[Libros, una de las pocas formas de vencer al dragón]
Ayer hablé con tres personas que viven en Barcelona y cada una me dio una impresión diferente del día de San Jordi. Para una todo eran sorpresas porque es la primera vez que lo vive allí, y la novedad de recibir rosa y libro en la oficina le pareció muy divertido y fresco. Otro me dijo directamente que era el día que más odia de todo el año, aunque no quiso entrar en detalles. Y un tercero comentó que es su día favorito en la ciudad por la combinación de clima, aroma de rosas y buen rollo. Al parecer la gente se lanza a la calle y no hay quien circule por el centro.
Me dio mucha envidia, lo confieso. Intento pensar si tengo un día favorito del año en Madrid y sencillamente no caigo. Me gustan mucho la primavera y el otoño, sobre todo el segundo, porque son dos estaciones breves pero intensas en las que la ciudad parece renacer. O quizás soy yo quien renace. Pero no tengo fechas concretas. Y pocas cosas hay que me gusten más que los libros y las rosas (sólo los gatitos y tomar al sol cañas con limón, patatas fritas y aceitunas). Ayer, en una modesta iniciativa algunos libreros de la capital decidieron sacar sus tenderetes a la Gran Vía y Callao, y copiar directamente esta tradición barcelonesa, así que no me lo pensé mucho y fui a husmear un poco. Quiero un libro, me dije. Ja. Me volví con los cuatro de la foto superior, y porque me obligué a mí misma a dejar otros dos. Hasta ahora he empezado los dos de la derecha, y no puedo estar más contenta. Greenblatt está tan cerca de mi corazón, y comienza este libro con una confesión tan personal y al mismo tiempo tan fácil de comprender y compartir para cualquiera que en algún momento haya querido sumergirse en misterios paleográficos y enigmas literarios... Me devuelve a un mundo que he dado por perdido. En palabras de Iris Murdoch en The Bell (que tengo a medias):
"To revisit without envy the scenes of a surrendered joy, and to taste it ephemerally once more, with a delight undimmed by the knowledge that it is momentary, that is happiness, that surely is freedom" (pag. 155 de mi edición de Vintage de 2004)
Lo mejor de esa cita es que Michael, cada vez que llega a una conclusión de ese tipo, hace acto seguido algo que la refuta porque la esperanza de una felicidad pasada es la peor de las tentaciones. Ah, well, just like me. Nada más abrir The Swerve me inundó una melancolía tan densa y aniquiladora... luego volví en mí y se me pasó: el trabajo me quita tiempo para la literatura, pero al menos impide que me vuelva loca. No me ha dejado hacer de la literatura mi vida, y eso, aunque parezca un contrasentido, ha sido bueno para mi vida, porque he tenido que vivir, y no sólo leer. Hablando de vivir, por cierto, Los Capullos no Regalan Flores es bastante más realista de lo que uno podría imaginar, y tan gracioso que he reído hasta llorar al menos un par de veces. Sólo lo he empezado, pero me parece muy bueno y recomendable tanto para mujeres como para hombres.
[Dos imágenes del curioseo cultureta que tuve ayer en Callao.
La FNAC arriba y el Palacio de la Prensa debajo.]
La FNAC arriba y el Palacio de la Prensa debajo.]
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