30.8.08

Velos pintados que poco esconden

[Bungalow del hotel Tanjung Sari, Sanur, Bali]

Último sábado de agosto, sábado nublado y perezoso. Llevo dos horas frente al ordenador, escuchando a Calamaro (Alta Suciedad es un disco antiguo, pero en este momento me suena como mi propia secreta voz), pensando y jugando al Solitario Spider (dificultad media). Cada vez que parece que estoy a punto de atrapar un pensamiento interesante me da miedo y echo otra partida. Es increible, me he especializado en las huidas hasta este punto.

Al mismo tiempo trato de madurar una entrada sobre The Painted Veil. Como siempre unas lecturas me han llevado a otras, y Seda no sólo me sugirió The Age of Innocence (que, en contra de lo que pueda parecer por mi comentario de ayer, es un libro que me gustó mucho. Es sólo la posible utilización de Baricco lo que me molesta. Pero sólo es una molestia pasajera, él es muy libre de inspirarse y reutilizar). También me vino a la mente ese librito de Somerset Maugham que compré en Yogyakarta el octubre pasado (y leí en Bali en la cama con mosquitera de la foto, y me habría dejado un tanto indiferente de no haber sido por la situación en la que me encontraba).

11 meses después poco o nada me interesa del libro excepto dos cosas. Por un lado está la figura de Maugham, que desde mis primeras lecturas me ha fascinado por su estilo y por su (¿casi?) sarcástica visión del mundo. No hace concesiones, y aunque en la mayoría de novelas le gusta presentar al narrador como un ser que toma distancia de todo lo que cuenta, a veces también se implica, y vuelve del revés novela y personaje. Esa es la impresión que he tenido con Ashenden las dos veces que he leído Cakes and Ales. Pero tampoco es algo aislado, parece rasgo distintivo de los escritores que participaron en la 1ª Guerra mundial (muchos estaban en cuerpos auxiliares como el servicio de ambulancias. Dentro y fuera. Observando).

Días después, de vuelta en Singapur, visité el Hotel Raffles. Es un hotel de cinco estrellas que durante la primera mitad de siglo fue base de muchos de los escritores que viajaban al sureste asiático. Ahora es una serie de bungalows de tres pisos que alojan patios, terrazas, palmeras y bananos en el corazón de un centro comercial exclusivo (para aficionados a las joyas y las maletas estampadas de hologramas). Lo más impresionante es el portero (un sij uniformado de dos metros) y el edificio principal, con un salón dedicado a los escritores que pasaron por allí, Conrad entre ellos. El último tigre que se cazó en Singapur (1902) fue tiroteado cuando se encondía bajo una de las mesas de billar del hotel. Toda la supuesta clase del sitio al garete: deberían haberlo protegido como si se hubiera acogido a sagrado.

Por otro lado, sigue llamándome la atención el prefacio de la novela. Una historia que leí en Asia y situada en Asia, se gestó (siempre supuestamente) en el corazón literario de Italia. ¿Hasta qué punto está conectado mi viaje a Indonesia con mi viaje a Italia de este verano?

[Manuscrito de On Human Bondage]

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