[Alguna empanadilla se rompió durante el proceso, pero el sabor era excelente]
Desde que dejé de tener terraza apenas toco las plantas, pero sólo cambia el hobbie, no la necesidad de tenerlo. ¿Por qué es importante tener las manos ocupadas? No parece una reminiscencia del mono arborícola, más bien parece un atavismo del mono analógico y mecánico, algo que empieza a resultar extraño al mono digital (al menos a esta mona que teclea). Manos y piernas. La cabeza tiende a adelanterse o retrasarse, en estos tiempos manos y piernas son lo único que hace la espera tolerable, lo único que permite mantener contacto con el aquí, con el ahora.
Así que mientras encuentro un momento para comprar tierra y plantar unos bulbos de tulipán que espero ver florecer en primavera, me ha dado por cocinar. He descubierto eso a lo que llaman horno - creo que sólo tiene unos cuantos miles de años, pero bueno, nunca es tarde. Aparte de haberme iniciado en el mundo de la pizza casera el viernes noche, ayer con el frío y la nevera llena me volví un poco loca y preparé empanadillas de atún primero (ver foto superior) y luego una quiche de puerros, champiñones y salmón (foto inferior). Lo más emocionante no fue sólo que el resultado fuera bueno y comestible. Lo más emocionante fue comprobar cómo se despliegan los instintos para la cocina, cómo mientras se prepara una receta se va pensando en la siguiente, o en las combinaciones que un sabor puede tener para otras ocasiones.
Menos mal que salgo a correr los domingos, porque esta creciente tendencia gourmet mía me va a costar un disgusto el día que deje de hacer ejercicio. Debería ceñirme más a los límites de unos y ceros de Matrix, en lugar de dejarme llevar por los sentidos.
[No se ve muy bien la foto, pero tenía la consistencia ideal. Firme pero esponjosa.]
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