27.12.11
Y hablando de correr...
..aquí es donde vengo yo cuando tengo tiempo y ganas, aunque correr es posiblemente una de las cosas que menos me gusta hacer como deporte. Las pistas del Canal (oficialmente conocidas como Centro de Ocio y Deporte del tercer depósito del canal de Isabel II) son famosas por su campo de golf sobre todo. Pero es un parque amplísimo al que muchos chamberileros y monclovitas (los colegios mayores de Islas Filipinas están muy cerca) van a entrenar al atardecer. Y pese al odio que profesé durante toda mi adolescencia a cualquier ejercicio físico a veces me descubro feliz entre los corredores. Endorfinas. Malditas endorfinas embaucadoras...
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Si algo te quema, Nike te hace reir
Ahora que se aproxima la San Silvestre vallecana, Nike ha sacado una campaña dirigida a los verdaderos perjudicados por los tiempos que vivimos, los menores de 30 años. Venden zapatillas, sí, pero también desdramatizan las pequeñas y grandes desgracias de su vida. Éste es un ejemplo, pero podéis encontrar otros en el Metro con frases como "Tengo 26 años y aún vivo con mis padres", "Mi bailecito de ayer en Huertas hoy es trending topic" o "Mi novio se va de Erasmus a Brasil". ¿La solución? "Si algo te quema, quémalo corriendo". Me ha hecho reir, aparte de parecerme ingenioso y realista. La vida es dura, pero no hay que dejar que the slings and arrows of outrageous fortune nos hagan tirar la toalla. Sólo queda tirar hacia adelante, y esperar que alguna reserva oculta de endorfinas nos endulce la carrera.
25.12.11
Sidonie en el Price - regalo de navidad
[Marc Ros - qué grande es, todo un dandy]
Trasteando mientras envío algunos mensajes navideños que tenía pendientes he encontrado este tesoro: una selección de 9 canciones del concierto de Sidonie en el Price. Ya había contado por aquí lo bueno que me pareció el concierto, y ahora que lo escucho de nuevo enlatado, desde fuera, me parece mejor incluso. Lo único que no refleja fielmente es cómo todos cantábamos todas las canciones (incluídas las que presentaban, lo cuál dice mucho de la importancia de Spotify y similares en la escena musical actual). Have fun!
24.12.11
Wall-E's Song
[Jeff Tweedy es impresionante en directo, sólo o acompañado]
I will throw myself underneath
The wheels of any train of thought
Running off the rails
I'll sail you through the roadways of your brain
If I could bring a light to shine
Upon the dark and disobey
The night so young but
I still say we're too old for cliches.
Oh I can only dream of the dreams we'd share
If you were so inclined
I would love to be the one to open up your mind
I could base my whole existence
Upon the cherry-strands of your gold hair
I would ask, almost insist upon
Treating you kind and fair
Oh I can only dream of the dreams we'd have,
How our hearts would be entwined
If you would let me be the one to open up your mind
I'd still be myself beneath
The banks unbroken beside the stream
Ready to return your thoughts unlearned
So it goes, so it seems.
Oh I can only dream of the dreams we'd share
if you weren't so defined
I would love to be the one to open up your mind
If you would let me be the one to open up your mind
[Wilco, Open Mind]
I will throw myself underneath
The wheels of any train of thought
Running off the rails
I'll sail you through the roadways of your brain
If I could bring a light to shine
Upon the dark and disobey
The night so young but
I still say we're too old for cliches.
Oh I can only dream of the dreams we'd share
If you were so inclined
I would love to be the one to open up your mind
I could base my whole existence
Upon the cherry-strands of your gold hair
I would ask, almost insist upon
Treating you kind and fair
Oh I can only dream of the dreams we'd have,
How our hearts would be entwined
If you would let me be the one to open up your mind
I'd still be myself beneath
The banks unbroken beside the stream
Ready to return your thoughts unlearned
So it goes, so it seems.
