29.11.08

"Nadie en el mundo sabe dónde estoy"

[Al parecer los moteles de la Route 66 están en peligro de extinción]

Este fin de semana, como estoy enrabietada con el mundo por cosas que en el fondo son cuestión mía, he decidido hacer algo completamente distinto y he alquilado un habitación de hotel. Es una idea romántica que se ha debido estar gestando durante semanas; si lo pienso, el número de road songs que he estado escuchando tenía que terminar manifestándose en una de estas rarezas. Al principio había pensado irme a alguna ciudad que no hubiera visitado nunca, pero al final quedarse en Madrid estaba más cerca de lo que quiero conseguir. No estoy de turismo, estoy de aislamiento. He traido cepillo de dientes, el portátil, un libro y varios cuadernos en los que se encuentran dispersos pensamientos (ni tan siquiera siguen un orden cronológico, simplemente escribo en el primero que tengo a mano). En teoría esto debería ser la génesis de una nueva etapa. En la práctica no tengo ni idea de a qué viene este capricho. ¿Hasta cuando voy a seguir viviendo como si éste fuera mi último día en la tierra?

[¿Debería quitar la B.S.O. de American Beauty, que suena de fondo?]

En fin. Alguien a quien siempre escuché con atención en el pasado me contó una vez que cuando era estudiante en París y apenas le quedaba dinero o sentía que se encontraba al final de un callejón, reunía todos los francos que le quedaban y los gastaba en una cena en su restaurante favorito. Y al día siguiente empezaba de nuevo. No es exactamente mi caso, pero hoy es un día tan bueno como otro cualquiera para comenzar con mi reeducación. Y es que me he dado cuenta de que no hago las cosas que quiero, que siempre estoy censurándome a mi misma o dándome razones para dejar correr deseos o ilusiones. ¿Cuántas veces al día me diré "no puedo"? Nada más entrar he empezado a abrir cajones y puertas (manía mía), y tras la del mueble bar había una bolsa de patatas. Pues lo primero que he pensado ha sido "Déjala". Y me ha dado tanta rabia que la he cogido casi al instante.

Ahora estoy dando cuenta de ella, y pocas patatas fritas me han sabido tan buenas. Aunque no me vendría nada mal una clara con limón. Pienso en las posadas que han cobijado a todos los escritores viajeros del pasado y alguno contemporáneo. Pienso que esto es una tontería. Pero al mismo tiempo estoy entusiasmada. PUEDO HACER LO QUE QUIERA.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no hay mejor sensación que la de la libertad

mi alma te acompaña en tu hotel

s