8.5.11

Un domingo en la calle Fuencarral, 3

Y según vas bajando hacia Gran Vía, y porque sabes que no has terminado la carrera contra tu cuenta corriente, y aún pecarás en alguna de las tiendas (aunque sea un pañuelo, otra camiseta que no necesitabas, una barra de labios...) procede tomar una cañas y pinchos si el bar lo permite. Orio no lleva mucho tiempo en esta esquina, pero es una idea tan buena que ya estoy pensando cómo puedo engañar a mi familia para que empecemos la próxima comilona dominguera aquí con unos txacolís. Sospecho que sólo a los vascos les gusta tanto su comida como a los madrileños.


El sistema es sencillo: vinos y cañas los que te tomes, se cuentan y pagan por vaso. Y lo mismo con los pinchos. Puedes cogerlos del mostrador tú mismo o dejarte llevar por la tentación de los que anuncian a voces y pasean por la sala, pero debes dejar los palillos de cada uno en el plato para el conteo final. He probado dos bastante buenos, uno de paté de cabeza de jabalí con cebolla confitada, y otro de pastel de cabracho envuelto en tiras de calabacín. Ostras la próxima vez.


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