El viernes descubrí (en realidad me llevaron, el mérito es de mi guía gastronómico) un sitio de tapas castizo, de esos que ponen comida de verdad y claras con limón que entran como el agua. Es El Lacón, en la calle Manuel Fernández y González 8. Me emociono cuando puedo ver cómo preparan lo que me voy a comer, y es que en un abrir y cerrar de ojos las rodajas de morcilla de arroz que estaban en la encimera crujían doradas en el plato frente a mí.
Pero lo que más me gustó fue que te atizan una tapa con cada bebida, a elegir entre lo que muestre la pizarra. Y los garbanzos con callos me parecieron buenísimos. Nada de tortillas deconstruidas ni porquerías nitrogenizadas a la Adriá: delicias hechas con alimentos básicos. Cómo sería, que me dieron ganas de ordenar un firmes y gritar "¡Viva España y su comida!".
[Desde esta perspectiva me recuerda a las tabernas de bandoleros]
[Los peroles al fuego contienen callos y garbanzos respectivamente. ¡Ñam!]
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