24.5.11

Tomatoland

[La gris es demasiado curiosa como para no poner las patas en el banco de trabajo]

Desde el domingo estoy transplantando las 100 tomateritas que han brotado este año. Cien, sí. En vista del éxito del año pasado (toda murieron menos la hija póstuma de una generación condenada por el sol y la sequía) éste he plantado a lo grande, pero mi poder fecundador se ha salido de madre y ahora me encuentro con una plantación profesional cada vez que salgo a la terraza. Espero poder ir colocándolas en casa de amigos o de compañeros de trabajo (que son los que me están guardando los cubitos de yogur, toma reciclaje y toma publicidad para Activia). Lo más curioso es que a pesar de que estar con el saco de tierra, la pala, los cubitos, la regadera y los periódicos lleva mucho trabajo, es uno de los momento más gratificantes del día. Creo que con el tiempo mis umbrales temporales se han reducido mucho, y el trabajo físico me resulta cada vez más agradable: las acciones se perciben mucho antes que cuando uno está metido en un proyecto, y además puedo trabajar sin depender de las decisiones, la colaboración o las ganas de trabajar del resto del equipo. Otra manifestación de mi esquizofrénico ser: para el trabajo soy una persona social y para la vida privada una ermitaña.


[Estas 2 fotos sólo están separadas por 3 semanas, desde entonces han vuelto a crecer]

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