3.3.13

Calçotada, porrón y cuenta nueva

[Esto son los calçots, en una teja caliente y sobre papel de estraza]
 
[Pan tumaca y embutidos catalanes]
 
[Porrón de cava, risas aseguradas]

 [Butifarra, mongetes y conejo al alioli]

Una de las tradiciones más esperadas que tengo con mis amigos ocurre a finales del invierno: con el frío llegan al mercado los calçots, una variedad de cebolla típica de Cataluña, y entre el 15 de febrero y el 15 de marzo vamos a Casa Jorge los once (bebés incluidos) que de momento somos. Lo bueno del menú de este restaurante (con dos sedes en Madrid ya, muestra de su éxito) es que incluye algunas otras delicias de la cocina catalana, como la esqueixada de bacalao, escalivada y los embutidos. Todo esto va regado con un porrón de cava, y finaliza con la crema catalana. Ñam.

Pero ¿qué son los calçots y cómo se comen? Pues son una especie de puerros, aunque mucho más delicados, que hechos a la brasa y pelados (para quitarles las primeras capas, que están quemadas) se deshacen casi en la boca. Una vez despojado de lo que le sobra, hay que mojar el calçot en salsa romesco, y, aquí viene lo bueno, llevárselo a la boca en plan faquir porque por sí solo no se sostiene. Y hasta aquí lo explico, porque encima leo en Wikipedia que la dichosa liliácea que me ocupa tiene propiedades afrodisiacas. Le sigue un plato de carnes a la brasa con unas judías blancas, como se puede ver en la foto.

Afrodisiaco. Me lo creo. No sé si ha sido el vino, los calçots, la conversación sobre 50 Sombras de Grey (que de momento sólo he empezado), pero en un momento dado alguien a mi lado ha tenido problemas con un trozo de butifarra, que ha salido volando de su plato, y nos ha explicado que era tan grande y tan dura que no podía manejarla. Y claro, ya estábamos todos como si fuéramos adolescentes en clase, creíamos que no podíamos reírnos más hasta que otra, para detener el jolgorio, ha dicho con voz muy seria: "bueno, ya basta, que estamos comiendo conejo tranquilamente". Después de eso ya nadie podía beber del porrón sin que el resto coreara "traga, traga, traga" como en una peli de instituto americano. Muy divertido, y muy recomendable (la comida y el sitio, las bromitas van a gusto del consumidor).

Y fuera, en algún lugar del mundo, el Madrid ha ganado al Barça por segunda vez esta semana. ¿Se ha vuelto el mundo del revés de repente? Porrón y cuenta nueva.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante y dvulgativa entrada,solo un par de apuntes, ya que ultimamente llevo un ritmo alto de calçotades. En las que he hecho yo el jolgorio empieza dos horas antes haciendo el fuego que como todo el mundo sabe siempre debe estar acompañado de una cerveza fria sino inevitablemente se apaga. Luego viene el turno a las quemadiras de primer grado colocando y girando los calçots que como es de dominio publico se alivian sosteniendo una cerveza helafa. Finalmente cuando la comida llega a la mesa te acomodas un precioso babero y ata as las cebollas con las manos, pelandolas verticalmente lo que ocasiona dos efectos: te deja las manos tiznadas y causa gran numero de bromas sobre la capacidad de los comensales. Entre eso y el vino acabamos con una guerra donde cada uno pinta la cara al de al lado al puro estilo de humor amarillo.

Pero esto solo pasa en las buenas.

Macavity dijo...

Hmm, está claro que somos novatos, aunque esta vez ya hemos empezado a hablar de cultivar nuestros propios calçots, nos estamos viniendo arriba :)

Lo mejor es comprobar que el espíritu lo hemos pillado, el Ebro no es frontera para la fiesta y las bromas sobre cebollinos.