2.2.13

Filólogos en un mundo hostil


[Dos filólogos y un destino, eso somos]

Estas cosas que pasan en las empresas: de repente, un jueves a última hora de la tarde te llega un email en el que te piden en un lenguaje audazmente incongruente que prepares una cosita de nada, unas cifras, un pequeño resumen. Nada importante, sólo se necesita saber de la manera más detallada posible una cuestión para la que tienes que sacar cifras y de la que desconoces el contexto (no vaya a ser que sepas tú tanto como el tipo que te está bombeando la información para presentarla como propia). Y para no ser urgente, ¿por qué te lo tengo que mandar al día siguiente? Ah, perdón, no había leído en la última línea que hay que entregarlo el lunes a primera hora. ¿Y esperas hasta ahora para pedírmelo, melón con patas?

Mi jefe y yo somos filólogos (o más bien, estudiamos filología y no llegamos a serlo), y cuando nos vemos envueltos en estas operaciones relámpago, aparte de insultar al responsable con todo tipo de metáforas hirientes (nos gusta recrear el siglo de oro a nuestra manera) solemos salir airosos porque la palabra y los números (esa es su parte) pueden sustentar prácticamente todo. Así que después de tener una reunión con el personaje que nos pedía el trabajito y comprobar descorazonados que ni sabía lo que quería (la gente se piensa que puede meternos con calzador en sus proyectos personales aunque sólo haya escuchado campanas sobre lo que hacemos) y de mostrar nuestro escepticismo de manera quizá un tanto sardónica, hemos reservado sala y nos hemos lanzado a inventar. Somos unos vendedores de humo de puta madre, por lo que en dos horas hemos salido del paso.

Hace un rato, buscando un dato para otra entrada me he topado con una foto de Fernando Lázaro Carreter, mi amor platónico, mi héroe, el Übermann de letras nacido en Zaragoza. Me ha mirado desde el más allá de los unos y ceros virtuales, con ojillos minúsculos pero penetrantes tras sus gruesas gafas de pasta, desde el parapeto crítico de unas bolsas forjadas con cada palabra leída y escrita. Con la misma severidad despiadada de la parábola de los talentos me ha preguntado qué tengo pensado hacer con el mío, ya que, por lo que sabe, está enterrado y cada día le echo encima una nueva paletada de tierra. Don't hit me master... por cada palabra que prostituyo a mayor gloria de la España corporativa trato de construir una frase libre, limpia, correcta, digna. He dado muchos tumbos y me está costando encontrar mi camino.

[El genio custodiando la biblioteca de su casa]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es ironico que a los que supuestamente somos ingenieros de la informacion muchas veces no se nos pida y en cambio por la falta de recursos o tiempo, debamos acudir al folklore o incluso a la supercheria chamanica para justificar ciertos compirtamientos de sistemas. Cuando nadie mira esgrimo mi cetro coronado con un craneo dw cabra y bailo en circulos pidiendo a los espiritus que reinicien el mundo que seguro seguro que asi se arregla. Ayyyyyy......