8.11.11

Morimos un día cualquiera

[Romeo liderando sus huestes. Otro aragonés perdido para la causa]

Acabo de enterarme, casi de manera casual, de la muerte de Félix Romeo. Aunque no he leído ninguno de sus tres libros, recuerdo perfectamente cuando se publicó Dibujos Animados. Yo vivía entonces la vida del estudiante emigrante en Madrid, y algunas veces daba vueltas por el Vips de la calle Fuencarral para matar el tiempo y buscar inspiración en los libros, que se podían hojear y casi leer de una sentada. De aquella contraportada creo recordar (pero igual me equivoco) una foto de Romeo con boina, posando en la carcel como un Ché rubicundo. Siempre he sentido admiración porque decidiera ir a la carcel y no convertirse en un martir, sino transformar la experiencia en literatura y metaliteratura. Y lo recuerdo a mi pesar, porque sé lo que buscaba cuando husmeaba entre los libros: referencias que poder usar en mi correspondencia. Criatura lastimosa que era entonces, al menos ahora ya no escribo cartas. Ya no escribo, en general.

Más que leer a Romeo, lo que siempre me ha gustado es escucharlo. Sus entrevistas en La Mandrágora, perspicaces y apasionadas (muy alejadas de las de Vidal-Folch en Nostromo, al que tengo cierta manía). Y sus intervenciones en radio, como ésta, la última que realizó, justo dos días antes de morir de manera inesperada de un paro cardiaco. Me quedo con el relato divertido que hace del nombramiento a título póstumo de caballero a Cervantes, y con su frase de despedida: "Subiremos en Clavileño y que sea lo que dios quiera".

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