Yo soñaba cada día poder alcanzar la playa
Y ahora está tan cerca, casi ya la puedo oler
Y espero cada vez más próximo al final
Ya puedo sentir tierra seca tras la arena mojada
Y no me da la gana de pensar que nada es para siempre
Si esta canción se acaba que acabe el mundo para todos
Todos somos nada, sin las palabras dime ¿qué nos queda?
Y vuelven algunas rimas a mi mente cansada
Partes de guiones que creía olvidadas
Melodías que una vez pensé que iba a perder
Se tornan ahora bellas y valientes sinfonías
Y hace tiempo que yo ya me fui, yo siempre me estoy yendo
Pero siempre estoy contigo, aunque a veces pienses que no hay nada
Cuando me quedo mirando como si estuviera ausente
Es porque estoy viajando, no pienses que voy a perderme
Sí, ya sé que el mundo seguirá girando cuando ya no quede nada
Y nosotros vaguemos por la historia como simples hombres solitarios
Reyes que perdieron todo, todo lo que tanto amaban por quererlo demasiado
Y lo intento cada día, ser todo lo que había imaginado
Y me encuentro que la vida siempre tiene algo preparado
Que supera cualquiera de mis fantasías
Nada comparado con lo que realmente sucedía
Yo soñaba cada día poder alcanzar la playa...
Hoy es día de carreras, y sin embargo este año no he podido calzarme las zapatillas: han sido meses tan complicados para algunas cosas... Podría resumirse en que, definitivamente, me he desengañado del trabajo. Cada progreso en la pirámide alimenticia es un retroceso personal, porque tengo menos tiempo para ser yo, menos ganas de seguir avanzando, menos sueños, menos esperanzas de que algo bueno está a la vuelta de la esquina. También me he desengañado de algunas de mis ilusiones personales. De convertirme en un ser con el don de la ubicuidad mental, una mujer con la mente convertida en una laberinto de Escher, en el que la organización de escaleras y corredores desafía la lógica, y los compartimentos estancos son la única forma de asegurar cierta coherencia. Rara vez funciona, la verdad. Y me hago mayor para seguir intentándolo. Me he rendido, en realidad.
Este año ha sido también el de las migraciones: la crisis nos ha ido cercando poco a poco a todos de una manera u otra. Conforme se iban cerrando los círculos (de conocidos a amigos, después a familiares) de los que perdían su trabajo, también se ha ido ampliando el número de los que hacían las maletas y dejaban el país al grito de "Good riddance!", ya que tienen la costumbre de emigrar a países anglosajones. A veces me dan ganas también a mí de dejarlo todo. Cada día de trabajo me deja un poco más claro que no vamos a las oficinas a colaborar para conseguir juntos que un proyecto avance. Vamos a plantar nuestros reales, a salirnos con la nuestra (abiertamente o por detrás) y a abrirnos paso a codazos o a patadas. Seguramente es así como debe ser, no lo sé. Al final el mercado es una lucha en la que toca olvidar todas las normas que nos han enseñado de niños. Pero yo estoy harta del clientelismo, el cinismo, la improvisación...
No valgo para esto. Mi parte de incompetencia personal natural (mi aversión al control y sus herramientas, empezando por Excel; mi poca confianza en lo que puedo llegar a hacer; mi dificultad para enfocarme en una cosa sola) se ha juntado con la incompetencia que me genera mi organización: exigencias desajustadas para mi capacidad y en plazos imposibles, aislamiento, falta de un objetivo claro y sobre todo, desconfianza. No sé a dónde vamos, y sobre todo, no creo que los que nos dirigen sean capaces de llevarnos a ningún sitio bueno. En cualquier caso, creo que es muy probable que tampoco cuenten conmigo para toda la travesía - y esto es lo que hace más complicado trabajar. ¿Cómo puedo ir cada día a trabajar y dar ese extra más si no puedo evitar pensar que mi silla ya está en tiempo de descuento?
El trabajo me amarga, aunque ya sé que no es la vida. La vida, como dice Xoel López, siempre nos sorprende con algo. Y a veces estamos de camino hacia ese algo que no vemos y no podemos imaginar, algo que se forma paso a paso (zancada a zancada, porque quiero creer en esta canción con todas mis fuerzas). Hace años que tengo la impresión de estar caminando en una dirección concreta sin mapa y sin pistas, espero que en 2014 se despeje un poco la niebla. Porque un día más de vacaciones sin poder levantarme de la cama porque estoy torturándome con el infierno que me voy a encontrar en la oficina, y tendré que recurrir a ayuda profesional, farmacológica.
No valgo para esto. Mi parte de incompetencia personal natural (mi aversión al control y sus herramientas, empezando por Excel; mi poca confianza en lo que puedo llegar a hacer; mi dificultad para enfocarme en una cosa sola) se ha juntado con la incompetencia que me genera mi organización: exigencias desajustadas para mi capacidad y en plazos imposibles, aislamiento, falta de un objetivo claro y sobre todo, desconfianza. No sé a dónde vamos, y sobre todo, no creo que los que nos dirigen sean capaces de llevarnos a ningún sitio bueno. En cualquier caso, creo que es muy probable que tampoco cuenten conmigo para toda la travesía - y esto es lo que hace más complicado trabajar. ¿Cómo puedo ir cada día a trabajar y dar ese extra más si no puedo evitar pensar que mi silla ya está en tiempo de descuento?
El trabajo me amarga, aunque ya sé que no es la vida. La vida, como dice Xoel López, siempre nos sorprende con algo. Y a veces estamos de camino hacia ese algo que no vemos y no podemos imaginar, algo que se forma paso a paso (zancada a zancada, porque quiero creer en esta canción con todas mis fuerzas). Hace años que tengo la impresión de estar caminando en una dirección concreta sin mapa y sin pistas, espero que en 2014 se despeje un poco la niebla. Porque un día más de vacaciones sin poder levantarme de la cama porque estoy torturándome con el infierno que me voy a encontrar en la oficina, y tendré que recurrir a ayuda profesional, farmacológica.
Bavaria, alrededor del solsticio de invierno; amanecer y ocaso casi indistinguibles. |