[Penélope Cruz en el calendario de Campari: Envidia de vestido y de gatitos]
Estos italianos y sus regalos de navidad: Campari es otra de las firmas transalpinas que sacan calendario exclusivo para un número limitado de clientes y amigos (9999 copias en su caso). Es un producto más bien para hombres, pero aún así me encanta esta foto.
2012 no fue garantía de nada, la crisis externa e interna nos ha dejado casi al borde de la deseperación. 2013 tiene todo que ofrecer, pero nada puede ir mal con esta cantidad de gatitos negros. Si ya me trajera un vestido rojo como el de Penélope...
Se encuentran perlas hasta en los lugares más insospechados. Y yo, fiel hojeadora de la revista Glamour cada mes (no diré lectora, pero sí fiel a mis ganas de empaparme de lo fashion) me he encontrado con una entrevista a Arturo Pérez Reverte. El motivo: la publicación de su última novela, El Tango de la Guardia Vieja (ed. Alfaguara). Aunque no siempre me convence como escritor y de vez en cuando se repite, dos cosas sí hay que reconocerle al señor académico. La primera es que es valiente. Estará más o menos equivocado, pero trata de decir lo que piensa, y de pensarlo antes de decirlo. El sonido de una voz discordante se nota menos ahora porque hay más gente alzándola, pero desde sus artículos y desde Twitter, Pérez Reverte ha sacado a la palestra esas cosas que los demás nos callamos, o asumimos sin cuestionarnos. Y lo dice sin tener demasiado en cuenta políticos, académicos, periodistas y opinadores, gracias a dios.
La segunda es que tiene una capacidad analítica bastante aguzada, al menos en lo que se refiere a los males crónicos de los españoles. Este fragmento de la entrevista me ha gustado mucho y me ha parecido lleno de sentido (aunque eso de "los mecanismos de superioridad" chirría bastante, si lo hubiera dejado en "habilidades" habría quedado más equilibrado). Aun así... no puedo evitar pensar (y será un pensamiento malicioso) que hábil siempre para analizar también a sus lectores ha decidido escribir una obra para ese segmento lector que ha disfrutado con El Tiempo Entre Costuras y Dime quién soy:
Glamour: ¿De qué podemos enorgullecernos las mujeres de hoy? Arturo Pérez-Reverte: la mujer tiene algo de lo que el hombre carece. Él ha estado ocupado durante miles de años guerreando, cazando, yendo de machote... Ella ha estado callada, mirando, sobreviviendo en un mundo hostil para su género. Por eso ha generado una especie de lucidez. Hasta las más tontas tienen esa lucidez extrema, y eso ha creado mecanismos de superioridad intelectual, cultural, moral, que la hacen muy adecuada para los desafíos de los tiempos actuales. Estáis más preparadas para hacer frente a la adversidad. Acostumbradas a parir, a sufrir... El hombre, cuando se le cae el tinglao, cuando le fallan los amigos del bar o su equipo pierde, se desmorona. La mujer, al contrario, es cuando se hace más dura, más tenaz. Más ella. Como personaje es mucho más fascinante que un hombre. Además, la mujer aún no ha terminado de volucionar, no sabemos cómo vais a ser dentro de 20 años. Y eso precisamente es lo que me resulta fascinante. G:Pero llegamos a mayores y nos sucede como a tu personaje, nos enamoramos, nos quedamos embarazadas, tenemos hijos y nos cambia la vida, o nos cambia la cabeza... ¿qué nos sucede en ese momento? APR: Tenéis dos puntos débiles, el útero y el corazón. Y cuando el útero o el corazón se interponen toda esa sabiduría, esa superioridad se tambalea. Vuestra capacidad para el sentimiento; la sensibilidad, el afecto, la devoción, el volcarse en lo que amáis... os perjudica. Una mujer enamorada es su primer enemigo, renuncia justamente a los mecanismos que la hacen superior. Ése es el conflicto interesante y fascinante.
[Garijo, C. Libros Glamour. Glamour, Diciembre 2012, no. 122, p. 186]
[Ya está bien de repetir en cada reseña que son una banda modesta sorprendida por el éxito. Son unos músicos geniales, y tienen tablas y visión de lo que es espectáculo, el escenario era impresionante. Así empezaron con Howlin for you]
Algo no está desarrollandose como debería en mi supuesta madurez. Esta mañana me he despertado con el sabor dulce del concierto todavía en los labios (¿puede uno retorcerse perezosamente en la cama pensando en Dan Auerbach como si en lugar de una actuación hubiera vivido una noche de pasión?). Haber cogido vacaciones es la mejor idea que he tenido en mucho tiempo. No he tenido que hablar hasta las dos de la tarde, he podido hacer muchas cosas que tenía pendientes y hasta he nadado 60 largos en la piscina. Sólo me ha faltado tiempo para ponerme mi camiseta de groupie y tumbarme en la cama a escuchar The Black Keys durante horas como una adolescente. Hmmm, me encanta esta idea de escuchar Sinister Kid mientras mis Converse rojas bailan al ritmo:
A sinister kid is a kid who runs to meet his maker
A drop that spreads from the day he's born
Straight into his maker's arms
That's me, that's me
The boy with the broken halo
That's me, that's me
The devil won't let me be
Y el concierto... Una vez más he leído las críticas (al menos la del Mundo y la del País) y parecen escritas por zelotes de los de Akron. Yo también he estado arrancando las páginas de mi calendario en anticipación, y las últimas horas se me hicieron larguísimas. Yo también comprobé 20 o 25 veces que llevaba las entradas en el bolso cuando iba de camino. No conseguí seguir una sola conversación con mis amigos durante las cervezas que nos tomamos antes de entrar porque toda mi mente estaba ocupada por la hora de comienzo de la actuación. Todos esos síntomas del fanatismo los tuve, incluso cierto temblor en las manos mientras me ponía la camiseta oficial que acaba de comprar. Pero eso no quita que el concierto fuera un poco frío y en consecuencia, un poco corto. Admitámoslo, no fue el mejor concierto del mundo, aunque la música fuera genial. En determinados momentos tuve la sensación de que Auerbach y Kerney no sabían qué estaba pasando, si nos estaba gustando o no, si nos enterábamos de cómo se sentían ellos, si podían "dialogar". Éramos una masa informe y despistada que no podía ponerse de acuerdo ni para pedir los bises. La comunicación no era bidireccional. Y como no transmitíamos nos dejaron con la versión estándar, 20 canciones y a casita, conducid con cuidado que os queremos ver en la próxima.
