30.12.13

Catsellers padding the world

Mininas perchas en Kling, c/ Fuencarral 71

Dar vueltas por la ciudad estos días de vacaciones me ha servido para encontrar algunos regalos de Navidad y redescubrir que los gatos venden más y mejor. El número de felinos domésticos no deja de crecer si uno se cree las estadísticas, ya codirigen la galaxia internauta junto con las alegres chicas del porno y cada vez que alguien estampa esos hocicos astutos, esos rasgados ojos de oro en un pijama, monedero o calcetín, a sus pies me tiene con la tarjeta de crédito entre los dientes.

De la sección de literatura en otros idiomas de La Casa del Libro, en Gran Vía 29

¿Manías? Tiene que haber un mecanismo secreto detrás de esto: los de marketing no lo cuentan, pero saben que el impulso de rescatar un gato del escaparate es más fuerte que el afán ahorrador. ¿O sirven simplemente para fijar la atención del espectador con esos ojos magnéticos? Un espectador que es mujer, por los productos en los que suelen ir estampados. A lo mejor las mujeres ya no queremos bebés, sólo queremos a nuestro lado un animal totémico en el que proyectar nuestras fantasías de independencia y sensualidad.


"Fellinium, el gato al que amaban las mujeres" en Sirius, C/ San Vicente Ferrer 26

Mientras escribo estas líneas tengo un gatito negro enroscado en el regazo. Pienso en todas las pequeñas cosas que he visto en tiendas como las de la foto. Si uno pudiera rodearse de amuletos como estos, de colgantes de estrellas minúsculas, cactus de tela, acuarelas de ciervos y zorros... si las pequeñas cosas, los objetos delicados, los fragmentos de poesía o los jerseys de lana gruesa y suave nos protegieran del mundo... Pero no lo hacen. Podemos adornar el nido con talismanes para darnos fuerza, pero eso no cambia el mundo, sólo lo convierte en un calabozo un poco más habitable. Sólo se vence al mundo con indiferencia olímpica, piel gruesa y perseverancia. Haciéndose el gato.

Print de Lady Desidia descubierto en La Intrusa, Corredera Alta de San Pablo 33 


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