[Cartel de Hellboy, de la exposición de comics del Ayuntamiento]
Este año la feria de las vanidades literarias ha estado pasada por agua como es tradición, aunque, como es tradición también, el día que me acerqué yo caía un sol de justicia (hubo que tomar unas cerveza en uno de los chiringuitos que amenizan el evento). Observo que con cada edición se sofistican la técnicas de los fans, ya no nos basta con hacer cola para conseguir que un tipo conocidillo e incluso famoso nos firme un autógrafo. Ahora hay cola para las firmas y para el resto se usan cámaras digitales, de vídeo, de móvil... hay quien va grabando a las celebridades caseta tras caseta como si de un desfile se tratara. No creo que miren ni los libros, o no me dió esa impresión.
Secretamente soy mitómana, y no logro sustraerme al nerviosismo especial que siento al encontrarme a alguien que ha logrado escribir y publicar algo. Después de todo es alguien que se sienta detrás de un mostrador a esperar el veredicto del público, que soporta la indeferencia con más fingida indiferencia, sólo eso ya merece admiración. Esta vez quería ver a Juanjo Sáez (hace uno o dos años no me atreví a acercarme) pero terminé hablando con dos autores totalmente distintos. Por un lado me hizo mucha gracia conocer a Alfredo Gómez Cerdá, autor de dos libros que mi hermano leía de pequeño (Macaco y Antón y Jorge y el Capitán, ambos de la Colección Barco de Vapor). Por otro, compré para mi padre La Economía explicada a Zapatero y sus sucesores para mi padre, y Pedro Schwartz me lo firmó elegantísimo, con su pluma y sus preguntas de encantador de serpientes. Aún no lo he leído, aunque tal y como me lo vendió, no puedo esperar a que mi padre lo termine y me lo pase.
[Y aquí estoy posando languidamente despeinada frente al Palacio de Cristal del Retiro]
[Y aquí estoy posando languidamente despeinada frente al Palacio de Cristal del Retiro]
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