Oh I can only dream of the dreams we'd share
if you weren't so defined
I would love to be the one to open up your mind
If you would let me be the one to open up your mind
[Wilco, Open Mind]
21.12.11
Aforismos gallegos
Llevo dos semanas de tanto curro que ya no sigo ni las andanzas de la prima de riesgo, esa fulana inconstante que nos trae de cabeza. Pero echando un ojo a los resúmenes de la sesión de investidura me ha gustado mucho una frase de Rajoy (o del tipo que escribe sus discursos):
No se trata de recuperar lo que se fue, ni de regresar al lugar que ocupábamos porque ese lugar ya no existe. La España que hemos dejado atrás no va a volver, y esta vieja nación tendrá que rejuvenecer su actitud.
Me parece que resume perfectamente la más urgente necesidad del país: los jóvenes, parados o no, son los que tienen la tarea de buscar nuevas fuentes de queso. No podemos esperar que las salas en las que solía estar se llenen de nuevo, hay que avanzar.
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Urtain: uppercut a la cuarta pared
[Álamo es Urtain, y es José Luis Íbar. Y también es cualquiera de nosotros]
[Me ha gustado mucho pero, ¿estoy obviando cierto paternalismo en el montaje de Animalario]
Soy dura de oído, lo comentaba el otro día. Me cuesta no escurrir el bulto de las escuchas difíciles. Es la razón por la que me revuelvo si alguien sintoniza Radio 3: cierto, tiene programas en los que se emite la música que me gusta. Pero es música nueva lo que radia, y rarísima vez mainstream. Por más que me guste la música alternativa, las canciones nuevas me hacen sentir incómoda, me exigen una atención o una sensibilidad que no soy capaz de dar a demanda. No sé si se trata de resistencia al cambio o resistencia a las respuestas emocionales, pero una melodía conocida, contra la que ya estoy vacunada y que me permite hacer otras cosas convirtiéndose en un neutro ruido blanco, me relaja. Las melodías desconocidas, por el contrario, hacen saltar mis alarmas.
Este fenómeno no se limita a la música, ni tan siquiera es nuevo en mi vida. Desde muy pequeña he tratado de esquivar películas sospechosas de provocarme sentimientos. Ese momento emocional que hace saltar las lágrimas al más curtido en todo drama o comedia me ha traído ríos de lágrimas en cuanto me he dejado llevar. Al principio la manera de frenarlo fue no dejarme pillar por sorpresa, escapar: al crecer he ido perdiendo la capacidad de emocionarme, he visto muchas películas, he escuchado muchas canciones nuevas, y aún así, sigo sintiendo cierta prevención cuando sospecho que algo me va a provocar una respuesta emocional. Sigo huyendo.
Exactamente lo que sentí cuando el jueves por la noche puse la televisión con la simple pretensión de olvidarme del día. Imposible. Roberto Álamo me hablaba desde un ring, y aunque sabía que no debía verlo si quería mantener la garganta sin nudos, me dejó clavada en el sofá. No puedo decir que me quedara con ganas de ver la obra cuando estuvo en cartel, porque durante algún tiempo he tenido manía a Animalario (Willy Toledo y Alberto San Juan son un coñazo). Pero me sorprendió ver la versión que ha rodado Televisión Española al estilo Estudio 1, las interpretaciones iban más allá de lo convincente: ponían la carne de gallina, generaban repulsión, conmovían, divertían, excitaban... Esas emociones no me extrañan en el teatro como espacio, pero que se transmitan a través de la pantalla da una idea de lo potente que es la obra de Cavestany. Tanto que podemos reconocernos en el personaje del boxeador doblegado por la vida.
