[A room with a view. Source: Blipfoto] |
No había conseguido ver The Royal Tenenbaums hasta ahora, diez años y tres meses después de abrir este blog mientras escuchaba en bucle su banda sonora (un regalo de despedida para el viaje). No era que el destino se interpusiera entre Wes Anderson y yo, ya se encarga mi resistencia personal de ello: a menudo evito el riesgo de emocionarme si sospecho que una película puede conseguirlo. Pero esta noche era la noche: en el año nuevo he heredado el propósito de dedicarme a cosas que me hagan feliz, y me toca explorarlo aunque duela. Son esas las cosas que más me hacen sufrir, las problemáticas.
La banda sonora me iba guiando, la conozco de memoria. By way of the green line bus he llegado a la escena del reencuentro, y aún así me ha sorprendido la canción. Es familiar esa sensación de caminar al filo de la felicidad más estática devorada por la desesperación de lo imposible, y hacerlo escuchando esa misma música. Las primeras entradas que escribí están impregnadas de la melancolía de los Tenenbaums y de la vista a la fábrica de colonia 4711. Fue un otoño de mucha lluvia, bicicletas y decisiones equivocadas.
Please don't confront me with my failures
I have not forgotten them