Hasta que uno no ve anochecer a las 4 no sabe lo que es la falta de luz.]
Cada vez que se nos viene encima un fenómeno astronónimo (he estado dudando sobre qué adjetivo utilizar - ¿es astronómico si lo provoca el movimiento de la tierra?) allá que se dirigen los alegres muchachos de la televisión a preguntar a los expertos. Los domingos ya son desangelados en cuanto a noticias de natural, pero la de tonterías con las que se han despachado hoy a cuenta del cambio de hora... Casi sorprendente. He olvidado el origen de la fuente más incisiva, pero era una señora imponente, psicóloga ella, que afirmaba que la falta de luz hace que tres de cada diez entrevistados de su estudio sientan una disminucion del deseo sexual. Por un momento, tal y como lo planteaban, me estaban entrando ganas de enroscarme en el hueco de un árbol y tirar de mi alijo de bellotas hasta la primavera.
Tres de cada diez no cuentan como mayoría en mis cuentas (no llegan a un tercio en realidad), pero lo que empieza a enfadarme un poco es la cantidad de fechas del año en las que nos tenemos que sentir mal, más por decreto de las fluctuaciones de noticias que de los biorritmos. La navidad es época de depresión para muchos, que respiran aliviados cuando termina y son relevados por los preocupados por la cuesta de enero. Con marzo nos dicen que la astenia primaveral se ceba con los sensibles. Durante el verano hay más divorcios porque las parejas estás obligadas a pasar tiempo juntos, o tienen síndrome post-vacacional. Y en septiembre entra el otoño, los maduros empiezan a escuchar a Vivaldi llenos de melancolía y en cuanto cambia la hora echan el cierre a la maquinita de follar.
Menos mal que por la tarde, mientras fuera rugía la tormenta y terminaba de planchar, han puesto unos capítulos de "My name is Earl". Pa suicidarse, si no. Jason Lee es un crack.
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