9.12.11

La colección imaginaria

[A View of Certosa di San Martino with Castle Sant'Elmo, Naples (1782) Thomas Jones. La obra, temp0ralmente en la Fundación CajaMadrid, pertenece a The Berger Collection]

En cada exposición uno o dos cuadros sobresalen del resto. No tienen por qué ser los señalados en la guía ni los más famosos, simplemente llaman más mi atención, dejando el resto de obras en la bruma del recuerdo. ¿Por qué esos y no otros? Ni idea. No sé de arte más que de vinos, distingo lo que me gusta de lo que no, y me gustan muchas cosas. Se resume en que, al mirar la obra, puedo decir "eso es lo que veo, y así lo pintaría". Y si pudiera asaltar la galería como Thomas Crown, lo haría con tal de poder tener el cuadro en casa y disfrutarlo a placer. Así me ha ocurrido con el que tenéis arriba. La luz, el enfoque fotográfico que impone límites a lo que vemos ocultándonos gran parte de lo que pasa, el meticuloso realismo, el cálido tratamiento, la similitud con el castillo de Peñafiel visto desde la plaza del Coso... Ayer me hubiera gustado salir del viejo edificio de exposiciones con él bajo el brazo.

La Fundación Caja Madrid y el Museo Thyssen se han aliado este otoño de nuevo. La primavera pasada fue con la excusa de los Jardines Impresionistas, y éste por las Arquitecturas Pintadas. La mitad alojada en el edificio de la plaza de San Martín contiene las obras más recientes, que cubren principalmente el periodo del Grand Tour: hubo un tiempo en Europa en el que Ryan Air no ofrecía turismo en masa de usar y tirar, sino que los proto-Erasmus recorrían Italia y Grecia en busca de conocimiento. Los paisajes romanos del siglo XVIII muestran una ciudad bastante más pequeña de la actual, en la que las ruinas (que ahora son iconos, como el Coliseo) estaban abandonadas o comidas por la vegetación. Son cuadros a caballo entre varios movimientos culturales. Por un lado se centran más en el paisaje (urbano o no) que en las personas, y buscan un mayor naturalismo ( si por eso puede entenderse realismo de la naturaleza). Por otro, las ruinas no sólo revelan la grandeza del pasado, también muestran su decrepitud, son al mismo tiempo monumento a la gloria de antaño y a su fugacidad.

Los antiguo templos se convierten en paraje de ladrones, en improvisados mercadillos de antigüedades; se representan sus piedras recicladas en una arquitectura mucho más funcional, humilde incluso. Las casas se construyen aprovechando un viejo arco quebrado. Son obras que parecen estar pensadas para ser cantadas por Thomas Gray, un neoclasicismo equilibrado que integra el reciente pasado, del que proviene, y el inmediato futuro: la vieja tradición barroca que opone sueño y realidad, la fascinación romántica por lo sublime. Cuanto más conozco el siglo XVIII más me sorprende y mayor es mi curiosidad. ¿Quién habría podido esperar que un artista galés bastante desconocido, como Jones, fuera capaz de saltarse siglos de tradición al pintar un cuadro como éste? "Cultural revolutions don't happen overnight", que decían mis mayores.


[Impresionantes también los cuadros de Bernardo Bellotto, que sigue la estela de su tío Canaletto, y sin embargo, se ciñen más a la perspectiva fotográfica. Como ejemplo, la vista singular que pinta de Sta Mª de Aracoeli en el Capitolio. Sombras, casuchas en primer plano, palacios recortados al fondo...]

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