25.3.12

Tarea de toda una tribu

[Lo que hay que hacer para que los niños no pinten nuggets en lugar de pollos]

Me resisto, pero la marea de los tiempos me lleva hacia la orilla de las reuniones familiares, y ahora que van naciendo bebés por doquier empieza a tener sentido. Se acabaron los encuentros montados en 10 minutos y las quedadas intempestivas, todo tiene que estar programado para poder ver alguna vez a los amigos que tiene hijos. Pero merece la pena, aunque sólo sea por observar cómo seres humanos adultos, fríos y cerebrales como yo pierden su innata severidad frente a las crías de la manada. ¡Es que son tan bonitos! Casi tan perfectos como los gatos (me encanta ver cómo se caen las mandíbulas de los padres cuando suelto esta frase).

La foto es de hace una semana: para celebrar el cumpleaños de la más pequeña (1 año) fuimos a comer a una huerta talaverana la familia extendida de la pequeñaja y los amigos de los padres, en total unos 30, y eso que no estábamos todos. Me lo pasé muy bien, y visto en retrospectiva me recordó a mi infancia, esas reuniones de clan eran relativamente frecuentes entonces, y la vida de los Alcántara en Cuéntame me confirman que es una cuestión cultural. El español es gregario y familiar, debo deducir. E incluso yo, que soy más anglosajona que española por dentro, llego a pasarlo bien.

Es tarea de toda una tribu educar a una niño, dice el proverbio, y ni siquiera tienes que planteártelo de manera consciente, sale solo enseñar cosas a los pequeños. La foto es un ejemplo: 30 personas nos volcamos en enseñar a un niño de año y medio cómo son las gallinas, los patos, las perdices y codornices. No las pintamos en las paredes de una cueva, pero el salto desde Altamira no es tan grande en lo esencial.

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