llegado también de Plaza Castilla (porque con su traje, su voz pulida y sus maneras ¿de dónde si no podía salir si no era de PWC?) me rogó que fuera un poco más hacia delante, o me perdería el espectáculo, cediéndome un sitio bastante mejor. Amable el tío.

Sí, eran ellos. Sonaban como ellos. Tweedy estaba  pocos metros de mí, y aún así, una vez más, tenía esa sensación de experiencia extracorporal. Me cuesta tanto vivir las cosas que la mayoría las observo desde el quicio de mis ojos mientras tomo notas mentales. No consigo dejarme llevar de inmediato, no consigo emborracharme con las sensaciones de un momento, por deseado y anticipado que sea. Y menos si lo tengo que hacer rodeada de pescados congelados que no se saben las canciones ni para tararearlas. ¿Tanto han cambiado los conciertos, que la gente ha dejado de moverse, cantar, respirar...? ¿Sería por la crisis, porque trabajábamos al día siguiente, por la calidad del sonido? Este último punto llevo discutiéndolo con todo bicho viviente desde entonces. Los expertos barbados, los trend setters, los comentaristas de blog, un gato que se paseaba entre la tramoya y lo ha tuiteado, todos coinciden: el sonido era horrible porque Vistalegre es el infierno en la tierra para los técnicos de sonido. Lo será para la oreja entrenada, a mí me pareció bastante mejor que el de otros conciertos a los que he ido, decididamente mejor que el de éste, por ejemplo.

De todos modos era obvio que la cosa no fluía, hasta Tweedy nos preguntó. Pero ¿cómo va a percibir el cantante que te lo estás pasando bien y él está haciendo un buen trabajo si a sus pies sólo hay seres humanos que bailan como un cardumen de medusas? Se ve que lo moderno es escuchar en silencio, y chillar como un poseso entre cancioneso cuando el grupo amaga con terminar. Una  piedra más en el muro que me separa de la que debería ser mi tribu. No sólo no conseguía concentrar toda mi atención en la música, además tenía parte de ella en el resto de la audiencia porque no lograba sentir "comunión", if you allow me the expression. No soy uno de ellos, debo admitirlo una vez más, sin pesar. Las gafas de pasta no hacen a la mujer, las Converse no me acercan más a la élite cultural. En algún lugar de la galaxia debe haber otros seres como yo, mongrels sin adscripción ni ideales, sarcásticos y miopes. Pero divago.

¿Me gustó el concierto? Por supuesto, pasados estos primeros momentos de dispersión mental existencialista. Me moría de ganas de verlos en directo, y la selección de canciones incluía casi todas las que esperaba, en especial Impossible Germany (que es la canción que sonaba cuando saqué la foto de esta entrada). Jeff Tweedy me había impresionado con sus habilidades como showman cuando hace unos 3 años tocó en la Casa de Campo (el mismo día que Puyol marcó contra Alemania en el mundial, por cierto), en una mini gira de verano que hizo en solitario. Pero ver a Nels Cline tocando la guitarra es otra cosa, apenas me fijé en lo que hacía el cantante, embelasada como estaba con sus solos, sus improvisaciones, sus movimientos nerviosos, casi espasmódicos. Gracioso, ese hombre, siempre me recuerda a un adolescente hecho viejo de repente. La música de Wilco me relaja y activa al mismo tiempo, se deshace como carne tierna en la boca, pero siempre lleva un anzuelo. Las letras no son especialmente complacientes, y algunas canciones son muy complicadas de escuchar (Art of Almost, por ejemplo), pero combina los estilos más complicados con tino. ¿Cuántos grupos pueden hacer canciones con reminiscencias country, electrónica, revival, indie, rock de sonido sucio... y acertar? "The Whole Love" es un ejemplo.

Las cronicas al día siguiente se la cogían con papel de fumar respecto al sonido y el lugar: ¿por qué no podían hablar del concierto en sí, y a qué venía mencionar el del Liceo cada tres líneas? Igual estamos un poco acomplejados, pues si les mola más Barcelona, que les mole. ¿Lloran ellos porque yo prefiera Nueva York a Chicago? Es igual. A mi me gustaron, aunque no consiguieran entusiasmarme y convertirme en una bacante.

[El cartel que nos dieron a la puerta; music for cavemen then, these self-proclaimed Sublime Concerts]

15.10.12

My heart's on fire

[Yep, Auerbach y Carney te miran desde un muro de Naïf, por obra de Mr. Hazelnut.
Uno de esos bares de casual food & decoration que disfruto. Y con smart gin tonics.]

Hace una semana, en lugar de tener pesadillas sobre el trabajo (suele tratarse de que me toca echar a alguien o me están echando a mí), tuve uno de esos sueños adolescentes en los que aquello que deseas, que realmente deseas, tiene lugar. Nooo, nada de sueños sucios y lúbricos (que de todos modos tampoco recuerdo haber tenido de adolescente), fue uno de esos sueños decentes en los que se viven aventuras, de los que te levantas pensando que el mundo está a tus pies y todo es posible. Cuando era más joven (ejem... todavía lo soy un poco) soñaba muchísimo y casi siempre me acordaba. Hasta me enamoraba en sueños, de repente me despertaba por la mañana y el ese tipo dos cursos mayor que yo me parecía un dios, cuando hasta entonces ni me había fijado en él - y tampoco era mayor problema, pues él nunca se fijaba en mí. Anyway...

Estoy tan emocionada con mis metas a corto plazo, esas que van tirando de mí en este cenagal de país, que el domingo pasado soñé que viaja a Akron (Ohio) y conocía a The Black Keys. No sé cómo ni porqué terminaba en la ciudad del caucho (Goodrich, Goodyear y Firestone se fabricaban allí), en un bar propiedad de estos dos. Era un antro de mala muerte, casi un bar de carretera, parecido al que aparece en el vídeo de Little Black Submarines. Pero allí al fondo, en un escenario que no era más que una tarima, estaban tocando Strange desire. Y de pronto, el foco apuntó a Dan. De los más recónditos surcos de mi cerebro, como una divina intuición o revelación, o quizás del plexo solar, como una pulsión animal, surgió una llama metafórica. Rendición total. Flojera de rodillas, tartamudeo y afasia, respiración entrecortada, mejillas ardiendo, ojos brillantes... sí, todos los síntomas se manifestaron a la vez en mi persona cuando al terminar la actuación vino a hablar conmigo y lo único que fui capaz de articular fue un estúpido "tengo entradas para veros en Madrid el 28 de noviembre). Gracioso, hasta en el sueño me daba cuenta de lo estúpido que sonaba decir eso.

En fin. He pasado la semana en una especie de trance, pese a que acabo de sacar mis entradas para el concierto de Wilco y el viernes corrí 8,5 kms. Es decir, he logrado un par de metas volantes y casi no me he dado cuenta porque sigo recordando una conversación soñada con el capitán del equipo de soccer malote, un rubiales con ojos verdosos y moteados que sólo piensa en tocar blues con su guitarra y fumar hierba.

Noticias frescas: sigo estando loca, la edad no ha mitigado mi peor defecto de serie, el entusiasmo.

I don't wanna go to hell, but if I do,
It'll be 'cause of you,
Any young man's gonna make mistakes,
Until he hits the brakes,

My heart's on fire,
With a strange desire,

All those birds on the wire,
Are gonna say I'm a liar,
But we all know in the end,
They never were my friend,

My heart's on fire,
With a strange desire.

[The Black Keys, Strange Desire]