8.5.11

Un domingo en la calle Fuencarral, 1

[La calle Fuencarral invadida por los paseantes este domingo.]

No recuerdo con que frecuencia se corta el tramo de la calle Fuencarral que va de la glorieta de Quevedo a la de Bilbao, pero siempre me ha hecho mucha gracia que lo hagan para que los niños puedan coger las bicicletas y los patines sin miedo de ser atropellados. No es que estén libres de todo golpe, porque pocas veces he visto tantas costaladas y chavalines llorando porque se han chocado contra algo (la falta de costumbre, será), pero la idea me gusta. Sólo es una excusa para que los abuelos vayan empujando el carrito con la bolsa del pan colgando mientras se asolean y hablan con los hijos, esos que ahoran viven en Sanchinarro o el PAU de Vallecas.


Estoy tan acostumbrada a andar por las acera mirando escaparates y perdida en mis pensamientos, o escrutando las caras de los que se cruzan conmigo (que para eso se inventaron las gafas de sol) que no puedo evitar sorprenderme con algunas de las cosas que pasan inadvertidas por estar fuera del alcance habitual de mi mirada. Hay muchas terrazas como las de la fotografía por todo Madrid. Terrazas desde las que seguramente se ve toda la ciudad como se vería un bosque si lográramos trepar a la rama más alta y sacar la cabeza de entre el mar de copas. Un mar de tejados rojos descendiendo desde Fuencarral a Aluche.

No hay comentarios: