Aún me sorprende la cantidad de gente que no ha conocido el edificio de Correos en su función original: desde 1995 he echado no pocas cartas al correo en las bocas inmensas de buzones que iban a provincias, a la capital, al extranjero... Un tiempo pasado que ya no va a volver, ya que el tiempo de las cartas manuscritas ha pasado a mejor vida. Requiescat in pace.
Ahora han convertido ese edificio en algo completamente diferente, y aunque me ha gustado mucho el pulido que le han dado, muy poco se conserva del capital de líneas y frases, dichos, cuartillas, sobres con sellos pegados a lametones, postales escritas con boli Bic, historias que han circulado de saco en saco, de bolsa en bolsa, de mano en mano durante años en este país. Bueno, ahora tenemos este espacio ciudadano tan cívico y europeo que podéis ver en las fotos, un lugar que no hay que dejar de visitar ahora que está abierto al público (durante mayo y junio, si no me equivoco). Y aún me falta subir al mirador. Os contaré.
[¿Qué perdemos, al hacernos tannn europeos?]
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