20.6.10

El día europeo del pardillo

[Las señoritas de la Telefónica en las oficinas centrales, octubre de 1928. No sé quién es el propietario de los derechos, encontré la foto en el especial que El Mundo preparó por los 100 de la Gran Vía]

Un domingo más estoy en mi terraza intentando construir una entrada. Las buenas ideas que durante el fin de semana han ido visitando mi listado mental de temas se han borrado de repente, y me encuentro, una vez más, bloqueada ante el rectángulo en blanco de este post. Tal vez estar tomando el fresco bloquee mi sensibilidad bloguera, aunque más bien se trata de un efecto secundario del cocktail de antihistamínicos, Ibuprofeno y Flixotide que he tenido que atizarme a lo largo del día.

Sacando fuerzas de flaqueza, y porque el tema lo merece, consigo ponerme a la tarea de describir el otro cocktail Molotov que me preocupa estos días. Hace un par de semanas, y no puedo decir que de improviso, porque en la organización colador que es mi empresa todo se sabe antes de tiempo aunque sea de forma adulterada, me enteré de que a mi jefe directo le habían dado una patadita lateral. Triste por mi jefe, que es un buen tipo y probablemente no se lo merece, pero eso nos daba mi compañera de departamento y a mí una oportunidad. En una conferencia casi improvisada, la jefa del equipo nos lo vendió como una "reorganización de las prioridades del área", en la que supuestamente nos convertiríamos en responsables de las tareas que hasta ahora coordinaba mi ¿ex-jefe? Fue una conversación tan breve y vaga que le escribí un correo pidiéndole más datos. Concretamente, y con otras palabras, claro está, preguntándole si darme más trabajo y responsabilidades se iba a traducir en una subida de sueldo.

Pues como es de suponer, después de darme largas 10 días, por fin me llamó para decirme que no en un enrevesado monólogo sobre el profundo análisis que está llevando a cabo de las peticiones de todo el mundo y la delicada tarea de reasignar recursos a las distintas secciones, todo ello bien aderezado con quejas sobre la crisis y lamentos sobre lo dura que está siendo para la empresa. Yo ya estoy harta de que me cuenten historias y ésto no era más que un trámite (daba por hecho que me iban a exprimir un poco más por lo mismo) pero aún así estoy furiosa. Llevo furiosa dos semanas, desde que me lo dijeron. Este eterno día en bucle, esta parodia del día de la marmota en que se ha convertido eso de encender el ordenador para trabajar me tiene quemadísima. Lo que me cabrea de verdad es que toda la culpa es mía. Debería trabajar sólo lo que me pagan, o buscarme un trabajo en el que me paguen todo lo que trabajo. Al final esa va a ser la único opción para largarme a algún sitio mejor o tener elementos para renegociar el sueldo.

Septiembre es la fecha que me ha dado para volver a hablar de este tema. Hasta entonces, miles de acciones pendientes, empezando por hacer la declaración y cambiar completamente mi enfoque en el curro. Ya se acabó eso de hacer el pardillo, ni una sola tarea más sin sacar rendimiento personal, ni una sola colaboración más por ser buena compañera, ni un solo trabajito más en el anonimato. Iba a a escribir "ni un solo minuto más regalado", pero no estoy todavía en esa etapa. Escucho una canción de Lori Meyers curiosamente apropiada:

Se encuentra perdida en busca de su rol
y reza por que esté muy cerca,
tendrá cosido el corazón
con plata y oro en finas hebras.
Siéntate aquí, puede ser que me quede corto,
que conseguir tu nivel es algo de locos,
para intentarlo prevalece un orden algo extraordinario.
Sal ya de aquí, párate, reflexiona un poco,
sin diccionarios, ni palabras y con hechos demostrados.
Me da pena mirarla, ella busca su rol, sonrisa en la mirada
.

Estoy enfadada porque no sé qué quiero ni hacia dónde voy.

[Un antiguo edificio de Telefónica en la calle Ríos Rosas. Siempre me hace pensar en pesadillas como Logan's Run, 1984... La foto es mía.]

No hay comentarios: