[Pésima calidad del vídeo, no les hace justicia]
¡Qué dulce error! Abro la carta que está en mi buzón.
No es para mí, pero se trata de una invitación.
¿Qué puedo hacer?. Tendré que ir e intentaré ocultar
mi condición, con ese acento tosco y tan suburbial.
Tengo un trabajo de siete a seis,
soy autómata en un taller,
pero llego a mi piso y me ilustro muy bien
Con Pasolini y con Molière.
Ven conmigo, torpe dama,
de fiesta en fiesta y de cama en cama.
Ven conmigo, deja el barrio,
yo soy el dandy del extrarradio.
No puedo más, quiero escapar del extrarradio,
¿Qué hago aquí?,si yo anhelo el gusto y la distinción.
La recepción para honorar a un rico jeque de Argel
exige frac, tendrá lugar en un lujoso hotel.
En los disturbios antisistemas
saqueo en El Corté Inglés,
un buen perfume y una corbata,
que sí, que sí, ¡qué viva el Che!
Ven conmigo, torpe dama,
de fiesta en fiesta y de cama en cama.
Ven conmigo, deja el barrio,
yo soy el dandy del extrarradio.
Libertinaje con libertad,
siempre trato de no confundir.
Pero el vino francés y la nouvelle cuisine
me transforman en sensual y vil.
Ven conmigo, torpe dama,
de fiesta en fiesta y de cama en cama.
Ven conmigo, deja el barrio,
yo soy el dandy del extrarradio.
[Sidonie, Dandy del extrarradio]
Hoy en el coche iba escuchando Costa Azul, de Sidonie, y una vez más me ha sorprendido el calado de las letras de Marc y compañía. De alguna manera consiguen dar el salto mortal en cada canción, y saltar de la vulgaridad de la vida suburbana a momentos sublimes que sólo la cultura (Pasolini, Fellini, Baudelaire, Audrey Hepburn, Sylvia Plath, Oscar Wilde... ) puede permitir. Vivimos en esa contradicción, queremos ser especiales en el refugio de nuestro salón, pero no es un palacio romano, es una pelada vivienda de protección oficial.
¿Es la vulgaridad estudiada el único refugio del dandy manqué?
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