31.10.08

Llueven perros y gatos



[Fotos de Hong Kong bajo la lluvia]

Now the rain comes down the windows and it
Drops onto the forehead of the waiting boy
He surveys his rental kingdom and he
Wonders if he's really lost his one joy
Another fool would go down to the
Only place she ever went to lose herself
She's gone to the movies now and she
Don't need your help
Now the rain turns into snowfall as the
City sky reflects the silver street below
And it covers up the cars and
the Wall
flowers cd ended half an hour ago
Another fool would dig
the broken car out from the snow
And drive to find the show
She's gone to the movies now and she's
Not coming home
She's gone to the movies now and she's
Not coming home
Now he looks around his place and anyways
There's nowhere she could sit besides the bed
And he wonders if the car will start tomorrow
Or he'll have to take the bus instead
Any other fool would be out on the roadway
Trying to spot her rusted Pontiac
She's gone to the movies now
and she's not coming back
She's gone to the movies now

[Semisonic, Gone to the Movies]

Toda la semana ha estado lloviendo, una lluvia firme y oblicua que al chocar contra los edificios acristalados hace pensar en el monzón. Hace un año, cuando llegué a Singapur, llovía también. Pero allí el calor surgía en cuanto se disipaban un poco las nubes, mientras aquí hace mucho más frío cuando el viento las arrastra lejos.

Hasta ahora la lluvia contra los cristales siempre me había parecido algo romántico, más bien melancólico. Imagino un balcón antiguo, con hojas de madera y esos vidrios bastos de antes en los que alguna imperfección distorsionaba la imagen del otro lado en ondas concéntricas. Más allá se ve una persiana de tablillas verdes enrollada y la baranda negra de forja. El tipo de ventana detrás del que me gusta esconderme del mal tiempo cuando tengo un día para mí y puedo estar leyendo metida en la cama. Leyendo La Historia Interminable como Bastian.

Pero últimamente pienso en la lluvia como la veo más a menudo, golpeando blandamente contra la cristalera inmensa que hay junto a mi mesa del trabajo. Esas gotas caen como segundos, como céntimos de euro. Si llueve se me desata el espíritu competitivo. Dentro de un edificio inteligente es difícil saber qué hora es en realidad y puedo trabajar más horas sin parar, y querer más al final que al comienzo. Hace un par de meses caminé por la City de Londres un domingo por la mañana y hay pocas cosas más desiertas y yermas. Sin embargo puedo imaginar que mirar desde las oficinas del Gherkin un viernes al atardecer y ver desde esa altura miles de ventanitas doradas que esconden gente hambrienta como uno debe ser estimulante.

Se empieza fantaseando así y se termina haciendo malabares con los dineros de otros en eso que se llama "invertir en los cada vez más complejos productos financieros". Lo que ha sido el trapichear de toda la vida. Y pensar que todo esto viene a que me ha tocado cruzar la pasarela laberíntica de Canillejas mientras chispeaba...

[The Gherkin visto desde Fernchurch Street un domingo]

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