21.12.09

Mantas hasta el cuello, nieve afuera

[Mi calle esta mañana casi invernal]

Así que ésto es ser un europeo moderno, ¿no? Después de un fin de semana de empacho en empacho (las comidas de navidad concatenadas pudieron ayer conmigo, me acosté a las 9 y hasta las 8.30 de hoy no he podido levantarme) he saltando de la cama deseando tomarme un café calentito. Y cuando he subido la persiana para dejar que el día entrara en la casa, he visto que todo estaba cubierto por una capa de nieve de 5 centímetros - el cajón de las gatas incluído, no querían salir, las pobres.

El tráfico estaba fatal en Madrid, otra buena razón para trabajar en casa bajo una mantita. ¡Cuánto me gustaría poder pasar la tarde leyendo en la cama o viendo The Shining, un película que siempre asocio a las nevadas y me gusta ver de vez en cuando! Los infiernos helados son los más aterradores. Estoy pensando en los encuentros en el glaciar y en el polo entre Victor Frankenstein y su criatura, el Cozytus del noveno círculo de Dante (formado por las lágrimas de Lucifer y helado por batir de sus alas, glups!) o incluso la peli de The Thing. Cuando era adolescente el frío me generaba miedo y me podía pasar horas pegada a una estufa. Una extraña reaccción física distinta al amor por el fuego de Jane Eyre. Ahora sólo me provoca pereza de la buena, de la de quedarme en la casa con un buen libro.

[Coches nevados, hace unos días]

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