13.5.10

The Jackal

[Una de las ilustraciones de Hablot Knight Browne (Phiz) para la edición original en fascículos semanales de Dickens.
Carton es la figura de la derecha.]

Hoy es un día tranquilo en Europa y tengo menos trabajo que de costumbre, así que sin querer me he entretenido pensando en cosas que no merecen la pena - pero así es el demonio que acecha a las mentes desocupadas. Salto de unas ideas a otras y no sé dónde parar. I'm lost in cross-reference.

Libros. Ya que parece imposible traer mi cajas he decido moverlos de dos en dos cada vez que pase por casa de mis padres. Y esta mañana al abrir los ojos se me ha revelado cuál debería traer en el próximo viaje: A Tale of Two Cities. Creo que ya he hablado en algún sitio (no sé si aquí) de mi fascinación por el personaje de Sydney Carton. Tanto que he estado a punto de comprar esta camiseta en un ataque de fetichismo - no lo he hecho porque no me quedaba claro si la S sería demasiado pequeña y la M demasiado grande. Sydney Carton es The Jackal, como sabrán los que han leído la novela inglesa más vendida de la historia (con permiso de Agatha Christie).

Navegando un poco he encontrado un texto que le va bien. Se trata de la traducción/adaptación de un poema de Safo que, como se explica en este enlace, sólo nos ha llegado porque impresionó a Longinus, que en la remota antigüedad habló de él en su tratado Sobre lo Sublime. La traducción es de Robert Lowell (1962), y expresa bastante bien el caso de Carton y Darnay. Lowell habla de una pareja que se mira de frente como hacen los jugadores de cartas, mientras un tercero, celoso, los vigila. Carton y Darnay son, además, one-eyed jacks en el mismo naipe:

I set that man above the gods and heroes —
all day, he sits before you face to face,
like a cardplayer. Your elbow brushes his elbow —
if you should speak, he hears.

The touched heart madly stirs,
your laughter is water hurrying over pebbles —
every gesture is a proclamation,
every sound is speech . . .

Refining fire purifies my flesh!
I hear you: a hollowness in my ears
thunders and stuns me. I cannot speak.
I cannot see.

I shiver. A dead whiteness spreads over
my body, trickling pinpricks of sweat.
I am greener than the greenest green grass —
I die!


No hay comentarios: