21.4.11

Inventar el ferrocarril


No sé cómo he persistido en viajar en autobús cuando el tren estaba ahí al lado, esperando a llevarme más despacio pero con un enchufe para el cargador del portátil. Como tengo el modem USB ni siquiera echo de menos el wifi (no uso spotify para que la red , que va y viene, se centre en Blogger). De todas maneras puedo escuchar Vampire Weekend mientras escribo esto, y casa bien con el paisaje que veo correr a mi lado por el rabillo del ojo: fresnos y robles con las hojas nuevas brillantes, mojadas por las tormentas que han caído en estos dos últimos días en Madrid. Chalets escondidos en gargantas, arropados por rodales de pinos. Las ocasionales vacas negras o canela del país. No es nada fácil sacar buenas fotos de paisajes en movimiento, pero las que tenéis aquí dan una idea de lo que es Guadarrama en abril. Queda lejos de los verdes colinas de Maine, pero...


Como buena madrileña lo soy de adopción y me encanta la sierra. En invierno está preciosa por la nieve, los verdes de la primavera la rejuvenecen, en verano es el único refugio en el que se puede sobrevivir la canícula, y los árboles del otoño inspiran una dulce melancolía. Con el tiempo me he hecho más sensible al cambio de las estaciones y de las sensaciones que los meteoros atmosféricos tienen en mi ánimo. Debo estar haciendome mayor, porque la sensación de paso del tiempo arrastra consigo la de pérdida: la pregunta "¿volveré a ver esto de la misma manera algún día" me asalta cada vez con más frecuencia, igual que brotan los recuerdos por un olor o efecto de luz. No deja de ser curioso que las precipitaciones, la dirección del viento y la presión puedan modificar mi estado de ánimo. Pero es uno de los tropos más antiguos de la historia de la literatura, así que no puedo presumir de ser original en esto tampoco.



Pensamiento banal y simplicísimo: ojala pudiera vivir para ver y sentir todo lo que los viajes por el mundo ofrecen. Que no, que no tengo más ganas de trabajar. Que me pueden dar ya los euromillones, no tenemos porque seguir jugando al gato y el ratón.

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