4.7.12

Españoles por Europa

[Una foto que dice muchas cosas, tomada de El Mundo]

He estado buscando entre todas las instantáneas que se han publicado en los últimos días alguna que refleje cómo me hace sentir esta victoria, y ninguna lo consigue del todo. Estoy muy contenta, y me alegro mucho de que estos chicos hayan logrado un record histórico, un hito en sus carreras. Pero al mismo tiempo, durante todo el campeonato me he estado preguntando si tenía mucho sentido estar jugando contra países que están en una situación similar a la nuestra en las canchas económicas, o peor aún, jugar contra los que eventualmente tendrán que rescatarnos si vienen mal dadas. Es irónico reflexionar sobre cómo nos dejamos llevar por el entusiasmo cuando la selección gana, hasta el punto de creemos que vencer a Irlanda, Portugal e Italia nos coloca en un estatus superior en el foodchain de los PIGS, y le demuestra algo a la Alemania de Merkel. Aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento - ganar la Eurocopa no es vencer la resistencia de Angela a los eurobonos, ella sigue sin ser el problema. El problema lo tenemos nosotros por las dinámicas que hemos creado y perpetuado, y nosotros lo tendremos que resolver. Hay un artículo de Orwel llamado "The Sporting Spirit" (texto clásico para los que hemos estudiado inglés en la escuela oficial de idiomas, y que podéis encontrar entero en este enlace) que ilustra el lado oscuro de la competición, de ser hincha. Denuncia ese hobbie tan español de ver los toros desde la barrera y jugar a seleccionador:

[...] Nearly all the sports practised nowadays are competitive. You play to win, and the game has little meaning unless you do your utmost to win. On the village green, where you pick up sides and no feeling of local patriotism is involved. it is possible to play simply for the fun and exercise: but as soon as the question of prestige arises, as soon as you feel that you and some larger unit will be disgraced if you lose, the most savage combative instincts are aroused. Anyone who has played even in a school football match knows this. At the international level sport is frankly mimic warfare. But the significant thing is not the behaviour of the players but the attitude of the spectators: and, behind the spectators, of the nations who work themselves into furies over these absurd contests, and seriously believe — at any rate for short periods — that running, jumping and kicking a ball are tests of national virtue.[...]

Y sin embargo, ¿es todo negativo? ¿Hay que renunciar a jugar? ¿Hay que pedir perdón por ganar? ¿No es posible sacar nada positivo de un evento que nos ha unido a todos frente al televisor, ha lubricado miles de relaciones profesionales a través de simples conversaciones de oficina y ha desviado nuestras mentes, siquiera por un momento, de la espiral descendente de las bolsas y una prima de riesgo que tiende a infinito? Pues probablemente sí, si no nos quedamos en la superficie. Al final lo que ha ocurrido, y es el pensamiento que a mí me consuela, no es que el novio de Sara Carbonero y sus alegres muchachos nos hayan brindado una nueva oportunidad de jarana ahora que llega el verano y campan ociosos los estudiantes. Lo que ha ocurrido es que un grupo de profesionales de los suyo, cada uno desde su propio equipo, con su propia idiosincrasia, con una función diferente y al mismo tiempo con ambiciones que no siempre tienen por qué casar con las de sus compañeros, ha conseguido armonizar su trabajo y sacar adelante un proyecto con soluciones propias que funcionan. No lo han hecho solos, Vicente del Bosque hace que la amalgama informe se convierta en un material superconductor y eficiente. Mucha gente rechaza comparar los equipos con empresas con la excusa de que los equipos se construyen sobre la emoción, pero es que también las empresas se construyen sobre sueños, esperanzas e ilusiones. También las construyen las personas.

¿Qué tiene esta foto de especial? Es una imagen atemporal, ánfora griega, tapiz medieval o monumento decimonónico, el adalid presenta los símbolos de la vistoria a la autoridad moral de la nación. Pero el rey ya no es lo que era, y en sus discursos no es capaz de pedir a los ciudadanos lo que requiere la ocasión: que cada uno analicemos en nuestro fuero interno cómo podemos desarrollarnos en nuestro campo para llegar a la excelencia, que trabajemos juntos para conseguir el avance de todos. ¿Qué puede pedir el mismo hombre que se rompió la cadera cazando elefantes (y no entro en detalles de la aventura por no cargar las tintas)? ¿Puede pedir a los jóvenes en paro que tengan como modelo a los futbolistas? ¿Puede insuflar a la nación un espíritu de unidad en la tribulación, de trabajo y lucha contra la adversidad? ¿Conserva don Juan Carlos alguna reserva de dignidad para conseguir sublimar los sentimientos? Ya no estoy segura. Y los problemas de la próxima década ya salen en la foto, no se pueden esconder más. Xavi Hernández, con la cabeza vuelta, mirando en dirección contraria a Casillas y el Rey, me hace pensar que estamos en los últimos momentos de unidad que vamos a conocer como España.

Siempre positiva, yo, ¿eh?

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