Misma sensación que cuando estuve viendo a Wilco hace un mes: la gente está en el local, aparentemente emocionada, pero llega el momento de la música y la mayoría ni sabe la letra, ni hace "nanana" para compensar, ni baila. Simplemente mira o les apunta con cámaras. Parece anestesiada. Voy más allá: nosotros teníamos asientos de grada, y cuando las luces se apagaron y saltaron al escenario, miles de pantallas de teléfonos móviles se encendieron al instante en la pista. Como si hubíeramos diferido colectivamente el placer de disfrutar de ellos y su música al momento de cargar el vídeo en youtube o subir la foto a Facebook. ¿Pero qué hacemos mientras están delante de nosotros? ¿Hemos perdido la capacidad de comunicarnos con el artista? El puñetero lema de "broadcast yourself" se está cargando la erótica de la actuación, ya no nos dejamos llevar por lo que estamos viviendo, no nos dejamos seducir por el artista ni somos amantes entusiastas o crueles según la ocasión lo requiera. No. Buscamos la forma de cosificar esa vivencia, hacerla nuestra, atraparla como en la obras de Damien Hirst (nuestra experiencia de un tiburón es un tiburón guardado en un tanque de formaldehido que cuesta determinado puñado de libras). No somos lo que vivimos. También lo que recordamos. Seguramente es parte inherente de la conciencia humana, sabemos que morimos y que las cosas pasan y no vuelven. Nos aferramos a las experiencias y para cristalizarlas hemos desarrollado el arte (el retrato, la fotografía, el vídeo) y la palabra. También esto que ahora escribo es un memento, yo lo necesito porque pone en palabras cosas que siento y pienso y no toman forma hasta que las expreso; pero no puedo evitar ser consciente de que si no vivo el momento, aunque luego lo escriba, sólo me queda lo escrito, una concha vacía, de exposición.
Posteable, eso sí.
Son muy buenos, unos cabrones jodidamente buenos (y es que esta música volcánica que hacen a mí me anula la capacidad intelectual y los tabúes y ataduras, me pide que sienta, sienta y sienta). Por eso ni las letras son un prodigio de elecuencia ni falta que hace, rasgueos, susurros y ritmos, guitarra voz y batería suplen las abstraccciones que nos desvían del tema. Esto es rock, y es blues, y un poco de soul. Sexo, carretera, libertad, cazadoras de cuero y tercios de cerveza. Si encima le añades que esperando para entrar me encontré con mi amor frustrado del colegio, que durante la conversación me dijo "Jo, estás igual, estás super joven", no es de extrañar que lleve dos días en una nube. Aquel amor frustrado lo superé hace mucho, pero esta crisis de edad mía se hace fuerte por momentos.
[Es tan raro ver a Marcello Mastroianni con el melenón de la Deneuve...]
Desde hace una semana escucho esta canción una vez al día al menos. Supongo que seguiré así hasta que se me gaste la melancolía o esa guitarra deje de ser un bálsamo. Es otro de los descubrimientos casuales por los que merece la pena seguir un paso más, han sido dos semanas horribles de despidos.
Sólo un paso más. El miércoles concierto. Otro paso y una semana de vacaciones. Y en un par de pasitos más es Navidad. El 31, la San Silvestre. Y se habrá pasado el año - que visto en retrospectiva ha estado bastante bien, pese a todo.
