5.7.09

Julio y las comidas de despedida

[Il Pastaio, C/ Ríos Rosas 49. Con su tiendecita de pasta fresca]

No sé si es una costumbre extendida en otras ciudades/países, pero Madrid, aparte de tener la ineludible cena de Navidad que dispara los ingresos de los restaurantes en diciembre (porque al final tienes la del trabajo, la de tus amigos y si te descuidas la del gimnasio, el club de ajedrez y la panadería) sigue la tradición no escrita de las cena pre-vacacionales. Los grupos de amigos se ven mucho menos en verano, y antes de que cada uno migre a un lugar distinto suele organizarse una comida, cena o salida de despedida. Así que el viernes fui al Wagaboo de General Martínez Campos (ya conocía el de Gravina y el de Ayala), ayer hice la gira tradicional por Ponzano (que merece entrada aparte), y hoy he comido en Il Pastaio de Ríos Rosas.

Tres ambientes bastante diferentes, que es lo que me gusta: cada vez estoy más convencida de que hay que probar todas las cosas que hay en la carta, aun a riesgo de estallar las costuras justo ahora que hay que ir medio desnuda. Sea. Que me quiten lo bailao: hoy he tomado una ensalada caprese buenísima, y los linguini al nero di sepia (o algo así). Los platos son gigantes en este pequeño restaurante, por poco no llego al tiramisú especialidad de la casa. El restaurante es famoso, entre otras cosas, porque Leticia llevó al príncipe a cenar mientras estaban en la fase de cortejo. Me pregunto si ella fue capaz de terminarse su plato, ahora seguro que no podría: hace dos meses coincidí con ellos en un cine y no creo que pese más de 48 kilos.

Al hilo de los pesos y volúmenes, ahora estoy tumbada en el sofa, terminando la digestión como una boa constrictor y mirando como mis muslos se inflan por momentos. ¡Dichosos escesos veraniegos y dichoso calor! En realidad sólo me arrepiento del saté del viernes: me parecio grasa de pollo con salsa barbacoa, cuando debería haber sido una brocheta de pechuga con salsa de cacahuete.

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