Mi madre se ha cansado de tener mis cajas aparcadas en la entrada, y ha repartido todos lo libros por los huecos que quedaban en las estanterías. Su nueva teoría es que va a resultar mucho más fácil que vaya moviendolos en lotes: cada vez que pase por allí tengo que recoger unos cuantos. Aunque no termino de estar de acuerdo con esta estrategia no me queda más remedio que seguirla, y éste es el resultado de la primera migración. De momento el criterio es "libros que todavía no he leído y podría querer leer este fin de semana, porque me he dejado Cloud Atlas olvidado en el trabajo (espero que esté allí el lunes)". Italo Calvino habría entendido los dilemas de hacer una primera selección. Por cierto, hoy he traído uno más, Mumbo Jumbo, ¿dónde lo habré dejado?
No fue difícil escoger cuál quería leer anoche, porque llevo unas semanas pensando en él. Hace más de año y medio que compré Louis Riel, la novela (bio)gráfica de Chester Brown y todavía no la había empezado siquiera. Después de haber leído un tercio de las 278 páginas no se me ha despertado el entusiasmo todavía, y empieza a parecer tarde para que lo haga. No diré que me aburre, pero no es exactamente un hervidero de aventuras. Aun así me gustan los dibujos de Brown: el trazo es delicado y sencillo, blanco negro y sombreados como telas de araña, contenido. Esa contención incluye el lenguaje y las acciones (la violencia está presente pero se presenta desnuda y mitigada por el tipo de dibujo - esto no es manga). Pero algo me falta: lo he estado pensando, y si algo no tiene un punto de ironía no termina de engancharme. Soy una vieja sarcástica.
[Aparta tus garras de mi libro, malvada Grisly]
No hay comentarios:
Publicar un comentario