[El autor firmando ejemplares no lejos de dónde se sucedieron los hechos aquel día singular]
Coincidiendo con las fechas históricas en las que perdí mi ejemplar de La Cripta Embrujada (que atesoraba desde que mi profesor de literatura de 8º tuvo la feliz idea de usarlo en clase) he terminado de leer La aventura del Tocador de Señoras de Eduardo Mendoza. Gran desilusión: lo compré con muchas ganas porque quería ver cómo culminaban las hazañas del innombrado protagonista, pero he terminado luchando cada noche contra el sueño para terminarlo, porque ni es ya divertido, ni fresco, ni se distinguen voces en los personajes (todos usan la misma farfolla lingüística que me hizo gracia entonces y que aparece en más libros del autor (estoy pensando en Sin noticias de Gurb y Una Comedia Ligera). Sólo hacia el final, en la página 259 de mi edición limitada 10 años Booket, la siguiente frase me ha hecho soltar una carcajada:
"Lo único que puedo asegurar es que en ninguna ocasión, ni siquiera en los más críticos bretes, he visto, conforme suele contarse, pasar ante mí mi vida entera como si fuera una película, lo que siempre es un alivio, porque bastante malo es de por si morirse para encima morirse viendo cine español."
De cómo perdí aquella sobada edición de bolsillo de Seix Barral en el Retiro habría tanto que contar... Podría incluso escribirse una decente cuarta parte.
Coincidiendo con las fechas históricas en las que perdí mi ejemplar de La Cripta Embrujada (que atesoraba desde que mi profesor de literatura de 8º tuvo la feliz idea de usarlo en clase) he terminado de leer La aventura del Tocador de Señoras de Eduardo Mendoza. Gran desilusión: lo compré con muchas ganas porque quería ver cómo culminaban las hazañas del innombrado protagonista, pero he terminado luchando cada noche contra el sueño para terminarlo, porque ni es ya divertido, ni fresco, ni se distinguen voces en los personajes (todos usan la misma farfolla lingüística que me hizo gracia entonces y que aparece en más libros del autor (estoy pensando en Sin noticias de Gurb y Una Comedia Ligera). Sólo hacia el final, en la página 259 de mi edición limitada 10 años Booket, la siguiente frase me ha hecho soltar una carcajada:
"Lo único que puedo asegurar es que en ninguna ocasión, ni siquiera en los más críticos bretes, he visto, conforme suele contarse, pasar ante mí mi vida entera como si fuera una película, lo que siempre es un alivio, porque bastante malo es de por si morirse para encima morirse viendo cine español."
De cómo perdí aquella sobada edición de bolsillo de Seix Barral en el Retiro habría tanto que contar... Podría incluso escribirse una decente cuarta parte.
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