EL acierto de la puesta en escena, reside en un uso controlado de la visceralidad. Sigue el ritmo de los distintos asaltos, de manera que no te deja KO de inmediato, por desborde, sino que te gana el combate a los puntos, por acumulación. Es un combate, y una vida, y un tableau de los oficialismos del Régimen y de las miserias que escondía tras ellos - con comillas y más comillas para la gran misremembrance colectiva de los 40 años de Franco. Pero hasta eso, en Urtain, está bien hecho: como en una versión perversamente retorcida de Cuéntame en la que a los Alcántara les hubiera salido todo al revés, vemos en un asalto cómo Suárez conoce al boxeador triunfante que se prepara para visitar El Pardo, y en el siguiente a un Urtain cegado por la sangre que le mana de la ceja rota mientras grita aferrado a las cuerdas que le han robado la bolsa del combate, el dinero para sus hijos. Urtain que es Álamo, y que soy yo y otros muchos españoles que noqueados, tambaleándonos, miramos hacia las luces deslumbrantes, traicioneras, tratando de adivinar de dónde nos vino el golpe. Porque como marionetas saltamos cuando toca, nos doblamos si vienen mal dadas. Perdemos. Hacemos lo que toca con la esperanza de que sea lo correcto.
Pero la catarsis de verlo frente a nuestros ojos es otra historia, puede ser insoportable. Las respuestas emocionales ya son preocupantes per se, no hay necesidad de que las active el reconocimiento de los mil fracasos personales.
Este fenómeno no se limita a la música, ni tan siquiera es nuevo en mi vida. Desde muy pequeña he tratado de esquivar películas sospechosas de provocarme sentimientos. Ese momento emocional que hace saltar las lágrimas al más curtido en todo drama o comedia me ha traído ríos de lágrimas en cuanto me he dejado llevar. Al principio la manera de frenarlo fue no dejarme pillar por sorpresa, escapar: al crecer he ido perdiendo la capacidad de emocionarme, he visto muchas películas, he escuchado muchas canciones nuevas, y aún así, sigo sintiendo cierta prevención cuando sospecho que algo me va a provocar una respuesta emocional. Sigo huyendo.
Exactamente lo que sentí cuando el jueves por la noche puse la televisión con la simple pretensión de olvidarme del día. Imposible. Roberto Álamo me hablaba desde un ring, y aunque sabía que no debía verlo si quería mantener la garganta sin nudos, me dejó clavada en el sofá. No puedo decir que me quedara con ganas de ver la obra cuando estuvo en cartel, porque durante algún tiempo he tenido manía a Animalario (Willy Toledo y Alberto San Juan son un coñazo). Pero me sorprendió ver la versión que ha rodado Televisión Española al estilo Estudio 1, las interpretaciones iban más allá de lo convincente: ponían la carne de gallina, generaban repulsión, conmovían, divertían, excitaban... Esas emociones no me extrañan en el teatro como espacio, pero que se transmitan a través de la pantalla da una idea de lo potente que es la obra de Cavestany. Tanto que podemos reconocernos en el personaje del boxeador doblegado por la vida.
EL acierto de la puesta en escena, reside en un uso controlado de la visceralidad. Sigue el ritmo de los distintos asaltos, de manera que no te deja KO de inmediato, por desborde, sino que te gana el combate a los puntos, por acumulación. Es un combate, y una vida, y un tableau de los oficialismos del Régimen y de las miserias que escondía tras ellos - con comillas y más comillas para la gran misremembrance colectiva de los 40 años de Franco. Pero hasta eso, en Urtain, está bien hecho: como en una versión perversamente retorcida de Cuéntame en la que a los Alcántara les hubiera salido todo al revés, vemos en un asalto cómo Suárez conoce al boxeador triunfante que se prepara para visitar El Pardo, y en el siguiente a un Urtain cegado por la sangre que le mana de la ceja rota mientras grita aferrado a las cuerdas que le han robado la bolsa del combate, el dinero para sus hijos. Urtain que es Álamo, y que soy yo y otros muchos españoles que noqueados, tambaleándonos, miramos hacia las luces deslumbrantes, traicioneras, tratando de adivinar de dónde nos vino el golpe. Porque como marionetas saltamos cuando toca, nos doblamos si vienen mal dadas. Perdemos. Hacemos lo que toca con la esperanza de que sea lo correcto.
Pero la catarsis de verlo frente a nuestros ojos es otra historia, puede ser insoportable. Las respuestas emocionales ya son preocupantes per se, no hay necesidad de que las active el reconocimiento de los mil fracasos personales.
[Me ha gustado mucho pero, ¿estoy obviando cierto paternalismo en el montaje de Animalario]
15.12.11
Vuelve The Cool Outlet!
