28.1.13

"Calm down, crazy!"

[El sábado estuve viendo The Silver Lining Playbook, y me gustó mucho. Mucho.
Bradley Cooper está muy bien, pero Jennifer Lawrence le roba la película.]

If you're traveling in the north country fair
Where the winds hit heavy on the borderline
Remember me to one who lives there
She once was the true love of mine.

If you go when the snowflakes storm
When the rivers freeze and summer ends
Please see if she's a coat so warm
To keep her from the howlin' winds.

Please see if her hair hangs long
If it rolls and flows all down her breast
Please see from me if her hair hangs long
That's the way I remember her best.

I'm a-wonderin' if she remember me at all
Many times I've often prayed
In the darkness of my night
In the brightness of my day.

So if you're travelin' in the north country fair
Where the winds hit heavy on the borderline
Remember me to one who lives there
She once was a true love of mine.

[Bob Dylan, Girl from the North Country Town]

26.1.13

"Vertel me wie ik ben"


[En una habitación del Hotel de la Paix, en un barrio cualquiera de Paris]

The Bourne Identity no es la primera película que viene  la mente cuando se trata de buscar una en la que la química de la pareja protagonista sea especial. No la había visto entera hasta anoche, pero ya la tenía en mente por una escena que hace años vi haciendo zapping casual y me impactó. Matt Damon está enjuagando el pelo de Franka Potente después de habérselo teñido de oscuro. Un pobre chorro de agua sale del grifo pasado de moda mientras él va quitándole los restos de espuma de la melena mojada en la bañera, que también es antigua y obliga a Marie a estar arrodillada en el suelo. Cuando termina de lavarle la cabeza, Jason le seca un poco el pelo y empieza a cortárselo de la manera más torpe, sin peinarlo siquiera; simplemente se hace con un mechón grueso y mete la tijera, que se atraganta con tal cantidad y va cortando con dificultad. Parece que va a hacerle un desastre en la cabeza, pero poco a poco va dándole forma; el color oscuro hace más duras la facciones de Marie, pero también da profundidad a sus ojos castaños, en los que se puede leer lo que está pensando, sintiendo. No se pronuncia ni una palabra, sólo se escucha el murmullo del agua, del tintinear de la tijera, el de las hebras de cabello desgarrándose en cada trasquilón. No son más que un par de minutos, pero hacen que el espectador, petrificado en el sofá, pierda el aliento y apriete los nudillos ante lo que se desarrolla y lo que anticipa.

Es una película de acción, me dicen. Pero los momentos cumbre transcurren a un ritmo similar: el tiempo se hace denso, se alarga telescópicamente de manera que los sentidos se expanden y podría escuchar el ruido de un alfiler al caer en la habitación. Ocurre así cuando Jason aparca el Mini Rojo de Marie frente a la Gare du Nord. Acaban de escapar de su piso, y él le pide que espere en el coche mientras deja el dinero y los pasaportes en un lugar seguro; las taquillas de la estación garantizan el anonimato. Se aleja caminando con la bolsa roja al hombro, y a través de la luna salpicada de gotas de lluvia vemos como se va perdiendo en la multitud conforme se acerca a la entrada. La Gare du Nord tiene la fachada decimonónica clásica con vidrieras en forma de U invertida (como Atocha), pero es bastante más grande, un hangar gigantesco con varias naves, estatuas y columnas de piedra que mira a Marie (que apenas se atreve a moverse de su asiento) desde ese ojo sin párpados ni piedad que es el reloj. Marie ha seguido a Jason con al mirada, pero las llaves, que aún se balancean dentro del contacto, llaman su atención. Jason. Llaves. Jason. Abre el bolso y contempla el fajo de dólares que él le ha dado.

