2.7.09

Madness

Alan sintió que volvía a llenarle la cordura. Era un asunto extraño, la cordura. Cuando uno estaba privado de ella, no se daba cuenta. No notaba su ausencia. Sólo la percibía de verdad cuando la recuperaba, como una rara ave silvestre que vivía y cantaba dentro de uno, no por decreto, sino por elección.

[Stephen King 2005 La Tienda. Barcelona: Ediciones B. Pag. 948]

Acabo de terminar La Tienda, de Stephen King (Needful Things). Y aunque al final éstaba enganchada pero algo aburrida, no me ha parecido tan mal. No he leído nada de King que supere El Resplandor (que además fue el primero que leí, y también una de las pocas películas de terror que vi en mi infancia), pero es agradable sumergirse de vez en cuando en la atmósfera familiar de sus libros. Hace que Nueva Inglaterra siga siendo una selva salvaje y amenazadora de la que emergen las ciudades-pueblo como pequeños puntos de luz. Y eso me gusta, y en eso me puedo dejar llevar. El mal está fuera de nosotros, viene generalmente de la oscuridad que rodea los remansos de civilización, pero sólo tiene poder sobre los que ya carga con la semilla contaminada. Los demonios de King sólo desencadenan tragedias que ya se han madurado.

Suena familiar, especialmente estos días. Ahora que en el trabajo las partículas parecen cargarse de electricidad conforme pasa el día como si todos nos estuviéramos preparando para el tornado, hay quien cede a la presión y va perdiendo la cabeza. La crisis puede tener parte de culpa, pero hay un montón de grillados por ahí y un día de estos alguno va a perderse definitivamente. El caso más preocupante es el de nuestra Alex Forrest particular. Pero prefiero no tener que recordar todo el tiempo que he perdido hoy buscando frenéticamente en una archivo de 2006 y tratando de enmendar una fractura irreparable en el equipo. En los libros de King siempre hay un momento final de comprensión en la locura, aunque sea breve. la vida real no depara esos lujos.

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