16.6.09

Días de baloncesto




[No se han juntado sólo para un anuncio de Adidas, se conocen desde hace mucho. Loquillo iba para jugador pero el rock&roll fue más fuerte. ]

Algunas veces los detalles se encadenan de tal manera que es difícil no pensar en casualidad o conjura cósmica. Esa cadena no existe más que en mi cabeza, pero es por esas estructuras en el aire que mi vida cobra algo de sentido. Hoy estaba tomando cañas en uno de mis sitios favoritos de la calle Fuencarral (el Patatus) y en determinado momento he perdido el hilo de la conversación porque un vídeo nuevo para mí salía por la tele. Era Memoria de jóvenes airados, de Loquillo (Balmoral, reeditado en 2009) y una serie de viejunos vagamente familiares jugaban al baloncesto en pantalla. Esos señores son Andrés Jiménez, Epi, Nacho Solozábal, Manolo Flores, Agustín Cuesta y Javier Mendiburu, aunque no he distinguido a ninguno hasta que he visto el vídeo en youtube al llegar a casa.

Me han traído a la memoria recuerdos que llevan algún tiempo tratando de salir. Todo empezó cuando hace un mes me consiguieron una entrada para ver el último partido de liga del Estudiantes. Jugaban contra el TAU en el Telefónica Arena, y, por primera vez en muchos, muchísimos años, me hicieron volver a salir de casa una sábado a las 4 para ir a ver un partido. Desconozco todo o casi todo del baloncesto moderno (Gasol acaba de ganar un anillo de la NBA con los Lakers, sí, aunque Calderón es mi favorito con diferencia, por paisano), pero a los pocos minutos volví a sentir la emoción de un deporte que tengo abandonado como espectadora desde hace siglos. Volví a sentir el ritmo y me dejé llevar por la atmósfera y una dinámica que conozco bastante bien: también yo fui a un colegio en el que el baloncesto era el deporte rey, y mis antiguos compañeros siguen echando sus pachanguitas como Epi y compañía.

Estos momentos me envejecen, más que rejuvenecerme: todos a mi alrededor hacen limpieza mental de las cosas que ocurrieron, mientras yo sigo anclada en unas circunstancias que sólo siguen siendo las mías porque me empeño en reproducirlas. Escucho a Loquillo como si me fuera un profeta, pero en realidad estoy retorciendo a mi manera los recuerdos que su vídeo ha despertado. Recuerdo e inmediatamente me lo invento. Queda poca energía para vivir además. Pero de eso Loquillo no tiene la culpa, y el respeto que le tengo sigue intacto. Al final es tan icono de mi infancia como Epi, y me ha enseñado cosas. Lo que yo haya hecho de ellas ya es cosa mía.

[Qué tontería, a veces confundía a San Epifanio con un base del pasado]

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