4.1.09

Edificios imaginarios de mi infancia

[Para poder sacar toda la fachada tendría que usar varios móviles]

Desde los 5 a los 10 años fui a una escuela muy pequeña, no tendría más de 15 alumnos. Uno de mis compañeros de clase (hace mucho habría dicho "amigo" pero las percepciones cambian) había nacido en Salamanca y se sentía de allí aunque nunca ha llegado a vivir en la ciudad que yo sepa. Con el tiempo he descubierto que eso es algo muy salmantino, que se mama prácticamente. De aquel encuentro me quedaron dos obsesiones: tener una sudadera de la Universidad en color rojo inglés como la suya, y ver la Casa de las Conchas. Me la había imaginado de muchas maneras hasta que vi unas fotos en la enciclopedia de casa (a veces recuerdos aquellos tiempos en los que no teníamos la inmediatez de Google y me pregunto cómo podíamos esperar a saber las cosas). Pero no visité la ciudad en persona hasta mucho después, hasta hace 3 años. Y fue mucho mejor de lo que había esperado. Aquella vez no saqué fotos (ni me compré la dichosa sudadera), pero al menos una de las tareas pendientes se cumplió.

[Cada gárgola del patio es distinta, casi todas representan animales]

Las ciudades cambian de significado con el tiempo, como cambian de cara. Y las piedras no varían tanto como los ojos con los que las miramos. O eso me ha ocurrido a mi con mis lugares. He vuelto a Salamanca hace una semana y he visitado una ciudad diferente de la que siempre había imaginado y de la que conocí en 2005. Esta vez tengo fotos, y me hace gracias leer algunos datos sobre la famosa Casa. El patriarca que la construyó (comenzaron en 1493), Rodrigo Maldonado, era de Talavera, y su nieto, Pedro Maldonado, fue uno de los Comuneros (ajusticiado él en Simancas y su primo Francisco en Villalar). Talaveranos en Salamanca, ¿sabremos algún día en qué Castilla estaba el jardín de Melibea? En ninguna, probablemente. Es un jardín de letras que cada uno imagina de manera distinta, y tan pronto se encuentra en el papel como en una terraza madrileña.

[El patio, y detrás la Univ. Pontificia (antiguo Colegio de los Jesuitas)]

Enlazar estas trivialidades es mi pasatiempo. No conduce absolutamente a nada, pero me crea una falsa seguridad, me engaña un rato y me hace pensar que en realidad todo se dirige a un punto determinado, y en el momento culminante todas las piezas encajarán. Y no, esta vez tampoco he comprado la sudadera, lo cierto es que tengo una especie de respeto supersticioso a la parafernalia universitaria. No me parece legítimo comprármela si no he estudiado allí. ¿Es hora de volver a coger cursos de doctorado?

[El escudo de los Maldonado, con cinco flores de lis]

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