13.2.11

Formas de ver las cosas - 2ª parte

[Lotus lilies (1888), Charles Courtney Currant]

Si tengo que definir porqué me ha gustado mucho más la segunda parte de la exposición Jardines Impresionistas, se me ocurren dos razones prácticas y una sentimental. Para empezar, la colección que han reunido en la sala de exposiciones de la Fundación Caja Madrid es de acceso gratuito, por lo que uno puede pasearse entre los cuadros de manera mucho más libre, no constreñido por la necesidad de hacer bueno el dinero que se ha desembolsado a la entrada. Puede parecer una tontería (o una perogrullada), pero disfruto más en las exposiciones gratuitas porque me puedo dejar llevar por lo que veo, sin que una relación mercantilista medie entre los cuadros y yo. La segunda razón es que la sala es infinitamente mejor. En el Museo Thyssen "canalizan" este tipo de exposiciones temporales en un laberinto de salas color salmón que colocan en la parte nueva. La sala de Caja Madrid, sin embargo, es un espacio diáfano de varios pisos, con barandillas, niveles, claraboya... Ni cuadros ni espectadores están encajonados como en un experimento de Skinner; las obras tienen entidad más allá de los marcos y se pueden observar desde muchas perspectivas y distancias.

[Geranium (1888-1889) Frederick Childe Hassam.]


Pero además el conjunto de la Plaza de San Martín muestra cuadros que me son más cercanos y queridos que el del Paseo del Prado: más tablas singulares, más artistas y movimientos que me gustan y hacen pensar. Tiene gracia que dos de los que más me llamaron la atención sean de pintores norteamericanos (Currant y Hassam), ambos contemporáneos de Henry James. Ambos me hacen pensar en Isabel Archer tal y como la conocemos al comienzo de Portrait of a Lady, leyendo en una casa cerrada, antes de viajar al viejo mundo y contaminarse del mal europeo. Flores y mujeres parecen ir unidas necesariamente en muchas de estas obras: es curioso cómo las jóvenes de estos cuadros llevan vestidos que las cubren de cuello a pies (aunque haya fruncidos estratégicos para definir formas) y cómo eso contrasta con la desnudez de las flores que las rodean. Pétalos, sépalos, estambres y hojas se detallan y despliegan voluptuosos, mientras las amas virginales no parecen ser siquiera conscientes de estar bajo el microscopio del pintor. El siglo XIX es el de la sexualidad diferida: los personajes de las novelas de adulterio asisten a óperas para que pasiones que no verbalizan puedan tener salida (como en Madame Bovary, La Regenta, El Primo Basilio, La Dama del Perrito), y tal vez eso mismo ocurre en estos cuadros de jardines.

[Rosales bajo los árboles (1904-1905), de Gustav Klimt]

El tercer cuadro que me llamó la atención fue éste, uno de los tres de Klimt que han reunido para la muestra. Me impresiona por razones totalmente diferentes que los anteriores: por la perspectiva, la profusión de detalles que hacer perder la noción de la forma y la distancia. Es como perderse en un poema de T.S. Eliot, en el que son tantas la metáforas, alusiones, conclusiones, vínculos... que uno se siente abrumado por lo particular y durante unos segundos es imposible hacer pie o agarrarse a categorías conocidas. Un buen poema es un mosaico tan intrincando que genera más opciones que respuestas: esos momentos de alucinación en los que crees ver tantas cosas que la mente no alcanza a ponerlas en palabras, se detiene en el reconocimiento de todo un universo paralelo que sólo podemos intuir. Hay mucho más, "but that is not what I meant at all".

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