Ahora que puedo hacerlo, creo que esto de trabajar en casa tiene su lado negativo: he hecho un parada para comer y escuchar música, pero me siento culpable. Seguro que tengo una tarea más urgente que ésta (lo sé, la tengo, no tengo que especular), pero este primer día de otoño es tan agradable...No hace calor, entra sol por la ventana, las verdes hojas del árbol que amenaza con invadir mi balcón parecen aún más verdes ahora que hemos pasado ese checkpoint llamado Ferias. No sé que me pasa este año, pongo una canción y me evado de tal manera que creo que no voy a poder poner los pies en tierra más.
Me encanta Madrid. No sé por qué me siento tan a gusto en esta ciudad que lo contiene todo, creo que porque tiene su lado picaro y bohemio, superficial, y por otro está poblada de gente fiera y hambrienta que está deseando hacer cosas y no se deja atraer hacia la inacción. Con todo lo que tengo encima, días de sol como éste me hacen sentir en la cima del mundo. Y no por lo que he conseguido, que es bien poco. Es por lo que he aprendido de mí de un tiempo a esta parte. No sé, me suena raro escribirlo, pero a pesar de todos los pesares, en este momento estoy contenta.
Creo que se puede resumir en que no estoy acojonada por el futuro. Tiene que ser un desarreglo químico, esto no suena como algo que yo pudiera haber escrito.
Ay! De vuelta a la realidad de un fuerte golpe en la cabeza: había olvidado que tenía una conferencia, y yo escribiendo despreocupadamente. No sé qué me ha pasado, ha sido como si me hubiera quedado dormida y hubiera soñado que todo va de maravilla.
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