10.4.11

Ostracon

[Josep Plá (derecha) con su amigo Alexandre Planas. Tan joven y ya tan cínico - ¿o estas reflexiones son añadidos de épocas más maduras del escritor? Fuente]

26 de julio - Hay días - unos más que otros - en que no puedo resistir la soledad. Me es imposible [...] La soledad humana es un hecho biológico sagrado. El hombre es un animal cerrado en si mismo, impenetrable, inexplicable, incapaz de ser expresado de fuera a dentro ni de expresarse de dentro a fuera. Quizás el hombre tiende a a expresarse con una cierta claridad - ¡y aún! - cuando paga - en dinero o en especies - . Pero nuestra vanidad, el amor propio, nos lleva a penetar en la sagrada soledad de los demás, con la esperanza de que se nos darán gratuitamente. El amor propio nos crea la ilusión de que podremos obtener de los demás alguna cosa gratuita, sin pagar, de balde - la fantasía de que los otros abolirán, para hacernos gracia, su sentido de conservación y su soledad ineluctable. Es natural que unas pretensiones tan desorbitadas nos produzcan problemas y lacerantes amarguras.

En cierto aspecto, el resecamiento absoluto es un mal negocio porque conduce al mutismo. Conozco personas de las que me consta que comenzaron la vida siendo muy habladoras y que a mí ya no me han dicho prácticamente nada. El ideal debe consistir en llegar a un resecamiento justo, tan suficientemente justo que sirva para no olvidar que el único acto importante de la vida es del de pagar y que la fórmula más agradable de la convivencia humana es la banalidad - la conversación banal, banalísima. La relación banal es positiva y relajante, constribuye a mantenerse en aquel punto de confusión mental que es indispensable para tener una buena salud e ir tirando en la vida. La banalidad se puede alargar o acortar a voluntad. Me parece que no se puede pedir más [...]. En todo caso, si la soledad es irresistible, no se puede negar que es barata. No hay ningún ávaro que no sea un solitario. No hay ningún ávaro que no lo sea también de sentimientos y de palabras.


[Josep PLÁ (1999) El Cuaderno Gris. Madrid: El Mundo Unidad Editorial. Pág 119]

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