Con seis meses de adelanto o de retraso escucho esta canción de viaje - ni siquiera hace falta ver el vídeo para saber que hay que escucharla con la ventanilla bajada y los ojos cerrados, dejando que la brisa que trae un suave olor a hierba fresca y agua marina te acaricie la cara. La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Si j'avais su Si j'avais pu Eviter ça N'en jette plus Ne sois pas déçu Je n'ai rien vu de cela Mes deux mains cachaient ma figure Quand j'ai gâché notre proche futur Quand j'ai foncé vers la mer en voiture J'ai foncé A l'arrière j'avais ma guitare Mon laisser-passer et trois tonnes de bazar Quand j'ai heurté de plein fouet Les pleins phares Le fossé Si je me souviens La balade était bien Si je me souviens C'était au mois de juin Au mois de juin Beau mois de juin Si j'avais su Si j'avais pu En rester là Ne le dis plus Ne sois pas déçu Je n'ai pas baissé les bras Mes deux mains cachaient ma figure Quand j'ai gâché notre proche futur Quand j'ai foncé vers la mer en voiture Défoncée A l'arrière j'avais ma guitare Mon laisser-passer et trois tonnes de cafard Quand j'ai heurté de plein fouet Les pleins phares La jetée Si je me souviens La balade était bien Si je me souviens C'était au mois de juin Au mois de juin Beau mois de juin
[Chiara Mastroianni & Benjamin Biolay, La Ballade du mois du Juin]
[Espero que estas gente anónimas disculpen mi atrevimiento]
La noche del concierto de Muse estuve cenando por Malasaña (no fui al concierto, nunca me han terminado de convencer demasiado) y descubrí otro de esos sitios que pese a la crisis y pese a todo no dejan de surgir en ese barrio. No sé muy bien cómo he terminado corrigiendo mi defecto de dejar las cosas a la improvisación, el caso es que aquella noche salí con una lista de diez restaurantes que había mirado de antemano, dos o tres de ellos en la Calle Barco. Creo que al final mi faceta no explotada de researcher ha salido por algún sitio, y voy camino de convertirme en una portable wiki-trivia-amateur-pedia de tiendas y restaurantes. Todavía no me he cansado de cenar en sitios informales con aspiraciones modernillas y muebles heterogéneos rescatados de la España pre-constitucional. Nänai concretamente cumple varios de lo requisitos: suelo de tarima, paredes blancas o con ladrillo visto, detalles en rojo (puertas, ventanas, sofás...), los mencionados muebles y exposiciones de arte que van cambiando.
Aquella noche estábamos rodeados de cuadros de Manuel Pastor, de sus series de Playmobil (esos muñequitos que tienen secuestrada la imaginación pop de mi generación, tenéis aquí un enlace a la colección completa). En concreto a mi espalda Janet Leigh estaba siendo acuchillada en la ducha de Psycho, muy tranquilizador eso de tener un Norman Bates dibujado apuntando a la nuca. Me gustaron los cuadros (aunque entre los seis que estábamos a la mesa no conseguimos ponernos de acuerdo en cuál nos llevaríamos a casa) y me gustó la comida, aunque la carta sea tan corta. Sí, ya sé que el chef Ramsey está imponiendo sus criterios racionalistas en todas las cocinas, pero ¿qué pasa con los seres sibaritas como yo que no soportan pedir el mismo plato que otra persona de la mesa? En cuanto hay un numero suficiente de comensales, si la carta está ajustada, hay que repetir, y eso es una china en mi zapato durante la velada. Lo sé, es una manía estúpida, pero la variedad me tranquiliza. Mi solomillo (de cerdo) estaba bastante bueno, y también lo estaba la ensalada de langostinos y setas.
He leído por ahí que también hacen Gintonics y tiene música en directo, así que lo tengo guardado en mi agendilla para futuras ocasiones.
[Bonnie Raitt tiene tendencia a hacer vídeos babosos para canciones preciosas, en fin]
Quedada de chicas ayer, y a veces, cuando vuelvo a casa, me da risa pensar los temas de conversación que ahora tenemos comparados con los que solíamos tener. Parece mentira pensarlo, y lo peor, parece imposible aceptarlo, pero nos hemos convertido en mujeres, ya casi de mediana edad (me niego, me niego a escribir eso de mí misma, es como admitir que el rollator está a la vuelta de la esquina). Bebés, dietas, las tareas domésticas, y sobre todo, the slings and arrows of outrageous fortune en el trabajo. No sé si en la vida de un hombre se presenta esta encrucijada alguna vez, pero en la de una mujer (tampoco sé si en la de todas) llega un momento en el que sientes que agarrar una cuerda te hace soltar amarras de muchas posibilidades, que las opciones son autocancelantes: "¿Tendré recorrido en el trabajo si tengo un hijo? ¿Volverá a ser mi cuerpo deseable, tiene una que ser mujer o madre? ¿De verdad no hay remedio para las arrugas y las canas? ¿Cómo puedo terminar todo en la oficina y volver a casa a una hora razonable? ¿Qué era aquello de tener tiempo para mí? ¿Y esto era todo, de verdad no hay nada más?"
Hace un par de semanas, a la vuelta de un día de casa rural con todo el grupo y sus familias, casi por casualidad volví a escuchar una canción de Bonnie Raitt que me encantaba cuando apenas era adolescente. "Nick of Time" se publicó en 1989, por lo que veo en Wikipedia, y Bonnie podía tener 39 años al escribirla. Me encantaba, pero la letra no ha tenido sentido para mí hasta ahora. Me hizo reir y llorar redescubrirla de pronto y poder ponerle palabras por primera vez (porque a los doce mi inglés era casi inexistente). Lo mejor es oírla y dejar que cale cada frase, no ocurre con frecuencia que una canción te descubra cosas de tí que ni sabías. Pero por deprimente que puedan resultar las primeras estrofas, por realista que sea esto de "¿Én qué momento se volvieron tan complicadas las decisiones, con tanto en juego?", está muy bien que Bonnie nos recuerde al final que todo puede empezar a cada momento. Madre o hija, una mujer es una mujer y tiene oportunidades de renovarse. De hacer lo que se proponga.
Y con esto me quedo para mi consuelo personal. Quiero creerlo con todas mis fuerzas.
