22.3.09

Viajes al pasado



[Filarmónica de Berlín, Waldbuhne 1998. Bolero de Ravel, parte 1]

Ayer estaba escuchado la radio mientras iba en el bus (camino del trabajo, espero que por última vez un sábado) y zapeando entre emisoras me topé con una de mis piezas favoritas de música clásica, el Bolero de Ravel. Lo he escuchado muchas veces en disco (sí, en un vinilo que me regalaron por Navidad cuando tenía 12 años o así, ¡qué anacronismo!), e incluso he ido a verlo tocar a orquestas. Una fue en el Auditorio de Madrid, pero la buena de verdad fue en la Filarmónica de Berlín. En mi año Erasmus fui con unos amigos (Erasmus, igual que yo) a visitar a una excompañera que era de allí. Tuvimos la feliz idea de ir en enero, la ciudad estaba totalmente nevada y tuve que ver todo por la estrecha rendija que mi plumas y mi gorro de lana dejaban abierta. Aú así la ciudad me encantó, aunque esas nevadas ponían la carne de gallina por más de un motivo, no pude evitar pensar en los inviernos del 39 al 45.

[Nosotros estábamos arriba del todo a la derecha.
Ahora se puede asistir a los conciertos de la Filarmónica en directo a través de internet desde aquí]


La ventaja de aquel viaje radicó en que cada uno éramos de nuestro padre y nuestra madre, estudiábamos cosas distintas y queríamos visitar la ciudad por motivos diferentes. Cuando el inglés (Stephen Burke) se empeñó en ver el edificio de la Filarmónica no imaginamos que nos arrastraría dentro. Pero fue una de las mejores cosas que pudimos hacer (aparte de tomar cervezas y salchichas 3 veces al día). La sala es tan impresionante como parece en la foto, y estar presente cuando una de las mejores orquestas del mundo interpretaba a Ravel fue increible. La música provoca sensaciones que van más allá del calado que tiene las palabras. Creo que fue Wittgenstein quien dijo que de lo que nada se sabe nada se puede decir y sólo puede ser representado por el arte: what can be shown cannot be said.

[Filarmónica de Berlín, Waldbuhne 1998. Bolero de Ravel, parte 2]

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