Jason está dentro, en medio del bullicio de pasajeros y anuncios. Trata de localizar la consigna pero no llega a verla, las letras en constante rotación del panel de Salidas se cruzan en su camino: Lille, Londres, Bruselas, Ámsterdam... cualquiera puede ser un destino de huida en este momento, durante unos segundos parece absorto en la elección. Pero la siguiente escena es la de la bolsa roja precipitándose al fondo de la taquilla; ha decidido quedarse y avanza decidido hacia el coche. Por eso parece tan perdido cuando se acerca para descubrir que está vacío, Marie no está tampoco en los alrededores. Tiene que decidir por segunda vez si escapa, si espera... No le da tiempo; ella ya está caminando hacia el Mini con una botellita de licor en la mano. No esperaba volver a verlo. Pero allí están los dos desconocidos, mirando de nuevo al contacto, constante punto de inflexión de esta historia. Ser extraños es el más potente de los vínculos que pueden producirse entre dos personas, al menos durante los momentos de deslumbramiento que suceden el encuentro. Con el tiempo y la costumbre se pierde la fuerza, los motivos se desdibujan. Pero ese fogonazo, esa revelación que se tiene al descubrir en el otro algo de ti que te une a él... Merece la pena vivir y equivocarse por ese momento.

[La primera estación parisina que pisé en mi vida, empeñada como estaba en fotografiar el fotomatón de Amelie. La foto es de este sitio.]

20.1.13

Es oficial, abandono (por ahora)

[Tampoco he podido este año, pero después de leer éste párrafo de la introducción de Michael Schmidt a la edición de Penguin (2000), me siento mejor. Mentes más brillantes han fallado antes.]
 
[...] Many readers find it hard to break into Under the Volcano. Their difficulty is the shadow of the trouble Lowry had in writing it. Like other major novels of its kind - Moby Dick, for instance, and Nostromo (Melville and Conrad meat a great deal to the young  Lowry, and both authors struggled hard for those books); like The Rainbow, and Thomas Mann's Dr Faustus - it can take several attempts before one really gets going. Readers who have visited the novels 'terrain' - landscapes, plazas, the very buildings - wrestle with the narrative strategies. After three false stars I first read the book through when I was twenty-two, even though I grew up in the very streets that Lowry describes [...].

He conseguido leer los cuatro primeros capítulos, pero este libro no es para matar los 10 minutos previos al sueño. Too taxing for a tired, teetotaller brain.

Vindurinn

[Edward HOPPER (1932) Room in New York. Uno de mis cuadros favoritos de la exposición que montó el Thyssen este verano. Una sola nota hace evidente el silencio. Ella es la comodidad del sillón rojo en la que él se deja caer; él, blanco y negro como el piano, el instrumento que ella quiere tocar. ]

This house has been far out at sea all night,
The woods crashing through darkness, the booming hills,
Winds stampeding the fields under the window
Floundering black astride and blinding wet

Till day rose; then under an orange sky
The hills had new places, and wind wielded
Blade-light, luminous black and emerald,
Flexing like the lens of a mad eye.

At noon I scaled along the house-side as far as
The coal-house door. Once I looked up -
Through the brunt wind that dented the balls of my eyes
The tent of the hills drummed and strained its guyrope,

The fields quivering, the skyline a grimace,
At any second to bang and vanish with a flap;
The wind flung a magpie away and a black-
Back gull bent like an iron bar slowly. The house

Rang like some fine green goblet in the note
That any second would shatter it. Now deep
In chairs, in front of the great fire, we grip
Our hearts and cannot entertain book, thought,

Or each other. We watch the fire blazing,
And feel the roots of the house move, but sit on,
Seeing the window tremble to come in,
Hearing the stones cry out under the horizons.
 
