28.11.11

Inmersión en El Fluido García

[Marc tocando en primer plano en el Teatro Circo Price el 24 de noviembre]


El jueves pasado hice algo que tenía completamente olvidado. Decidí que iba a un concierto, y en lugar de meditar durante días si compraba las entradas o no, las busqué y compré para ir con unos amigos a los que no tuve que convencer demasiado. Lo hice sin más, y no fue tan difícil, por lo que cada vez que he dejado de hacer estas cosas ha debido ser porque no me he atrevido, sin más. No hace tanto que escucho Sidonie, aunque mi hermana lo ponga a menudo. Un día sonaban en el cuarto de al lado cuando de pronto me dí cuenta de que estaba tarareando una canción fuera de lo común. Era Los Olvidados.

Soy difícil de convencer, las escuchas complicadas me hacen ahuyentar la ocasión. Pero si algo me engancha, no me canso de descubrir canciones nuevas. Y a veces ni siquiera hace falta escuchar demasiado. Llegué al concierto sabiéndome 5 canciones justas, pero El Fluído García me sorprendió, me despertó la curiosidad. Había momentos en los que parecíamos estar en un concierto de rock de los 70, con solos de guitarra que podría haber tocado Jimmy Page. Pero las canciones, siendo parte del espectáculo, no se pueden igualar a la posibilidad de ver a los músicos en marcha, de escuchar sus voces engatusadoras - y la voz de Marc lo es: grave, suave y retro como ese batín de seda sergegainsbourgiano con el que se presentó en el escenario. Sidonie saca de mí una faceta que creía extirpada, de alguna manera me trae brisas de ciudad levantina de los 70. Desentierra imágenes de una infancia bañada por la luz del Mediterráneo. Pero ¿cómo?

Marc canta y toca fenomenal, pero sobre todo aglutina en las letras una cantidad tremenda de referencias literarias, musicales y cinematográficas.¿Quién se puede resistir ante esos pequeños puzzles? Este fragmento de Bajo un cielo azul (de papel celofán) sugiere todo un caleidoscopio de lecturas. Me pregunto si soy un poco barcelonesa bajo mi madrileñismo rampante.

Busque refugio, querido lector,
Aprenda a escapar.
Desaparezca en su viejo sillón
Ahuyente lo real.
Laalalalala
Disfrute su estancia en Florencia
Laalalalala
Y las vistas de su habitación.
Sienta el asfalto quemar en sus pies
En la gran ciudad.
Recorra las vidas que tiene el papel,
No deje de andar.
Laalalalala
Viaje al fin de la noche
Laalalalala
Y arranque las flores del mal...
Nos han creado, es una invención,
tú y yo, siempre en la ficción.




[Child Reading - Red (1970) Will Barnet]

27.11.11

Vagabundos del Atlántico norte

[Shadow vagaba por Islandia inmerso en estas reflexiones, yo por la isla de Ons tomando fotos]


He sat down on a grassy bank and looked at the city that surrounded him, and thought, one day he would have to go home. And one day he would have to make a home to go back to. He wondered whether home was a thing that happened to a place after a while, or if it was something that you found in the end, if you simply walked and waited and willed it long enough.

He pulled out his book.

[Neil GAIMAN 2005 American Gods. London: Headline Book Publishing. Page 633]

Anoche terminé el libro, y el concepto todavía me tiene enganchada, incluso asombrada (me ha sorprendido tanto que algo me sorprenda...). Los viejos dioses viajan a América arrastrados por emigrantes devotos, y malviven en los resquicios de la adoración. Y mientras se fragua el escenario de una nueva saga, visitamos la América profunda a través de carreteras secundarias. No sé si America es mal lugar para los dioses, pero está claro que es el escenario ideal para que lo gótico se desarrolle en la sombra. Ni una ciudad pacífica y aburrida como Lakeside está a salvo de lo que se esconde en sus sótanos. Y el que ha sido tocado por lo trascendente o lo numinoso ya no está tranquilo nunca más, ni puede creer en el hogar.