There are some beloved women whose eyes, by a chance blend of brilliancy and shape, affect us not directly, not at the moment of shy perception, but in a delayed and cumulative burst of light when the heartless person is absent, and the magic agony abides, and its lenses and lamps are installed in the dark. Whatever eyes Liza Pnin, now Wind, had, they seemed to reveal their essence, their precious-stone water, only when you evoked them in thought, and then a blank, blind, moist aquamarine blaze shivered and stared as if a spatter of sun and sea had got between your own eyelids. Actually her eyes were of a light transparent blue with contrasting black lashes and bright pink canthus, and they slightly stretched up templeward, where a set of feline little lines fanned out from each. She had a sweep of dark brown hair above a lustrous forehead and a snow-and-rose complexion, and she used a very light red lipstick, and save for a certain thickness of ankle and wrist, there was hardly a flaw to her full-blown, animated, elemental, not particularly well-groomed beauty.
[Una de las sarcásticas variaciones de Harland Miller sobre Penguin]
'Well, actually I've only been away once.' The Consul took a long shuddering drink, then sat down again beside her. 'To Oaxaca. -Remember Oaxaca?'
'- Oaxaca?-'
'- Oaxaca. -'
-The word was like a breaking heart, a sudden peal of stifled bells in a gale, the last syllables of one dying of thirst in the desert. Did she remember Oaxaca! The roses and the great tree, was that, the dust and the buses to Etla and Nochitlán? and: 'damas acompañadas de un caballero, gratis!' Or at night their cries of love, rising into the ancient fragrant Mayan air, heard only by ghosts? In Oaxaca they had found each other once.
[Malcom LOWRY 2000 Under the Volcano. London: Penguin. Pg. 53]
[Mural de Pamela Bliss para la Universidad de Indiana (Indianapolis), de este mismo año]
Hace un par de días una de las librerías que sigo en Facebook nos preguntaba qué escritor escogeríamos si tuvieramos la oportunidad de cenar con uno. No se me ocurrió nada en el momento (y la verdad es que dejar respuestas a esas cuestiones palpitantes feisbukeras sigue dándome un poco de vergüenza), pero pensado en retrospectiva estoy casi segura de que escogería a Kurt Vonnegut, seguido a corta distancia de Vladimir Nabokov. Vonnegut ha sido una de las personas más impresionantes que la replicación de las cadenas de ADN nos ha dejado, y cuanto más leo sobre él más me convenzo de ello.
Aunque nada me ha acercado a él más que sus libros (hasta ahora he leído Slaughterhouse 5, Hocus Pocus y A Man with no Country), un vistazo rápido a su biografía en wikipedia, por ejemplo, da una idea de cómo se fue construyendo como persona y escritor a fuerza de los cambios de marea y viento más dramáticos. ¿Cuántas personas pueden presentar en su curriculum experiencias tan variadas como haber sido comercial de Saab, relaciones públicas de General Electric en Schenectady, escritor de historietas de ciencia ficción en publicaciones efímeras o profesorde una taller de literatura de la universidad de Iowa? En parte supongo que la simpatía que le tengo viene por eso, me permite seguir creyendo que hay esperanza para los que no somos capaces de tener una trayectoria recta. Él supo sacar lo mejor de los dientes de sierra y los tumbos - entendiendo como buenos la satira y el sarcasmo (compasivo a veces), el jugo que le ha exprimido a este limón que llamamos vida. Es lo que hay. O como dice en esta carta que escribió a su familia tras escapar de un campo de prisioneros de guerra y sobrevivir casi milagrosamente al bombardeo de Dresde, en ese tono detached que le permite hablar de todos los horrores que vió sin hacerse el héroe ni autocompadecerse:
On about February 14th the Americans came over, followed by the R.A.F.
their combined labors killed 250,000 people in twenty-four hours and
destroyed all of Dresden -- possibly the world's most beautiful city.
But not me.
La carta está escrita en Le Havre el 28 de mayo de 1945, aproximadamente un año después de que su madre se suicidara (el día de la Madre) mientras él luchaba en Europa. No tenemos ni idea de lo que es vivir o morir, hoy en día. Pasamos la mitad del tiempo quejándonos porque nunca nos hemos visto expulsados de todas las comodidades que acolchan este escenario al que (mal) llamamos vida. En 1940 otro narrador de guerra, Ernest Hemingway, escribió en For Whom the Bells Toll algo que trato de no olvidar en ningún momento:
There is nothing else than now. There is neither yesterday, certainly,
nor is there any tomorrow. How old must you be before you know that?
There is only now, and if now is only two days, then two days is your
life and everything in it will be in proportion. This is how you live a
life in two days. And if you stop complaining and asking for what you
never will get, you will have a good life. A good life is not measured
by any biblical span.
Sí, cenaría con Vonnegut. Y dejaría que él hablara todo el tiempo para no meter la pata con mi admiración y arriesgarme a que el tipo saliera corriendo.
[La foto la he tomado de esta entrada sobre el escritor que merece la pena leer.
[La portada me engañó, es demasiado buena para el contenido]
Lo cogí de un montón en La Casa del Libro siguiendo uno impulso, y no debí hacerlo. Llevo un mes con él, y es que es uno de esos libros que consiguen equilibrar aburrimiento e interés en el lector disciplinado, de manera que no quieres seguir pero no lo quieres dejar... y sólo el lastre de ser un lector semiprofesional te permite terminarlo. La ventaja de estos libros es que ayudan a dormir bastante mejor que los buenos, son el narcótico perfecto. Me da igual lo que digan las reseñas, la literatura sueca a mí no me engancha, no la que he leído. Ni me hace reir, digan lo que digan las reseñas. Yo no soy sueca. Esto es algo que ya sé hace tiempo. Tengo de sueca lo justo para apreciar las ventajas decorativas de Ikea. De lo demás, poco. Y en literatura nada.