[Ted Hughes (1957) Wind]

La única medicina


 [Panta Rhei, una de mis librerías favoritas de Madrid. Y debajo, los estantes de comics]

 
Vaya sábado ocioso, estar en casa escribiendo a la una de la mañana mientras escucho Teenage Fanclub (después de 15 años sin poner Songs from Northern Britain  aún puedo cantar todas las canciones y siguen pareciendo frescas) no es sino la culminación. Ha llovido toda la noche y todo el día, el viento ha batido las persianas y ha silbado al pasar por las ventanas mal cerradas. Viento es a desazón lo que lluvia a melancolía, y cuando amanece así lo primero que viene a mi mente al abrir los ojos son otros sábados de invierno y tormenta. Al salir de casa de mis padres esta tarde sólo me apetecía comprarme un libro. Un libro arregla las cosas, a veces, si consigo sacar el tiempo. Y comics es casi lo único que compro de un tiempo a esta parte, porque no me matan de aburrimiento - son ficción,  pero las palabras están por fin administradas con criterio: las imágenes les roban el espacio y la elocuencia. Sobran explicaciones.

[Jo, qué bueno es este disco, desde "Start again" a "Speed of light". Ahora entiendo por qué pasé un curso entero (3º de carrera, creo) escuchándolo en el zulo de la calle Juan de Austria en el que vivía mi amiga M. Y menos mal, porque vaya año de depresión fue aquel.]

Comics, decía. Hoy me he decidido por El Vecino I y II, de Santiago García y Pepo Pérez. Del primero sé muy poco o nada, pero a Pepo lo sigo bastante por su blog (que puedes consultar en la columna de sitios que sigo, a la derecha). A ver cómo resulta, tengo una curiosidad tremenda. Incluso buen humor, estos malditos escoceses que suenan por segunda vez deben ser los culpables.

[Más comics, esta vez en La Central de Callao]
 
[Y ya en casa, con mi copia de El Vecino. ¡Por fin!]

12.1.13

"Quieren ganarle a la muerte"


["Ellos dicen que quieren ganarle a la vida. Están completamente locos."]

Anoche no escribí casualmente sobre la carrera con la que llevo dando guerra desde hace meses. Como me suele ocurrir con demasiada frecuencia últimamente, el borrador estaba hecho a la espera de un cierre publicable. Y de manera inesperada un amigo (que sí corre en serio, no como yo, la eterna dilettante) me mandó un mensaje con este enlace. Y tantas cosas se dicen en este poema que son ciertas, pero, de nuevo, tiene que venir alguien a ponerlas en negro sobre blanco para que podamos darnos la palmada en la frente mientras gritamos eureka. Somos una secta invisible, y cada día es una sorpresa.

El texto completo del poema de Marciano Durán , si te gusta el vídeo, lo tienes en este enlace. Yo me quedo con éste párrafo de entre todos:

En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan…
sólo para disfrutar del descanso.
En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían
y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles,
serpentean caminos de tierra,
trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida,
esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera,
pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques,
se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro
y corren, corren y corren.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas,
escuchan a los horneros y a las gaviotas,
escuchan sus latidos y su propia respiración,
miran hacia delante, miran sus pies,
huelen el viento que pasó por los eucaliptos,
la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y
entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza.

11.1.13

Piernas

 [Impresiona ser parte de una marea de 39000 corredores que va del Bernabéu al estadio del Rayo. Nike ha colgado estas dos entre un montón de fotos espectaculares de la carrera en FB.]

A estas alturas del año aún no he contado el hito más importante de mi historia reciente, una de las pocas metas que me he marcado y he cumplido a rajatabla, casi la única hazaña (y si hace unos años me hubieran dicho que iba a ser física me hubiera carcajeado). Todo el entrenamiento de domingos por la tarde durante un año al final tuvo sus frutos, y no sólo conseguí vencer mis mayores resistencias (esas fuerzas procrastinadoras que tantas oportunidades de luchar por lo que quería me han hecho perder cosas en el pasado), también conseguí vencer al frío y esa cuesta matapersonas de la avenida de la Albufera. Sí, me apunté a la San Silvestre, la corrí, terminé e incluso mejoré marca, con mis 58:12 estoy más que contenta. Como si aquello fuera una peli americana de superación y yo tuviera 20 años menos de los que tengo, mis padres fueron a verme con lagrimitas en los ojos y barbillas temblorosas, y hasta me sacaron una foto en la que se ve un borrón gris-anaranjado que supuestamente soy yo a 6 km/h. Oh yeah! Emocionante de principio a fin.