Llega la navidad, y con la navidad, la paga extra que por fin me va a sacar del agujero financiero (dios, qué triste saber lo que es ser Grecia...). El sindicato de mi empresa ya me ha soltado 60 euros, porque sí, ni afiliada estoy ni sé en concepto de qué me lo regalan. Y como el gimnasio por fin parece que empieza a notarse, es hora de volver a sumergirme en el paraíso de los vaqueros bonitos, baratos y bien cortados: vuelve The Cool Outlet!
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9.12.11
La colección imaginaria
[A View of Certosa di San Martino with Castle Sant'Elmo, Naples (1782) Thomas Jones. La obra, temp0ralmente en la Fundación CajaMadrid, pertenece a The Berger Collection]
En cada exposición uno o dos cuadros sobresalen del resto. No tienen por qué ser los señalados en la guía ni los más famosos, simplemente llaman más mi atención, dejando el resto de obras en la bruma del recuerdo. ¿Por qué esos y no otros? Ni idea. No sé de arte más que de vinos, distingo lo que me gusta de lo que no, y me gustan muchas cosas. Se resume en que, al mirar la obra, puedo decir "eso es lo que veo, y así lo pintaría". Y si pudiera asaltar la galería como Thomas Crown, lo haría con tal de poder tener el cuadro en casa y disfrutarlo a placer. Así me ha ocurrido con el que tenéis arriba. La luz, el enfoque fotográfico que impone límites a lo que vemos ocultándonos gran parte de lo que pasa, el meticuloso realismo, el cálido tratamiento, la similitud con el castillo de Peñafiel visto desde la plaza del Coso... Ayer me hubiera gustado salir del viejo edificio de exposiciones con él bajo el brazo.
La Fundación Caja Madrid y el Museo Thyssen se han aliado este otoño de nuevo. La primavera pasada fue con la excusa de los Jardines Impresionistas, y éste por las Arquitecturas Pintadas. La mitad alojada en el edificio de la plaza de San Martín contiene las obras más recientes, que cubren principalmente el periodo del Grand Tour: hubo un tiempo en Europa en el que Ryan Air no ofrecía turismo en masa de usar y tirar, sino que los proto-Erasmus recorrían Italia y Grecia en busca de conocimiento. Los paisajes romanos del siglo XVIII muestran una ciudad bastante más pequeña de la actual, en la que las ruinas (que ahora son iconos, como el Coliseo) estaban abandonadas o comidas por la vegetación. Son cuadros a caballo entre varios movimientos culturales. Por un lado se centran más en el paisaje (urbano o no) que en las personas, y buscan un mayor naturalismo ( si por eso puede entenderse realismo de la naturaleza). Por otro, las ruinas no sólo revelan la grandeza del pasado, también muestran su decrepitud, son al mismo tiempo monumento a la gloria de antaño y a su fugacidad.
Los antiguo templos se convierten en paraje de ladrones, en improvisados mercadillos de antigüedades; se representan sus piedras recicladas en una arquitectura mucho más funcional, humilde incluso. Las casas se construyen aprovechando un viejo arco quebrado. Son obras que parecen estar pensadas para ser cantadas por Thomas Gray, un neoclasicismo equilibrado que integra el reciente pasado, del que proviene, y el inmediato futuro: la vieja tradición barroca que opone sueño y realidad, la fascinación romántica por lo sublime. Cuanto más conozco el siglo XVIII más me sorprende y mayor es mi curiosidad. ¿Quién habría podido esperar que un artista galés bastante desconocido, como Jones, fuera capaz de saltarse siglos de tradición al pintar un cuadro como éste? "Cultural revolutions don't happen overnight", que decían mis mayores.
[Impresionantes también los cuadros de Bernardo Bellotto, que sigue la estela de su tío Canaletto, y sin embargo, se ciñen más a la perspectiva fotográfica. Como ejemplo, la vista singular que pinta de Sta Mª de Aracoeli en el Capitolio. Sombras, casuchas en primer plano, palacios recortados al fondo...]
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