estas nieves de febrero son ahora olas en el Atlántico]
Lo cierto es que, en el mundo administrado y organizado a escala planetaria, la aventura y el misterio del viaje parecen acabados; los viajeros de Baudelaire, que partían en busca de lo inaudito y estaban dispuestos a naufragar durante el viaje, encuentran en lo ignoto, pese a cualquier desastre imprevisto, el mismo tedio que han dejado en casa. De todos modos, moverse en mejor que nada: se mira por la ventanilla del tren que se precipita en el paisaje, se ofrece la cara al escaso frescor que desciende de los árboles del paseo mientras uno se mezcla con la gente, y algo corre y pasa a través del cuerpo, el aire se mete dentro de la ropa, el yo se dilata y se contrae como una medusa, un poco de tinta sale del tintero y se diluye en un mar color tinta.
Claudio MAGRIS 1997 El Danubio. Barcelona: Anagrama. Pag. 13]
En algún sitio he escrito, tal vez sólo lo he dicho, no sé, que este libro cambió mi vida. Lo leí en aquellos días en los que dejé de ir a la universidad y pasaba las horas muertas en la biblioteca de Letras de la Complutense o de Iglesia tratando de averiguar qué hacer con mi vida. Tampoco sabría decir exáctamente cómo, pero provocó la coalescencia de ideas, deseos, sueños tal vez... que me rondaban, me permitió elegir otro camino (y licenciarme, que no está mal). No es un libro para todo el mundo, lo sé porque se lo he regalado a dos personas y ambas han tratado de hacérmelo comer después. Pero si alguna vez escribo un libro de viajes me gustaría que fuera así, un viaje psicológico, histórico, filológico y geográfico. Enciclopédico y ficticio.
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