[Advertencia: más te vale bajar el volumen, porque el presidente berreó de lo lindo ayer en Málaga]
Resulta curioso que se nos eduque como ciudadanos diciéndonos una y otra vez que gritar no va a hacer nuestros argumentos más fuertes y cuando te descuidas, llega el mitin de turno un domingo cualquiera y el señor presidente del gobierno se despacha a gusto chillando a pleno pulmón, presa de una falsa indignación pseudoprofética. Le faltó echar espumarajos por la boca, aunque sí llegó a la fase de lanzamientos de rayos y centellas por los ojos. En fin, aparte de irritarme porque este hombre me abroncó desde la pantalla como si yo fuera culpable de la crisis o de la actitud del PP, fue también fastidioso tener que verlo disfrazado con ese traje que dejó de llevar allá por el 2003, cuando hasta Griñán y Chávez llevaban discretos tonos oscuros. Casi dudo que sea suyo, las mangas parecen demasiado cortas, y la camisa se la había cambiado con un caballero de Asaja, seguro.
Qué poco me gusta este presidente. Understatement, I know.
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