5.2.12

Lori Meyers en Joy Eslava

[Todas las cabezas estaban por encima de la mía, difícil sacar fotos decentes]

¿Canto del cisne de mi juventud? ¿Smarrita via de mi vida recobrada con la madurez? ¿casualidad? Los planes se suceden los fines de semana, entre semana, durante el día, como si tuviera 10 años menos y aún creyera que es posible la salvación. Pero nadie se salva, y las hojas escapan del calendario como escapan las gotas del grifo de la cocina. Los 35 están ahí, a la vuelta de una semana. Y por las mañanas mi cara de horror se parece más a un cuadro desesperado de Munch que a la habitual imagen somnolienta de las 7.

En fin, en esta carrera desesperada en la oscuridad (me vuelvo para ver a qué distancia quedan mis perseguidores y no parece estar más despejado que en el tunel negro que me lleva a una meta desconocida), en esta carrera, digo, la música ha recuperado gran parte del terreno que ocupaba en mis años tiernos. Hace por lo menos 17 años que en esta misma ciudad, recien llegada a la universidad, y con una inocencia brutal, casi ridícula, fui con mis amigas de toda la vida a un concierto llamado Viaje a los Sueños Polares en Aqualung (¿existirá esa sala todavía?). De aquellos grupos (Nosoträsh, Chucho, el Sr. Chinarro...) pocos o ninguno quedan. Pero tanto como han cambiado ellos hemos cambiado nosotras también. En 17 años las corrientes en contra que cada una hemos tenido que batallar nos han modelado de manera diferente, pero aún así hemos conseguido repetir quedada, y el viernes (casi) todos - porque ahora somos un grupo que incluye hasta bebés - nos reunimos en Joy Eslava para ver la tercera parte del tetraconcierto que los granaínos Lori Meyers han dado en la capital para cerrar la gira.

Esta generación de grupos canta en español y han encontrado su voz y la nuestra, a pesar de que entonces nos costaba concebir que alguien quisiera hacer música y no aspirara a conquistar el mercado anglosajón. Esta generación ha dado el mismo salto cualitativo de la selección española, y no sólo se les ha olvidado que siempre había una Italia esperando con media sonrisa satisfecha a la altura de cuartos, además han conseguido desechar la idea de que la escena indie nacional necesita apuntalarse de las discográficas, los 40 principales y las fiestas de los ayuntamientos. Grupos como Lori Meyers o Vetusta Morla, y con ellos los reciclados de antaño como Cooper o M-Clan me dan una impresión de consistencia acumulada no comparable a la movida, pero igual de relevante. Es lo mismo que cantan los hinchas del Mirandés, o del Estudiantes: "estoy hasta los huevos del Barça y del Madrid". Hay otras vidas.

Lori Meyers en concreto es un grupo que me hace sentir bien, combinan una fina ironía con alegría de vivir, son esperanzados desesperados y denuncian las invisibles dictaduras modernas (la banca, la publicidad, los estereotipos) con el buen humor del casi resignado que aún tiene fuerzas para dar batalla. Y tocan bien en directo, mejor aún que enlatados. No éramos muchos en esa bombonera trasnochada que es la Joy, aunque estuviera llena, pero cantar todos juntos todas las canciones me creó la falsa impresión de que la armonía es posible. Éste es el místico secreto de los templos y los cultos, no otro. Lori Meyers no es sólo un grupo de Loja con cuatro discos fantásticos en el mercado, es también mi forma de ser en estos días de confusión, crisis laboral, crisis existencial. Hasta han firmado un frase que podría escoger como lema personal: Es un placer contaminante escuchar a los demás, no dejar de intoxicarme.

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