Sólo le pondría un pero: si hay dioses que hayan dejado huella en el nuevo continente, no se me ocurre por qué los nórdicos tendrían que ser los más potentes. Tlaloc y Quetzalcoatl tendrían bastantes más opciones de sobrevivir, y emigrantes mexicanos no faltan en EEUU. Aparte de eso, me parece genial la idea de introducir a Mr. Ibis, Jacquel, Horus y Bast. La visita a Cairo (tendría que releer Huckleberry Finn, me parece recordar que era una de sus paradas) es uno de mis episodios favoritos, uno imagina una casa anclada en los tiempos de los egiptólogos ingleses. Dos viejos embalsamadores vestidos como Lord Carnavon y la pequeña tigresa inician a Shadow en los misterios - Gaiman tiene que tener una para haber descrito de manera tan exacta sus movimientos (pag.220):


The door creaked open and the cat slipped between the doorpost and the door and padded across the room, then up on the windowsill. 'Hey,' he said to the cat. 'I did shut that door. I know I shut that door.' She looked at him, interested. Her eyes were dark yellow, the color of amber. Then she jumped down from the sill, onto the bed, where she wrapped herself into a curl of fur and went back to sleep, a circle of cat upon the old counterpane.

21.11.11

La Vaquería Suiza - y cenar fuera como teoría

[Cenar con amigos es de las pocas cosas que pueden mejorar con el tiempo]

Lentamente voy entrando en los pequeños vicios de la ciudad, como éste de ir a cenar a sitios distintos cada vez. Cuando escribo sitios no soy estricta en la definición: estoy hablando de restaurantes modernos, de entre 20-30 euros, con una carta desenfadada (ni cosas muy pesadas ni demasiado tradicionales) y, muy importante, atractivos por la decoración. Hoy estaba haciendo memoria, y si alguien me hubiera dicho hace 10 años que el factor ambiente sería importante para mí, no lo habría creído. Me pregunto si este reciente enfoque lúdico de los espacios (la frase es de Forges) viene aparejado con la edad y los mejores sueldos, o es que el gusto está hecho de mil disgustos, y a fuerza de probar voy desarrollándolo. Buen o mal gusto, eso es discutible. Una tercera explicación es que una cena deliciosa en un restaurante especial siempre te devuelve un poco a las veladas agradables del pasado. Y reeditar nos mantiene vivos.

Pero volvamos a La Vaquería Suiza, que era totalmente desconocida para mí hasta que mi amiga G. (que me lleva bastante ventaja en esto del hotspotting) comentó que estaba muy bien para tomar algo después del trabajo. El viernes pasado por fin surgió la posibilidad de pasar por allí, y nos dirigimos a Blanca de Navarra 8, una calle por la que no había pasado jamás (y eso que tengo bastante trabajada la zona de Chamberí y Alonso Martínez). Casi nos lo pasamos al bajar, y es que sólo una placa antigua medio descolocida de esas que tienen las antiguas mantequerías del barrio de Justicia (me pregunto si el nombre es heredado de un antiguo local) marca el sitio. Cuando por fin te paras y miras a través de los ventanales blancos de madera, se distingue un ambiente cálido y agradable, gente joven (o como sean los de mi edad) bebiendo vino rodeados de cuadros, plantas y muebles retro. Pintura clara, ventanales, ladrillo visto... esas cosa ganan mi confianza bastante rápido.

Aunque me gustó mucho el sitio tengo que reconocer que deberían mejorar algunas cosas, principalmente la carta: al principio me pareció bien que fuera corta, incluso accedí a cambiar de plato cuando me dijeron que ya no les quedaba el que había elegido (eran las 10 de la noche!). Pero cuando nos trajeron la cuenta me tuve que replantear todo ("¿cómo no se me ha ocurrido pedir la carta de vinos antes de pedir?" martilleaba en mi cabeza). Por esos precios no deberían tener roturas de stock, da la impresión que no tiene demasiado bien cuadrada la logística, o que la cocina o el cocinero son limitados. Y es una lástima, porque es un restaurante al que apetece volver, porque tiene encanto. Uno de esos sitios en los que la conversación fluye fácilmente, animada por la de las otras mesas, y las copas de vino te encienden las mejillas lo suficiente como para atreverte a pedir postre (que traen en lanchas de pizarra, tan chic). Uno de esos sitios que permite reeditar las noches mágicas de confidencias y silencios. De miradas.