NO es un mal libro, entiéndaseme. Es entretenido siempre que Karl habla de su vida pasada, las alusiones históricas tienen su gracia. Pero ¿hasta que punto no está jugando el autor la carta más vieja de todas, los guiños velados a la audiencia cejaalta? Me imagino a los críticos en su sillón de orejas, esos señores aún más gafotas que yo, sosteniendo el libro en la mano derecha y mordiendo para ahogar la risa un pañuelo que sujetan con la izquierda cada vez que reconocen una referencia cruzada. Es difícil sustraerse a esas trampas de los escritores, por experiencia propia. Se siente uno tan listo cuando tiene la sensación de estar en la pomada... No recomendaría comprarlo excepto por la parte del gato Molotov y un apéndice de mi edición en el que el autor dice un par de cosas interesantes cuando le preguntan por su objetivo al escribir la novela:
Maybe I'll go on n tours to schools or colleges to make teenagers understand that life is an adventure, very much worth living (and that they ain't seen nothing yet!)"
[...] I think a lot of people really should consider the possibility of climbing out of their window. My perspective is that we live only once, I cannot be sure but that is what I believe. I think that if you've once asked yourself: 'Should I...' then the answer should be: 'Yes!' Otherwise, how would you ever get to know that you shouldn't?
[Jonas JONASSON 2012 The Hundred-Year-Old Man who Climbed out of the Window and Disappeared. London: Hesperus Press Limited. Pg. 394]
[Alguna empanadilla se rompió durante el proceso, pero el sabor era excelente]
Desde que dejé de tener terraza apenas toco las plantas, pero sólo cambia el hobbie, no la necesidad de tenerlo. ¿Por qué es importante tener las manos ocupadas? No parece una reminiscencia del mono arborícola, más bien parece un atavismo del mono analógico y mecánico, algo que empieza a resultar extraño al mono digital (al menos a esta mona que teclea). Manos y piernas. La cabeza tiende a adelanterse o retrasarse, en estos tiempos manos y piernas son lo único que hace la espera tolerable, lo único que permite mantener contacto con el aquí, con el ahora.
Así que mientras encuentro un momento para comprar tierra y plantar unos bulbos de tulipán que espero ver florecer en primavera, me ha dado por cocinar. He descubierto eso a lo que llaman horno - creo que sólo tiene unos cuantos miles de años, pero bueno, nunca es tarde. Aparte de haberme iniciado en el mundo de la pizza casera el viernes noche, ayer con el frío y la nevera llena me volví un poco loca y preparé empanadillas de atún primero (ver foto superior) y luego una quiche de puerros, champiñones y salmón (foto inferior). Lo más emocionante no fue sólo que el resultado fuera bueno y comestible. Lo más emocionante fue comprobar cómo se despliegan los instintos para la cocina, cómo mientras se prepara una receta se va pensando en la siguiente, o en las combinaciones que un sabor puede tener para otras ocasiones.
Menos mal que salgo a correr los domingos, porque esta creciente tendencia gourmet mía me va a costar un disgusto el día que deje de hacer ejercicio. Debería ceñirme más a los límites de unos y ceros de Matrix, en lugar de dejarme llevar por los sentidos.
[No se ve muy bien la foto, pero tenía la consistencia ideal. Firme pero esponjosa.]
Crisis de los 35, un paso más. Y si no, ¿cómo se puede llamar a esa urgencia de cocinar ALGO una tarde de domingo? Media hora después la tarta de mango salía humeante del horno.Y no es que la idea surgiera de repente, porque no tengo la costumbre tener frutas tropicales rodando por la casa, y menos aún de hacer repostería. No. Los engranajes de mi cabeza han debido estar girando desde hace semanas al respecto. La receta es muy sencilla en realidad, se la he pedido prestada a la mujer del chef Ramsay, y está sacada de uno de esos recetarios cool que publica la revista Hola! de vez en cuando. Yo usé masa quebrada (aunque debe quedar mejor con una masa dulce casera) que es sencilla de encontrar en el supermercado. Se desenrolla sin quitarle el papel y queda como una base de pizza. El mango, que había pelado y cortado en trocitos antes en un bol (para que no se perdiera el zumo), lo coloqué en el centro. De mi cosecha son las pasas, y le habría puesto también unas nueces, pero se me ocurrió tarde, lástima. El horno tiene que estar precalentado unos 10 minutos a 200 grados. Antes de meterla en el horno se sella con leche (no tengo muy claro si lo hice bien, vertí un poco de leche por encima y no quedó mal) y por último espolvoreé el azucar (moreno en la receta original) por encima. Y ya está. Se toma caliente con una bola de helado de vainilla al lado. Pero sobre todo hay que sacarle una foto sobre el mantelito bordado que te ha dado tu madre, reminiscencia de la dote. Un invento lo del horno; nunca se me había ocurrido que fuera tan rápido y útil, en general mi cocina se reduce a platos que no llevan más de media hora, no aguanto mucho más a los fogones. Pero en un par de días he hecho empanadillas y la tarta, creo que el frío me da hambre y me anima a cocinar. Mi siguiente reto: tarta de manzana, mi favorita.
PD: Se me olvidaba, cuando se distribuye el mango hay que dejar como 5 cms. de distancia entre el "nucleo" de fruta y el borde de la masa, por que los bordes van plegados como en la foto. Explicar un receta no es tan sencillo, requiere una mente lógica, distinta de la mía.
