y todo en el corazón de Carabanchel]
Una vez al año, más o menos, voy a ver un partido de baloncesto. Aunque en terminos generales soy del Madrid (con menos convicción cada vez, la verdad), prefiero ir a ver al Estudiantes, que es el underdog, tira más de la cantera y tiene que arreglarse con muchos menos fondos. Creo que esto es algo que he escrito en mis dos entradas anteriores sobre baloncesto: siempre que veo un partido se me olvida todo. Casi todo lo que sabía del juego lo borré hace mucho, pero es divertido, sigue siendo divertido: no soporto la lentitud del futbol, y me cuesta mucho ver las jugadas. El ritmo y los tiempos que marcan los bases, aleros y pivots sí puede arrastrarme. Puedo gritar, aplaudir, saltar... y ni siquiera me importa si perdemos. Supongo que me recuerda a mi lejanísima y perdida en la bruma de los tiempos juventud.
Un buen día para celebrar mi 34 cumpleaños, aunque sea con retraso. Primero baloncesto por cinco euros (una entrada por tres kilos de comida para el Banco de Alimentos), más cuatro entradas potenciales para el partido contra el Galatasaray en 2 semanas (al comprar el calendario) y calçotada en Casa Jorge para redondear. Hacía por lo menos 3 meses que no nos reuníamos todos, los nuevos van para arriba y yo me siento más vieja. No solo porque me he enchufado medio porrón de vino nariz arriba en un arranque de torpeza, o por mi innata habilidad para hacer comentarios inapropiados sin pensar (en los que ni creo, aunque los use por jugar a abogado del diablo). Es que soy más vieja. Y que los bebés no lloren cuando los cojo lo demuestra.
[Una pena que no estuviera lleno ni por una buena causa]
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