17.2.09

Días de vino y rosas

[Silvia Abascal y Carmelo Gómez]

A pesar de que gasto el 90% de mi tiempo encerrada en el círculo vicioso del trabajo, el miércoles pasado conseguí pegar un salto fuera para hacer algo que tenía dejado de lado: ir al teatro. Había consultado la cartelera con sólo 2 días de antelación, y aunque me temía que la obra iba a ser un dramón, eso de ver a Carmelo Gómez actuando en carne y hueso me convenció. Hace unos años lo vi con Flotats en La Cena y su Fouchet me gustó mucho (también sus patillas de Lobezno cuando me cruzaba con él por la calle, que era bastante a menudo por aquel entonces).

La obra (Días de vino y rosas, dirigida por Tamzin Townsend) es, efectivamente un dramón algo anticuado que se me hizo un poco largo (y creo que no sólo a mí, cuando la gente aplaudió en la antepenúltima escena tuve la sensación de que también ellos habían tenido bastante). Aunque no sé si largo es la palabra adecuada. Tal vez no fuera la duración sino lo anacrónico y cándido de la versión. Los personajes cambian, sí, pero ¿por qué? Alguna escena en la que pudiéramos haberlos vistos solos, donde no hubiera habido palabras pero la transición se hubiera hecho obvia no habría venido mal. Es cándida en ese sentido, se sostiene demasiado en un mecanismo de causalidad, en las expectativas del público.

Y anacrónica porque a pesar de que Luis es relaciones públicas de un jugador español de baloncesto, ella se queda en casa como una fiel esposa de los 60. A lo mejor me equivoco, pero el conflicto con la bebida, por más que afecte a mucha gente hoy en día, no es tan actual para mi generación como el de la coca, por ejemplo. Pero también creo que por algún motivo esta obra está muy cerca de Gómez tal y como la han presentado. Y eso me gusta. Cuando consiguieron arrancar la tercera salida al escenario comenzados los aplausos, no pudo reprimir un gesto de victoria. Otra cosa que me gusta de él, que es espontáneo y siempre parece lleno de energía. Siempre que lo he visto sonreía mientras caminaba.

En cualquier caso, la actuación de ambos me pareció muy buena. Silvia Abascal es muy natural, y casi parece que de verdad están casados. Y Carmelo tiene una escena (la primera vez que lo vemos borracho) en la que parece borracho de verdad: la forma de gritar, las repeticiones, la torpeza, las reacciones descompensadas... Nunca he visto la película de Jack Lemmon y Lee Remick, tal vez debería para contrastarla con esta función. Pero creo que en gran parte me gustó porque ambos actores parecen tener un deseo terrible de que la obra funcione, y no tanto por el texto en sí, del que esperaba más.

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