[Esto es lo máximo que conseguí atisbar, rodeada de Tachenkos como estaba]
Hace un mes apenas me contaron una anécdota que refleja bastante bien cierto elitismo cultural que existe en nuestro país. No sé si siempre ha estado ahí (lo supongo, es un elitismo multiforme, adaptativo), pero que ahora nos infesta, seguro. Caminando hacia el concierto de Love of Lesbian de las fiestas de Alcorcón una chica de mi trabajo escuchó a sus espaldas: "espero que toquen "incendios de nieve" y la gente no se ponga a silbar, porque lo que hay que hacer es tararear ". Esas gentes de barbacas rabínicas, de gafas de pasta que parecen salidas de La Bola de Cristal, que se peinan a puñetazos y han dejado de comer (por motivos que escapan a mi imaginación la nutrición es incompatible con la vanguardia) se están viniendo arriba hasta un punto absurdo, casi a la altura de los blogueros de moda - con los que, vistos en perspectiva, parecen compartir muchos rasgos. ¿A qué viene mi arrebato de bilis? A que durante al menos media hora sentí que querían robarme este concierto.
El pasado martes fui a ver tocar a un grupo que hace años estaba esperando: Wilco volvía a Madrid, y después de estar un año arrepintiéndome por no haber comprado las entradas para verlos en el Price, no podía dejarlo pasar. Esta vez había que descender hasta los últimos confines sur de Madrid (yo vivo en los confines norte) a lomos de la línea 5: El Palacio de Vistalegre es un sitio que siempre me ha parecido raro, una plaza de toros cubierta y encajonada en Usera que lo mismo te sirve para un concierto que para un partido de baloncesto. Inusual como poco. Pero un coso es un coso, y esperaba verlo lleno. Por eso me sorprendí mucho cuando vi cómo lo había organizado: sólo unas pocas localidades de grada (si es que había alguna a la venta) y el resto, todo pista. Una tela circundándonos recogía un poco el ambiente. Se hicieron un poco de rogar, sí, pero no demasiado, todo auguraba una gran noche. Mis problemas empezaron al mismo tiempo que el concierto: la pista no es lugar para hobitts, y sólo veía cabezas delante de mí hasta que un joven recién llegado también de Plaza Castilla (porque con su traje, su voz pulida y sus maneras ¿de dónde si no podía salir si no era de PWC?) me rogó que fuera un poco más hacia delante, o me perdería el espectáculo, cediéndome un sitio bastante mejor. Amable el tío.
Sí, eran ellos. Sonaban como ellos. Tweedy estaba pocos metros de mí, y aún así, una vez más, tenía esa sensación de experiencia extracorporal. Me cuesta tanto vivir las cosas que la mayoría las observo desde el quicio de mis ojos mientras tomo notas mentales. No consigo dejarme llevar de inmediato, no consigo emborracharme con las sensaciones de un momento, por deseado y anticipado que sea. Y menos si lo tengo que hacer rodeada de pescados congelados que no se saben las canciones ni para tararearlas. ¿Tanto han cambiado los conciertos, que la gente ha dejado de moverse, cantar, respirar...? ¿Sería por la crisis, porque trabajábamos al día siguiente, por la calidad del sonido? Este último punto llevo discutiéndolo con todo bicho viviente desde entonces. Los expertos barbados, los trend setters, los comentaristas de blog, un gato que se paseaba entre la tramoya y lo ha tuiteado, todos coinciden: el sonido era horrible porque Vistalegre es el infierno en la tierra para los técnicos de sonido. Lo será para la oreja entrenada, a mí me pareció bastante mejor que el de otros conciertos a los que he ido, decididamente mejor que el de éste, por ejemplo.
De todos modos era obvio que la cosa no fluía, hasta Tweedy nos preguntó. Pero ¿cómo va a percibir el cantante que te lo estás pasando bien y él está haciendo un buen trabajo si a sus pies sólo hay seres humanos que bailan como un cardumen de medusas? Se ve que lo moderno es escuchar en silencio, y chillar como un poseso entre cancioneso cuando el grupo amaga con terminar. Una piedra más en el muro que me separa de la que debería ser mi tribu. No sólo no conseguía concentrar toda mi atención en la música, además tenía parte de ella en el resto de la audiencia porque no lograba sentir "comunión", if you allow me the expression. No soy uno de ellos, debo admitirlo una vez más, sin pesar. Las gafas de pasta no hacen a la mujer, las Converse no me acercan más a la élite cultural. En algún lugar de la galaxia debe haber otros seres como yo, mongrels sin adscripción ni ideales, sarcásticos y miopes. Pero divago.
¿Me gustó el concierto? Por supuesto, pasados estos primeros momentos de dispersión mental existencialista. Me moría de ganas de verlos en directo, y la selección de canciones incluía casi todas las que esperaba, en especial Impossible Germany (que es la canción que sonaba cuando saqué la foto de esta entrada). Jeff Tweedy me había impresionado con sus habilidades como showman cuando hace unos 3 años tocó en la Casa de Campo (el mismo día que Puyol marcó contra Alemania en el mundial, por cierto), en una mini gira de verano que hizo en solitario. Pero ver a Nels Cline tocando la guitarra es otra cosa, apenas me fijé en lo que hacía el cantante, embelasada como estaba con sus solos, sus improvisaciones, sus movimientos nerviosos, casi espasmódicos. Gracioso, ese hombre, siempre me recuerda a un adolescente hecho viejo de repente. La música de Wilco me relaja y activa al mismo tiempo, se deshace como carne tierna en la boca, pero siempre lleva un anzuelo. Las letras no son especialmente complacientes, y algunas canciones son muy complicadas de escuchar (Art of Almost, por ejemplo), pero combina los estilos más complicados con tino. ¿Cuántos grupos pueden hacer canciones con reminiscencias country, electrónica, revival, indie, rock de sonido sucio... y acertar? "The Whole Love" es un ejemplo.
Las cronicas al día siguiente se la cogían con papel de fumar respecto al sonido y el lugar: ¿por qué no podían hablar del concierto en sí, y a qué venía mencionar el del Liceo cada tres líneas? Igual estamos un poco acomplejados, pues si les mola más Barcelona, que les mole. ¿Lloran ellos porque yo prefiera Nueva York a Chicago? Es igual. A mi me gustaron, aunque no consiguieran entusiasmarme y convertirme en una bacante.
[El cartel que nos dieron a la puerta; music for cavemen then, these self-proclaimed Sublime Concerts]
[Yep, Auerbach y Carney te miran desde un muro de Naïf, por obra de Mr. Hazelnut.
Uno de esos bares de casual food & decoration que disfruto. Y con smart gin tonics.]
Hace una semana, en lugar de tener pesadillas sobre el trabajo (suele tratarse de que me toca echar a alguien o me están echando a mí), tuve uno de esos sueños adolescentes en los que aquello que deseas, que realmente deseas, tiene lugar. Nooo, nada de sueños sucios y lúbricos (que de todos modos tampoco recuerdo haber tenido de adolescente), fue uno de esos sueños decentes en los que se viven aventuras, de los que te levantas pensando que el mundo está a tus pies y todo es posible. Cuando era más joven (ejem... todavía lo soy un poco) soñaba muchísimo y casi siempre me acordaba. Hasta me enamoraba en sueños, de repente me despertaba por la mañana y el ese tipo dos cursos mayor que yo me parecía un dios, cuando hasta entonces ni me había fijado en él - y tampoco era mayor problema, pues él nunca se fijaba en mí. Anyway...
Estoy tan emocionada con mis metas a corto plazo, esas que van tirando de mí en este cenagal de país, que el domingo pasado soñé que viaja a Akron (Ohio) y conocía a The Black Keys. No sé cómo ni porqué terminaba en la ciudad del caucho (Goodrich, Goodyear y Firestone se fabricaban allí), en un bar propiedad de estos dos. Era un antro de mala muerte, casi un bar de carretera, parecido al que aparece en el vídeo de Little Black Submarines. Pero allí al fondo, en un escenario que no era más que una tarima, estaban tocando Strange desire. Y de pronto, el foco apuntó a Dan. De los más recónditos surcos de mi cerebro, como una divina intuición o revelación, o quizás del plexo solar, como una pulsión animal, surgió una llama metafórica. Rendición total. Flojera de rodillas, tartamudeo y afasia, respiración entrecortada, mejillas ardiendo, ojos brillantes... sí, todos los síntomas se manifestaron a la vez en mi persona cuando al terminar la actuación vino a hablar conmigo y lo único que fui capaz de articular fue un estúpido "tengo entradas para veros en Madrid el 28 de noviembre). Gracioso, hasta en el sueño me daba cuenta de lo estúpido que sonaba decir eso.
En fin. He pasado la semana en una especie de trance, pese a que acabo de sacar mis entradas para el concierto de Wilco y el viernes corrí 8,5 kms. Es decir, he logrado un par de metas volantes y casi no me he dado cuenta porque sigo recordando una conversación soñada con el capitán del equipo de soccer malote, un rubiales con ojos verdosos y moteados que sólo piensa en tocar blues con su guitarra y fumar hierba.
Noticias frescas: sigo estando loca, la edad no ha mitigado mi peor defecto de serie, el entusiasmo.
Ahora que todos mis amigos se están pasando a la libro electrónico, usan whatsapp para comunicarse (¿no se volverán locos? Siempre parece haber un ciberocioso esperando agazapado para emboscarlos en una conversación banal) y, por supuesto tienen iPhone, yo estoy atravesando una regresión tecnológica. En mi búsqueda de la callida iunctura, del formato electrónico ideal que dé forma al pensamiento, vuelvo a centrarme en los SMSs y las entradas de blog, unidades mínimas en las que puedo concentrar mi mente y mi discurso. Y precisamente al hilo de la cambiantes, inmediatas y simultáneas nuevas formas de comunicación a nuestro alcance leo en el penúltimo libro que me he comprado un párrafo que me hubiera gustado escribir a mí, hasta ese punto lo reconozco:
No obstante, el que tal vez sea el estado mental más difícil de cultivar en una era digital es muy diferente tanto de la reflexividad rápida y ágil de la atención parcial como de la concentración absoluta de la atención pura: las ensoñaciones libres relacionadas con la creatividad y la paz interior. Los pensamientos que surgen durante ratos "muertos" de nuestra vida - en un tren, en el baño, mientras caminamos, miramos por una ventana o pasamos la página de un libro - son imposibles de reproducir, ya sea a través de una planificación digital minuciosa o de sesiones de desconexión cuidadosamente programadas. Son momentos que se presentan de improviso, sobre todo cuando nuestra vida no está organizada al minuto. Son idiosincráticos, personales y espontáneos, una especie de libertad que nos es concedida, en palabras del filósofo británico de la Ilustración John Locke en suEnsayo sobre el Entendimiento Humano,"cuando las ideas llegan flotando a nuestra mente, sin reflexión o consideración por parte del entendimiento". En el contexto de este capítulo - de la necesidad de dominar nuestra atención y llegar a comprenderla-, esto nos plantea una advertencia importante: que en todos los sistemas y estregias debe haber espacio para la excentricidad. Para que nuestros pensamientos nos pertenezcan del todo, necesitamos ser libres, no solo de la tiranía del mal uso de las herramientas, sino también de nuestras mejores exigencias y estrategias.
