30.8.09

Desde los tejados

[Siempre hay torres donde hay vanidad]

Ahora que estoy leyendo una recopliación de artículos de Larra, El Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara aparece con cierta frecuencia. En esa obra (que aún no he leído), un diablo recién liberado de una redoma se lleva a un ciudadano de viaje por el cielo de madrid, y le permite contemplar lo que ocurre en cada casa de tejas abajo. Cuanto más libros antiguos leo más convencida estoy de que muy pocas cosas han cambiado en estos siglos. Por eso la picaresca sigue siendo nuestro género - a lo mejor no en lo que se escribe, que seguro es bastante más pretencioso, pero sí en cualquier serie española de televisión.

Hace unos días hice una visita parecida, aunque poco o nada logré ver tras los ojos de los edificios. Estuve tomando algo en The Penthouse, la terraza del hotel Reina Victoria en la Plaza de Santa Ana, y la verdad es que las vistas de la ciudad merecen la pena. Desde las alturas el resto de humanos parecen hormigas (bien lo sabía Fermín de Pas), y uno tiende a olvidar que la mayor parte de las veces no es un invitado, si no que ha tenido que pagar para subir. Aunque, ¿es eso realmente importante? Sólo lo que uno logra sacar de la experiencia tiene peso al final, es el único ámbito en el que podemos operar, crear, inventar.

Podría dar la vuelta al mundo, pero si no me cambia y si no puedo cambiar nada después, debería haberme quedado en casa o regalado mi billete. No estoy segura de que la picaresca nos permita cambiar, más bien nos consuela de esa parte inmoldeable que también cargamos.
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[Gran Vía y Alcalá a lo lejos, difuminadas.
Less implessing (when you've watched flom The Loof]

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