[Mural de Pamela Bliss para la Universidad de Indiana (Indianapolis), de este mismo año]
Hace un par de días una de las librerías que sigo en Facebook nos preguntaba qué escritor escogeríamos si tuvieramos la oportunidad de cenar con uno. No se me ocurrió nada en el momento (y la verdad es que dejar respuestas a esas cuestiones palpitantes feisbukeras sigue dándome un poco de vergüenza), pero pensado en retrospectiva estoy casi segura de que escogería a Kurt Vonnegut, seguido a corta distancia de Vladimir Nabokov. Vonnegut ha sido una de las personas más impresionantes que la replicación de las cadenas de ADN nos ha dejado, y cuanto más leo sobre él más me convenzo de ello.
Aunque nada me ha acercado a él más que sus libros (hasta ahora he leído Slaughterhouse 5, Hocus Pocus y A Man with no Country), un vistazo rápido a su biografía en wikipedia, por ejemplo, da una idea de cómo se fue construyendo como persona y escritor a fuerza de los cambios de marea y viento más dramáticos. ¿Cuántas personas pueden presentar en su curriculum experiencias tan variadas como haber sido comercial de Saab, relaciones públicas de General Electric en Schenectady, escritor de historietas de ciencia ficción en publicaciones efímeras o profesorde una taller de literatura de la universidad de Iowa? En parte supongo que la simpatía que le tengo viene por eso, me permite seguir creyendo que hay esperanza para los que no somos capaces de tener una trayectoria recta. Él supo sacar lo mejor de los dientes de sierra y los tumbos - entendiendo como buenos la satira y el sarcasmo (compasivo a veces), el jugo que le ha exprimido a este limón que llamamos vida. Es lo que hay. O como dice en esta carta que escribió a su familia tras escapar de un campo de prisioneros de guerra y sobrevivir casi milagrosamente al bombardeo de Dresde, en ese tono detached que le permite hablar de todos los horrores que vió sin hacerse el héroe ni autocompadecerse:
On about February 14th the Americans came over, followed by the R.A.F.
their combined labors killed 250,000 people in twenty-four hours and
destroyed all of Dresden -- possibly the world's most beautiful city.
But not me.
La carta está escrita en Le Havre el 28 de mayo de 1945, aproximadamente un año después de que su madre se suicidara (el día de la Madre) mientras él luchaba en Europa. No tenemos ni idea de lo que es vivir o morir, hoy en día. Pasamos la mitad del tiempo quejándonos porque nunca nos hemos visto expulsados de todas las comodidades que acolchan este escenario al que (mal) llamamos vida. En 1940 otro narrador de guerra, Ernest Hemingway, escribió en For Whom the Bells Toll algo que trato de no olvidar en ningún momento:
[La foto la he tomado de esta entrada sobre el escritor que merece la pena leer.
So fucking true, hehehe.]
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