Ahora lo tengo: nos gusta cenar con gente especial en sitios bonitos porque nadie quiere recordar momentos mágicos en un KFC.

11.11.11

This land is your land

[Siempre es extraño pensar la diferencia que marca estar por encima o debajo de las nubes]

No sé, me ha dado hoy por las películas y la música. Pero es que es mi tercer día de acueducto, y después de una temporada de vacío existencial y temporal por fin puedo ir recuperando poco la costumbre de escribir. O lo que sea, dejémoslo en "publicar". De pronto ha sonado en mi iPod "this Land is you Land" y la voz de Sharon Jones me ha devuelto al comienzo de Up in The Air, me encantan las vistas desde un avión.

Cada país tiene su propio paisaje aereo, desde las parcelas inmensas de color pardo salpicadas de copas globosas de encinas en España hasta el mosaico de verdes y gris acero de los terrenos rodeados de canales de Holanda. El mundo parece una maqueta de sí mismo visto desde la cabina de una avión, especialmente las montañas, esos irreales bloques de cartón pintado sobre los que se ha espolvoreado harina.


En mi último vuelo pude ver el Mont Blanc nevado, y como cada vez que he pasado por los Alpes, me han impresionado. Tanto vistos desde abajo, como en aquel viaje que hice con el colegio a los 15 años y paramos en Innsbruck y Vaduz, como en esta vista aérea que recuerda las palabras del poeta:


Far, far above, piercing the infinite sky,
Mont Blanc appears-still, snowy, and serene-
Its subject mountains their unearthly forms
Pile around it, ice and rock; broad vales between
Of frozen floods, unfathomable deeps,
Blue as the overhanging heaven, that spread
And wind among the accumulated sleeps;


[No es nada fácil sacar buenas fotos por ese ventanuco, pero se ve el glaciar]

9.11.11

Sólo somos engranajes

WORLD ORDER / Machine Civilization
[El baile ilustra cómo funciona el mundo. Todos nuestros movimientos hacen girar la gran rueda]

Hace unos días fuí al cine a ver una película que sólo he visto anunciada en banners en internet (aparte de la reseña en Expansión), pero merece la pena. Margin Call (2011) reune casi de manera casual a un puñado de (grandes) actores que interpretan su papel sin darse importancia. Usando como punto de origen una firma detrás de la que se adivina a Lehman Brothers, explica una vez más qué es lo que nos está pasando, y cómo nos hemos embarcado en la misión imposible de vivir por encima de nuestras posibilidades, corriendo alegremente hacia el precipicio con los ojos vendados. Pero ¿acaso no se nos ha entrenado para ganar dinero y comprar cosas? Lo enmascaramos bajo el pretexto de vivir como gente de gusto que se rodea de objetos bellos, elegantes, únicos y de lujo. Como gente especial.

Lo que más me gustó fue el enfoque desde el punto de vista de los propios agentes y ejecutivos. Nada de lacrimógenas escena de familias desahuciadas de sus casa, o larguísimas colas del paro o viejecitas estafadas. Nada de eso. Miramos desde los ojos de los primeros de la clase, que han entrado en el juego a su debido precio. Los estudiantes de ingeniería aeronáutica pasan de calcular órbitas de satélites a hacer proyectos para una consultora, a vender y comprar en "los mercados" (esas regiones misteriosas y demónicas), porque total, "sólo son números". Los números, a pesar del dinero, con el tiempo dejan de ser divertidos. Los números, las transacciones con valores en constante cambio, al final parecen llenar menos que construir un puente o escribir un libro. Pero los números también son áticos, zapatos de Louboutain, un Aston Martin, vinos selectos. Y la búsqueda suicida de algo más, como la de Will, el personaje que interpreta Paul Bettany. Es uno de los personajes más interesantes de la película, porque refleja todas las contradicciones de ser parte del sistema. Mi cita favorita de la película sale de sus labios:

Listen, if you really wanna do this with your life you have to believe you're necessary and you are. People wanna live like this in their cars and big fuckin' houses they can't even pay for, then you're necessary. The only reason that they all get to continue living like kings is cause we got our fingers on the scales in their favor. I take my hand off and then the whole world gets really fuckin' fair really fuckin' quickly and nobody actually wants that. They say they do but they don't. They want what we have to give them but they also wanna, you know, play innocent and pretend they have know idea where it came from. Well, thats more hypocrisy than I'm willing to swallow, so fuck em. Fuck normal people. You know, the funny thing is, tomorrow if all of this goes tits up they're gonna crucify us for being too reckless but if we're wrong, and everything gets back on track? Well then, the same people are gonna laugh till they piss their pants cause we're gonna all look like the biggest pussies God ever let through the door.

[Actores. Nadie saber disfrazarse mejor según la ocasión, en Sundance les tocaba estilo gafapasta.]

8.11.11

Morimos un día cualquiera

[Romeo liderando sus huestes. Otro aragonés perdido para la causa]

Acabo de enterarme, casi de manera casual, de la muerte de Félix Romeo. Aunque no he leído ninguno de sus tres libros, recuerdo perfectamente cuando se publicó Dibujos Animados. Yo vivía entonces la vida del estudiante emigrante en Madrid, y algunas veces daba vueltas por el Vips de la calle Fuencarral para matar el tiempo y buscar inspiración en los libros, que se podían hojear y casi leer de una sentada. De aquella contraportada creo recordar (pero igual me equivoco) una foto de Romeo con boina, posando en la carcel como un Ché rubicundo. Siempre he sentido admiración porque decidiera ir a la carcel y no convertirse en un martir, sino transformar la experiencia en literatura y metaliteratura. Y lo recuerdo a mi pesar, porque sé lo que buscaba cuando husmeaba entre los libros: referencias que poder usar en mi correspondencia. Criatura lastimosa que era entonces, al menos ahora ya no escribo cartas. Ya no escribo, en general.

Más que leer a Romeo, lo que siempre me ha gustado es escucharlo. Sus entrevistas en La Mandrágora, perspicaces y apasionadas (muy alejadas de las de Vidal-Folch en Nostromo, al que tengo cierta manía). Y sus intervenciones en radio, como ésta, la última que realizó, justo dos días antes de morir de manera inesperada de un paro cardiaco. Me quedo con el relato divertido que hace del nombramiento a título póstumo de caballero a Cervantes, y con su frase de despedida: "Subiremos en Clavileño y que sea lo que dios quiera".

6.11.11

Chesterton aliterante

[Keitel y Carradine en guardia, paisaje digno de Monet si hubiera amapolas. The Duellists (1977) está basado en un relato de Conrad, pero Ridley Scott seguramente leyó también a Chesterton.]

[...] But he saw that these fears were fancies, for he found himself in the presence of the great fact of the fear of death, with its coarse and pitiless common sense. He felt like a man who had dreamt all night of falling over precipices, and woke up on the morning when he was to be hanged. For as soon as he had seen the sunlight run down the channel of his foe's foreshortened blade, and as soon as he had felt the two tongues of steel touch, vibrating like two living things, he knew that his enemy was a terrible fighter, and that probably his last hour had come.

He felt a strange and vivid value in all the earth around him, in the grass under his feet; he felt the love of life in all living things. He could almost fancy that he heard the grass growing; he could almost fancy that even as he stood fresh flowers were springing up and breaking into blossom in the meadow - flowers blood-red and burning gold and blue, fulfilling the whole pageant of the spring. And whenever his eyes strayed for a flash from the calm, staring, hypnotic eyes of the Marquis, the saw the little tuft of almond trees against the skyline. He had the feeling that if by some miracle he escaped he would be ready to sit for ever before that almond tree, desiring nothing else in the world.

