25.9.11
Cambio de estación
Pues ya está, ha pasado el verano, y sobre todo, ha pasado septiembre. Un mes complicado siempre, que me ha dejado sin energías, al contrario que años anteriores. Todos los años escribo (todos sin excepción me atrevería a decir) que el otoño es el tiempo de que pasen cosas. Pero este noveno mes me ha puesto a prueba en todos los sentidos, y es que me ha recordado cada uno de los días que me he hecho mayor, y las decisiones importantes ya las he tomado, para bien o para mal. He vivido cada septiembre de mi vida en uno.
Miro hacia a trás y trato de encontrar esa línea que une los puntos que tan famosa ha hecho Steve Jobs. La línea está ahí, correcto. El problema es que une hitos un tanto dudosos, más anticlimáticos que extáticos. Tengo la sensación de que cada vez que he estado encaminada, al llegar a la encrucijada he escogido el camino fácil, y de alguna manera eso ha hecho que me aleje bastante de la ruta original. Que el camino me ha hecho más sabia, sí, que he aprendido mucho sobre como funcionan las personas, sí. Que me he equivocado mucho, también. Pero no, no estoy más cerca de la meta, a no ser que el objetivo, sin yo saberlo, fuera darme sabiduría en la vejez, y no felicidad. Aunque ya sé que es un hecho casi probado que la felicidad sólo surge de la candidez, la ignorancia y algo de dinero.
No sé si es la única manera de salir adelante o si es mero escapismo salir cada mañana a la calle pensando que todo puede cambiar. Es también algo muy settembrino, al menos en mí. El cataclismo que acabará con el mundo va de la mano del detalle que salva el día, y si estoy a punto de tirar la toalla, salgo a correr un poco y se me cura el fatalismo al ver que todos somos el mismo escarabajo pelotero que sube la colina como Sísifo.
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