Mientras escribo este libro, lo noto claramente. Cuando escribo de corrido con pluma, que es como suelo redactar buena parte de mis borradores, las palabras fluyen en el sentido de que me vienen a la mente con media frase de antelacion. La lentitud mecánica de la escritura me ayuda a percibirlas no solo como ideas, sino también como sonidos y objetos, lo que me produce un placer sinestético y sensual. Escribir con esmero en una libreta física permite que los procesos de escritura y de ensoñación se mezclen, a menudo de formas inesperadas: las oraciones y las frases se me ocurren de pronto, tras momentos en que doy rienda suelta a mis pensamientos. Tal vez por eso baso mi inspiración en las anotaciones que hago al margen de libros físicos: textos que llevo conmigo y que me gusta leer sin interrupción, esperando que la inspiración surja gradualmente del proceso de lectura. Cuando hojeo estos libros, compruebo que los momentos en que mis ideas cobran lucidez están marcados por líneas garabateadas al borde de la página. Estos actos - leer con una pluma en la mano, caminar con una libreta en la cartera - me dan licencia para dejar vagar mi mente. He llegado a condiderarlos un lujo pero también un proceso necesario para que mi obra, además de ser rigurosa, me pertenezca sólo a mí.
[Tom CHATFIELD 2012 Cómo Prosperar en la Era Digital. Barcelona: Ediciones B. Pag. 58-60]
[Joaquín Reyes sobreexpuesto durante su actuación de la Sala Galileo Galilei el pasado viernes 21]
Empiezo a pensar que somos muchos los que hemos decidido luchar contra la crisis haciendo más cosas que antes. Cada minuto, cada euro, cada rescoldo de ilusión tiene que ser invertido en sentir que seguimos vivos. No hay otra manera. Tal vez la solución sea encerrarse en casa a ahorrar céntimo a céntimo, pero si lo que nos espera para salir de este bache es pasar cinco años más en una hura fiscal, que no cuenten conmigo. Además parece la única manera de hacer que el fin de semana sepa a 4 días y no tengamos que volver el lunes a la oficina y lanzarnos desde un armario sobre el jefe en plan Rambo, porque la bazofia del Vietnam era más digestiva que el trabajo diario que nos impone - hay una escena bastante similar en Trainspotting, creo que Renton y Sickboy saltan sobre un tipo desde un altillo, quién pudiera. No es nuevo, el hombre necesita el humor para olvidarse de sus miserias. Y si después de leer El Cementerio de Praga Umberto Eco no se me hubiera atragantado, buscaría mi copia de El Nombre de la Rosa para trancribir esos versos apócrifos de la Poética de Aristóteles en los que habla de la piedra desvergonzada que corre por la colina (jojojo, sonrío para mis adentros mientras sostengo un mónoculo imaginario en la mano y me felicito por esta pedante muestra de humor de ceja alta). No fue la cosa tan elevada el viernes por la noche en la actuación de Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla (los recordarán de hitos como La Hora Chanante o Museo Coconut), el humor chanante (neologismo que aglutina lo friki, sofisticado y manchego) se ha atrevido a llevar lo escatológico hasta cuotas desconocidas hasta ahora. ¿Me gustó la actuación? Me gustó las expectación, me gustó tomarme un Gin tonic con los amigos mientras esperábamos (un gintonic de Beefeater servido por un camarero de casi 60 años además, nada de pijadas sofisticadas ). Me gustó la hora golfa a la que empezaba la actuación (programado a la 1.30 de la madrugada, efectivo a las 2). El problema es que ninguna de las dos actuaciones fue nueva y original, el 60 % ya lo habíamos visto en El Club de la Comedia. Estos monólogos en vivo, ¿no deberían usarse para ensayar nuevas gracias y probar gags? A lo mejor salir medio borracho al escenario y contar lo mismo de siempre es el camino más directo para matar la gallina de los huevos de oro. Un chiste pierde parte de su gracia si pierde el efecto sorpresa, ya no te ríes de la singularidad de la imagen que te propone, te ríes del recuerdo de tu propia sorpresa y risa la primera vez que lo escuchaste. Aun así lo doy por bueno, hacer cosa nuevas y distintas es tan importante como hacer gracias nuevas. El mundo es un infierno, "los demonios van con traje" y tratan de inmovilizar el alma. Por suerte siempre salta algún pisano para contradecirlo por lo bajini.
[Me gusta la versión de Bon Iver, pero la voz cálida, rica, femenina de Bonnie Raitt es mucho mejor, y también el toque country. Hace la canción aún más desesperada.]
Turn down the lights, turn down the bed
Turn down these voices inside my head
Lay down with me, tell me no lies
Just hold me close, don't patronize
Don't patronize me.
'Cause I can't make you love me if you don't
You can't make your heart feel
something it won't
Here in the dark,in these final hours
I will lay down my heart
and I feel the power but you won't, no you won't
'Cause I can't make you love me if you don't
I'll close my eyes then I won't see
The love you don't feel when your holding me
Morning will come and I'll do what's right
Just give me till then to give up this fight
and I will give up this fight.
[Bonnie Raitt (versión de Bon Iver), I Can't Make You Love Me]