[G.K. CHESTERTON (2007) The Man Who Was Thursday. London: Penguin. Pg. 127]

1.11.11

Bajo el volcán (griego)

[La música de Wilco, más que sus letras, desata mi imaginación y la nostalgia]

Desde que pasé mi primer (y único) día de Todos los Santos en México DF tengo ganas de dedicar el festivo a leer Under the Volcano. Lo he buscado por casa de mis padres y no aparece. Espero no tener que sumarlo a la lista de cosas que llevo perdidas en los últimos tiempo. Sólo en dos meses he dejado por el camino una pulsera, el reloj y las gafas de sol. Las pérdidas no se limitan a objetos, también (especialmente) a oportunidades. Hoy, por ejemplo, Wilco está tocando en el Price, y como decidí no comprarme la entrada en su momento he tenido que conformarme con escucharlos en el iPod con las luces apagadas. Jo.

En fin, la lista de lo que no he hecho es tan abultada y escandalosa que mejor no hurgar en ella y centrarse en lo que ha sido este 1 de noviembre. Ignorante de la que estaba liando Papandreu con sus declaraciones (que va a someter las medidas de la quita etc a referendum, va y dice), ignorante de que la bolsas caían es espiral, las primas de riesgo subían como la espuma y Angela Merkel escuchaba Beethoven para animarse a invadir Grecia y solucionar de un plumazo todos nuuestros problemas, me he lanzado a la calle. Noticias como éstas empiezan a quitarme el hambre y las ganas de asomarme a los escaparates, 5 millones de parados ya son suficientes como para que este señor se descuelgue con semejantes frivolidades, porque la decisión ya no le corresponde a los griegos, el problema es de varios millones más de europeos.

Pero esta mañana, por más nublada que haya amanecido, no me imaginaba nada parecido. Las calles del centro estaban repletas de gente, muchos, como yo, entraban en las tiendas a mirar y poco más. Otros hacían cola para entrar a la exposición de la Fundación Caja Madrid (tantos que desanimaban, ya veré en otra ocasión Arquitecturas Pintadas). Al final, en la Casa del Libro de la calle Maestro Guerrero no he podido resistirme más y he comprado Rayuela (que jamás he leído, mea culpa) y el que tenéis debajo, American Gods, de Neil Gaiman. He hojeado un poco éste último y tiene pinta de enganchar desde la primera página. No me gusta celebrar Halloween, pero no me parece mal cerrarlo con este punto gótico.

En realidad no puedo cerrar el episodio de la Casa del Libro con un punto gótico, tengo que cerrarlo con uno jocoso, esperanzado, y algo patético: cuando estaba pagando en caja, el chico que me atendía, al darle la tarjeta de crédito, me ha preguntado si tenía carnet joven. Me ha asombrado tanto que sólo he podido exclamar "¿Cómo dices?", y él me ha repetido la pregunta, con cara inocente. Qué momento de ternura y felicidad (o quizás autocompasión) he sentido en ese momento. "No, pero ya me gustaría", he respondido. Y se ha empezado a reir, ignorante de que acaba de realizar la buena acción del día. Terminada la transacción, cuando ya recogía mi ticket y mi bolsa se lo he agradecido, entre más risas. Y aquí estoy, preguntándome todavía si el tipo es miope, si lo ha preguntado mecánicamente, si era irónico o si (y ésta es la que me gusta) tanto tarro de crema funciona de verdad.


[Si lo empiezo esta noche estoy perdida, lo presiento]

Mi vida lejos de Nels Cline


[Hoy toca Wilco en Madrid y yo en mi casa, escuchándolos con el iPod]

There's a random painted highway
And a muzzle of bees
My sleeves have come unstitched
From climbing your tree
And dogs laugh, some say they're barking
I don't think they're mean
Some people get so frightened
Of the fences in between
And the sun gets passed from tree to tree
Silently, and back to me
With the breeze blown through
Pushed up against the sea
Finally back to me
I'm assuming you got my message
On your machine
I'm assuming you love me
And you know what that means
Sun gets passed, sea to sea
Silently, and back to me
With the breeze blown through
Pushed up above the leaves
With the breeze blown through
My head upon your knee
Half of it's you, half is me
Half of it's you, half is me


[Wilco, Muzzle of Bees]