No sé explicar muy bien por qué me gusta correr. Porque puedo estar en silencio, concentrada en algo; estar sola en la multitud, independiente pero acompañada de otros cometas que quedan detrás o me adelantan. Porque puedo vaciar mi cabeza y concentrarme en disfrutar de mi respiración, del aire fresco, la luz en permanente mutación, los perfumes de las flores que cambian con las estaciones, y los de los corredores, que cambian con las vueltas. Porque tengo que luchar cada segundo para alcanzar el objetivo, sobre todo al principio, cuando las piernas aún responden al cerebro que dice que ya está bien. Después las piernas se hacen fuertes y es el resto del cuerpo el que tira del cerebro. Me gusta porque un día todos los coches se paran y te ceden la calle, y de repente eres consciente de que estás bajando Serrano con todas tus energías, a tu derecha se abre la plaza de Colón y allí al fondo distingues la Puerta de Alcalá (y al pasar a su lado te das cuenta de que nunca has estado tan cerca de ella, o de la Cibeles). Me gusta porque me une a un montón de desconocidos con los que sólo tengo en común este afán por cruzar la meta, con los que formo un ser pluricelular que se desplaza con miles de pies, al que se unen cientos de manos que te animan desde la acera aunque nunca antes te han visto. Manos de niños que quieren chocar con las mías.

Hace apenas una semana, y apenas duró una hora. Y como pasa con todo lo vivido intensamente, más que un recuerdo muy concreto o una imagen, sólo quedan las sensaciones. Cuesta poner en palabras lo que la memoria sensorial me está devolviendo, para conjurar esa experiencia no suele quedar más remedio que repetirla (¿es por eso que todo esto que llaman vida parece muchas veces una búsqueda proustiana?). Sólo sé que el lunes pasado fui andando hacia Canal, mi lugar de entrenamiento, y cuando por fin empezaban a divisarse sus luces desde lejos, por casualidad Sparkplug Minuet (de la banda sonora de The Royal Tenenbaums) empezó a sonar en mi iPod, y my spirits, o lo que sea que me eleva en los momentos sublimes, me hizo caminar hacia las pistas con la misma emoción que si estuviera entrando en un estadio olímpico, porque estaba orgullosa de mí misma.

That was it. An unexpected sparkplug triggering a tiny spot of pride in my soul.

[Y estoy en esta foto de la salida del cajón de mujeres. Extraño ser actriz y espectadora]

2.1.13

Bradley Cooper para abrir el año

[Es obvio, el entrenamiento funciona. Everybody loves The Face]

La tele estaba encendida pero apenas estaba prestándole atención, lo que necesitaba era ruido blanco para seguir trabajando en el ordenador. Y de pronto una canción se fue haciendo presente poco a poco a baquetazos. Sin saber su nombre o su letra reconocí a Carney y Auerbach (es extraño sentir esta familiaridad con ellos, cuando sólo hemos compartido espacio con otras 15000 personas). Era I got mine, la busqué más tarde.

En pantalla, (porque tuve que subir la vista) estaba Bradley Cooper descamisado y  enzarzado en un repartee clásico con Jessica Biel: Bronceado, musculoso, media sonrisa lobuna, barba de tres días, guiño canalla en los ojos... el perfecto seductor. Pero detrás de la fachada, bajo esos párpados a media asta, falsamente indolentes, vigilaba un cerebro siempre alerta, maquinando... Los chicos malos nunca son tontos. He ahí el problema.

Así eché el resto de la noche, estuve viendo "El Equipo A". Pero es que salía Bradley Cooper .